Remodelar el claustro de La Merced, innecesario
Judith Amador Tello
Reportaje Especial
Para el arquitecto Sergio Zaldívar y la arqueóloga Elsa Hernández Pons, el extraordinario edificio mudéjar del siglo XVII tiene un valor por sí mismo, y se oponen tajantemente a que sea techado y se convierta en un centro para alojar la colección de indumentaria de Teresa Castelló Yturbide, madre del exdirector del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Alfonso de Maria y Campos. El proyecto, ya muy adelantado, a cuyo frente se encuentra el arquitecto Juan Urquiaga, no se ha dado a conocer.
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La idea de que los inmuebles históricos deben de “ganarse la vida” y mantenerse activos para su sobrevivencia, perturba. Pero en el caso del claustro del exconvento de La Merced, verdaderamente indigna.
El arquitecto Sergio Zaldívar y la arqueóloga Elsa Hernández Pons coinciden con la expresión del historiador de arte Jorge Alberto Manrique de que el claustro ya se ganó la vida simplemente por su belleza y no necesita albergar una colección de indumentaria o de lo que sea para ser útil o “servir” para algo. Sirve porque es en sí misma una obra arquitectónica de excepción: basta contemplarla para que transmita su mensaje cultural.
“Me parece absurdo –dice Zaldívar– que el criterio de Wall Street sea el mismo que norme las pautas de cultura del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH). Es la misma filosofía de los ricachones en las Lomas o Polanco para decir que los niños desnutridos de la Sierra de Guerrero deben de ganarse la vida. Es el capitalismo salvaje. ¿Cómo va a ser la misma pauta de protección de los edificios?”
En agosto 2011 –siendo aún titular del INAH Alfonso de Maria y Campos-–se anunció, mediante un comunicado del instituto, la restauración del claustro para albergar el Centro Nacional de la Indumentaria, Diseño Textil y la Música. Se informó además sobre la colocación de una cubierta “ligera de cristal templado… soportada por cables o tensores especiales que la harán verse como suspendida”.
Ahora se sabe que el centro albergaría la colección de la madre del funcionario, Teresa Castelló Yturbide. Y que la estructura que soportará la techumbre no es discreta, su altura rebasa la del segundo nivel del edificio del siglo XVII, declarado Monumento Histórico el 13 de junio de 1932, y ubicado en la calle de República de Uruguay 170, en el popular barrio de La Merced, en el Centro Histórico.
La arqueóloga Hernández, quien desde hace más de 35 años trabaja en la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH, indica en entrevista con Proceso que se pretendía también construir un estacionamiento subterráneo bajo la Plaza Alonso García Bravo, pero al parecer la idea ha sido desechada.
Cuenta que ella y algunos arquitectos de Monumentos Históricos plantearon al entonces secretario técnico del INAH, Bolfy Cottom, la necesidad de conocer el estado de las obras, a cargo del arquitecto Juan Urquiaga (cuya restauración del exconvento de Santo Domingo en Oaxaca resultó muy polémica), y revalorar la propuesta de hacer el centro de la indumentaria y de techar el edificio. Así lograron reunirse en febrero pasado con el entonces director Sergio Raúl Arroyo (sustituido el 8 de julio por Teresa Franco), quien les ofreció darles toda la información, pero hasta la fecha no han tenido acceso a ella.
Proceso también lo intentó, sin resultados (veáse Recuadro).
Abuso
Con un croquis donde muestra las dimensiones que pudo tener el Convento de La Merced, diseñado con información del libro La Ciudad de los Palacios: Crónica de un patrimonio perdido, de Guillermo Tovar de Teresa, Hernández Pons rechaza la frase de que los edificios históricos “deben ganarse la vida” que ha escuchado decir al arquitecto Salvador Aceves, extitular de Monumentos Históricos. Cuestiona, enfática:
“¡Qué necesidad tenemos de construir encima de un espacio que ya se ganó la vida! Porque finalmente es sobreviviente de la destrucción de la desamortización de los bienes de la Iglesia con las Leyes de Reforma. ¿Cuál es el sentido de volver a ocupar, a destruir y a distorsionar la arquitectura del contexto?”
Considera un abuso de poder que el proyecto no se sometiera a la opinión pública: Se le asignó “por dedazo divino” a Urquiaga, a quien además siempre se le otorga el dinero “que sea necesario”. Evoca que trabajó con él en el proyecto de restauración del antiguo convento de Bethlemitas donde levantó y tiró cinco veces la misma pared, “y tengo los papeles uno tras otro”.
