Veinte millones de historias tiene la metrópoli de Ciudad de México y otras cien el país entero. Como no podemos contarlas todas buscamos las más sorprendentes, las que explican la vida en una de las mayores ciudades del mundo y en un país donde, según André Breton, el surrealismo es costumbrismo.
Periscopio Chilango
La aventura de sobrevivir al peor tráfico del mundo
Verónica Calderón
Pongamos que usted vive en el sur de la Ciudad de México, una masa urbana de casi 1.500 kilómetros cuadrados (el doble que Nueva York y el triple que Madrid), y tiene que viajar todos los días al oeste de la capital. Es el caso de un dependiente de una tienda de mascotas en un centro comercial que entra a trabajar a las ocho de la mañana. Para llegar a su empleo, en transporte público, en un día normal, debe levantarse a las cuatro y media de la madrugada.
Para los 20 millones de personas que viven en la zona metropolitana de la capital de México, la megalópolis más grande de América Latina y una de las mayores del mundo, salir de casa es una aventura que comienza todos los días. Las constantes manifestaciones, la lluvia, el exceso de parque vehicular, el insuficiente transporte público y hasta el descuido de las aceras convierten a un trayecto cotidiano en el DF en un periplo en el que la única regla es que no hay reglas.
Una cosa a la vez. Si bien el caos urbano no es exclusivo de la capital mexicana (otras ciudades latinoamericanas como São Paulo, Bogotá, Buenos Aires, Caracas o Santiago enfrentan sus propios vía crucis vehiculares), el DF tiene el peor tráfico del mundo, por encima de Pekín, Los Ángeles o Nueva Delhi.
Los habitantes de la Ciudad de México invierten hasta el 47% de sus salarios en transportarse. Un chilango –el gentilicio no oficial de los habitantes del DF– que viva 75 años, habrá pasado cinco perdido en el tráfico, explica Rodrigo Díaz, arquitecto y urbanista del Centro de Transporte Sustentable Embarq. “Hay un excesivo parque vehicular. El promedio de ocupantes por coche en el DF es de 1,2 personas, que es bajísimo”, explica.
Díaz subraya que, pese a las constantes quejas de los automovilistas, los más perjudicados son los usuarios del transporte público. “Una persona que viaja en pesero o microbús pasa el doble de tiempo en sus trayectos”. Y asegura que la inercia ha hecho que la movilidad se solucione con la construcción de más vías. “Hemos construido un segundo piso en el periférico [una de las arterias más importantes en la ciudad] pero eso no soluciona el problema. ¿Luego qué haremos? ¿Construiremos un tercer piso, un cuarto, un quinto? Es alimentar un monstruo que nunca se saciará”.
Y optar por el transporte público tampoco es una tarea fácil. Para un viajero neófito es prácticamente imposible determinar la mejor combinación para transportarse entre las 12 líneas del metro urbano, 94 de autobús, cuatro más de metrobús, ocho de tranvía, 260 estaciones de bicicletas públicas y 1.400 trayectos de microbús.
Por los innumerables atascos, los capitalinos pierden al menos 25.000 pesos anuales (casi 1.900 dólares). Las pérdidas suman 33.000 millones de pesos al año (cerca de 2,5 mil millones de dólares) según la Asociación Mexicana de Transporte y Movilidad (AMTM). Para Díaz, el cálculo es conservador porque “tiene en cuenta solamente el dinero que se pierde en un salario y no la productividad”.
TRABAJO
Personas caminan sobre el Paseo de la Reforma hacia su trabajo el martes 3 de septiembre. La vía permaneció cerrada por manifestaciones. Foto: Yuri Cortez / France Presse
A eso hay que sumar los bloqueos y las manifestaciones. Las protestas de los miembros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) han desquiciado el tráfico de la capital desde el 18 de agosto, pero de ninguna manera son un fenómeno aislado. La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal afirma que, solamente en 2012, más de 3.000 manifestaciones –marchas, en el argot capitalino– paralizaron al menos alguna vía de la ciudad.
¿Hay alguna solución realista? Díaz responde con la frase de los manifestantes del 68: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Afirma que uno de los mayores problemas de la ciudad es que hay muchos automóviles que transportan a muy pocas personas y, también, el desconocimiento de las opciones para aligerar el tráfico. “Muchos hacen trayectos de menos de un kilómetro en coche, por ejemplo”, subraya.
La ironía es que el DF es una de las ciudades con más ventajas para utilizar la bicicleta, menciona. “Tiene buen clima, está bien conectada, es mayoritariamente plana y la mitad de los viajes son menores a ocho kilómetros, que es la distancia propicia para viajar en bici”, enumera. Eso sí, está claro que la bici no resuelve el problema de todos, pero bastante aportan los que pueden. Hay algo de luz al final del túnel. O del atasco.