Y sin embargo, agrega sin ocultar su indignación, jamás se ha conocido su proyecto. El actual coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH, Marco Barrera Bassols, ha declarado a la prensa que no existió el proyecto museográfico o al menos nadie se lo ha entregado.
La arqueóloga cuenta que les han dicho que la techumbre es necesaria por el desgaste de la piedra labrada, pero indica que no se conocen los dictámenes para demostrarlo ni el proyecto integral. La poca información la ha conseguido “a cuentagotas”:
“A mí que me demuestren que la piedra se estaba disgregando y era urgente techar… Hemos pedido con insistencia la información y nos preocupa la cerrazón del INAH con lo que hace, pues además el presupuesto salió del instituto. No es posible que destruyan de esa manera un edifico y no tengan el soporte técnico y académico de lo que están haciendo.”
Los recursos, hasta ahora 103 millones de pesos, provienen del Fideicomiso para el Fomento y la Conservación del Patrimonio Cultural Antropológico, Arqueológico e Histórico de México (Fideinah), denunció el exdiputado Alfonso Suárez del Real (La Jornada). Y aclaró que no eran para un museo de indumentaria, pues ya existen siete con ese perfil en la ciudad.
Para el centro de indumentaria se consideró un anexo a un costado del edificio colonial, que ocuparía parte de la plaza García Bravo. Y se planea que ésta sea restaurada a su vez por el Fideicomiso del Centro Histórico, dirigido por Inti Muñoz.
Hernández Pons sentencia que si fuese verdad que el inmueble padece “cáncer de piedra”, apoyaría lo del techo, “pero no con esa porquería, sino uno más suave, más digno y respetuoso, que no tape la luminosidad”. Para apreciar el diseño del claustro, explica, sólo se requiere de los juegos de luces y sombras que da la luz natural del sol.
Nunca hubo ahí un techo, agrega. Se está alterando la historia y originalidad del edificio para hacer “una caja fuerte para contener tela”, pero no es un edificio adecuado para una colección textil:
“No tiene por qué pagar la banalidad de alguien que decidió ponerlo ahí porque era bonito… Y para su mamá, ¡siendo funcionario público! Eso es muy grave.”
–Pero se ha dicho que la ilegalidad…
–Fue el sino de su gestión… Lo de Puebla es abominable (el proyecto del teleférico y Los Fuertes de Loreto y Guadalupe).
La ley de monumentos señala sanciones para quien los dañe, pero explica Hernández Pons que es necesario denunciar y De María no está denunciado, ni sancionado. De hecho ahora es director del Instituto Matías Romero de la Secretaría de Relaciones Exteriores:
“El problema es la impunidad en México. Ya ves a Raúl Salinas, así de la noche a la mañana es el más bueno de la película y se lleva todo su dinero… ¿qué hacemos ante eso?”
La autorización para realizar las obras y el centro de indumentaria, fue otorgada por el fallecido arquitecto Agustín Salgado, quien fue titular de Monumentos Históricos durante la gestión de De Maria. En su opinión Aceves, Salgado y Urquiaga han sido “cómplices”. Hace décadas, recuerda, fueron despedidos por Sergio Zaldívar, pero Rafael Tovar y Teresa Franco los encumbraron.
Juzga el paso de Salgado por esa área del INAH como un retroceso de cien años en materia de restauración. Disolvió el Consejo de Monumentos con el argumento de que él sabía más y no necesitaba un inspector.
Y concluye que el claustro de La Merced requiere un mantenimiento permanente para su conservación, pero no un techo, pues si se le hace para preservarlo de la lluvia ácida, habría entonces que pensar en ponerle una cubierta a la Catedral Metropolitana, al Templo Mayor, y quizá a toda la ciudad…
Falta poética
Para el arquitecto Sergio Zaldívar, quien coordinó los trabajos de rescate de la Catedral Metropolitana y de Palacio Nacional, es increíble que para la conservación del exconvento de La Merced, del cual sólo sobrevive el claustro, no se tenga “más imaginación que ponerle un techo” ante el deterioro que pueda provocar la lluvia, el sol y demás efectos de la intemperie, y la decisión de utilizarlo como un espacio cultural:
“Es triste porque es un edificio que necesita la caricia del sol. Todos los claustros tienen una expresividad y un mensaje cultural vinculados al cambio de luces que inciden directamente, modelan las columnas. Y siempre han querido techarlos para aprovecharlos como otra cosa, ya no como claustros.”
Quizá, dice, algunas gentes estén contentas con el techo y “habrá baños bonitos”, pero él lamenta que en el fondo de las acciones se busque “un sentido pragmático de uso y aprovechamiento y no de la contemplación del monumento ni del mensaje cultural del cual es portador.
“No se entiende el edificio como una pieza propia de la cultura. Más que pensar dónde poner vestidos o muñequitos o lo que sea, es el monumento al que se debe ver, ¿por qué no se hace una persecución especifica de sus valores?”
Considera que las cualidades intrínsecas de un monumento se entienden bien en el área de la arqueología y nadie pensaría en poner nada a la pirámide de Chichén Itzá. Tampoco se concebiría añadirle otro objeto a una obra de arte para hacerla “útil”, se le va a contemplar y punto:
“Aquí podríamos hacer que esté listo y bien arreglado para ir a ver un claustro y disfrutar del ambiente. Claro que cada vez que está abandonado está lleno de orines y de ratas y lo vuelven a cerrar. Pero en sí mismo debiera de ser como un parque, un lugar de lectura o un jardincito, perfectamente bien atendido, para que despierte la inquietud de ir a verlo.”
Lo que debe presumirse del claustro, agrega, es su arquitectura, y no andar viendo a ver qué le ponen, porque si no tiene algo más “sienten que no sirve para nada:
“Hay una falta de sentido poético atrás de esta restauración. A todos los claustros les están poniendo cristales o techo porque no aceptan que en sí mismos tienen un mensaje y un lenguaje. Juan es muy controvertido, pero es buen arquitecto, tiene buenas maneras, tiene oficio, pero en el fondo está la exigencia de que sirva para algo. Ahí hay un primer conflicto: Qué sirva. ¿Para qué? Sirve porque es bonito y el irlo a ver es su función; sirve para mostrarse.”
En todo caso, sugiere que podría tener un pequeño museo de sitio para contar la historia del propio monumento y ser un espacio para escuchar música de cámara los domingos, o tener bancas para la lectura, como la Plaza de Vosges, la más antigua de París. Y siempre además evitando la posibilidad del vandalismo.
Le parece que no hay objeto alguno que supere el valor estético y artístico del claustro, por lo cual no hay necesidad de añadírselo. En todo caso, considera obvio que la colección que se pretende exhibir en el centro de la indumentaria, abrevará de los valores del claustro.
–Pero Aceves, Raúl Delgado y otros arquitectos dicen que los edificios deben ganarse la vida…
–Eso lo puedes poner así, es una estupidez, una frase muy vieja que inventaron cuando no sabían qué hacer con tantos edificios en ruinas. Los edificios se ganan la vida por sí mismos.
Es, hace el parangón, como cuando una ciudad requiere de un parque: no se cobra la entrada para que se gane la vida, es una inversión que hace el gobierno para satisfacer las necesidades lúdicas de la comunidad. Lo que han hecho los funcionarios con esa frase “es ganarse el puesto y los negocios”:
Lo que se debe hacer con La Merced, dice, es mostrarle a la gente su valor y enseñarle a apreciarlo, hacerlo un objeto de veneración urbana. Además controlar los problemas del barrio con una buena inversión para que haya buenos policías, limpieza, barrenderos… en suma, ordenamiento urbano.
No es posible, denuncia, que los impuestos de la ciudad se distribuyan inequitativamente y se arreglen preferentemente zonas como Reforma, Las Lomas o Polanco, cuando debe mejorarse el entorno de las comunidades que requieren elevar su calidad de vida:
“Se necesita mejorar todo el entorno del claustro, tener un lugar lúdico, de descanso y de intercambio social… Si lo techan para hacer un auditorio es como aceptar que somos incapaces de otra cosa.”
A decir suyo si bien un exconvento completo puede tener funciones en sus diferentes áreas, La Merced al conservar sólo el claustro debería quedar con la luz del sol y sus ambientes naturales.
Podrán dar muchos argumentos para justificar el techo porque van a pelear para tener el dinero, cuando para hacer lo realmente necesario no se necesita mayor escándalo. Y el primer paso, concluye, es tenerlo limpio y con gente preparada para recibir a los visitantes.