MUERE SANTIAGO GENOVÉS (Semblanza)
Publicado por Alejandra Sosa Florescano el septiembre 6, 2013 a las 10:16am
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Santiago Genovés
30 de junio del 2002 Vol.3 No.2
Semblanza
Siendo el hombre su sujeto de estudio, en más de 40 años el antropólogo Santiago Genovés Tarazaga se ha dedicado a realizar investigaciones sobre el género, la especie, la raza y el racismo, esto, después de haberse iniciado en sus estudios sobre la evolución del hombre, la paleoantropología y la determinación de la edad y el sexo por medio del análisis de los huesos. Esto lo ha llevado a internarse en el conocimiento de los orígenes del conflicto, la fricción, la agresión y la violencia. En su afán por realizar estudios sobre el comportamiento humano, considera que el conocimiento del hombre traería como beneficio la supervivencia de nuestra propia especie. Para esto emprendió tres viajes en las balsas RA 1, RA 2 y Acalli para cruzar el océano Atlántico, las que, opina, fueron un «laboratorio del comportamiento humano» del que no se podía salir, aunque los dos primeros tuvieron el propósito de verificar la posibilidad de contactos trasatlánticos antes de la expedición de Cristóbal Colón, y el tercero, analizar la conducta de mujeres y hombres.
Santiago Genovés Tarazaga nació en Orense, Galicia, el 31 de diciembre de 1923. Con la emigración de intelectuales españoles, sus padres lo trajeron a nuestro país para posteriormente naturalizarse mexicano. Estudió antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. También es doctor en ciencias antropológicas, grado que obtuvo en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Además es investigador emérito del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.
Expedición a la Violencia es un libro que vino a constituirse en una ampliación de la declaración sobre la violencia, la cual fue adoptada por la UNESCO y por más de cien sociedades científicas del mundo. Al margen de la ciencia ha escrito ensayos sobre Luis Buñuel, Emilio Prados Such, Franz Kafka, George Orwel, Marcel Proust, Pablo Picasso, Ceniceros, Alfonso Reyes, Rius, Rioja y dos libros: El Mar, los Peces y Yo, y El Pájaro Rojo o El Viaje a Nigeria.
De Galicia, donde nació, el doctor Genovés se fue a las Islas Canarias, después a Las Palmas y Marruecos, para posteriormente trasladarse a Valencia, donde vivió los efectos de la Guerra Civil en un campo de concentración. Su siguiente destino geográfico sería México. Afirma que en las migraciones forzadas, los que salen son los que tienen detrás de sí algo más, mientras que los que se quedan son «cedentes». Como ejemplo cita las migraciones de japoneses, irlandeses y alemanes a Estados Unidos. Sobre la migración de españoles a México considera que «la realidad es que en el grupo de gentes, unos 35 000, cuando yo tenía 15 años, venía gente excepcional que perteneció a la muy breve Segunda República Española. Entre esas gentes destacaban siete ex rectores de universidades españolas, y personas como Luis Buñuel, Emilio Prados, León Felipe, Pedro Garfias y Giral, gentes de primera línea». Juzga que en ese entonces perdieron los buenos y ganaron los malos. Ante esta situación recuerda que México tuvo la enorme generosidad, «y eso hay que decirlo siempre», a través del general Lázaro Cárdenas, de darles refugio.
El doctor Genovés supone que si no hubiera sido por México, «pues yo muero en un campo de concentración como cualquiera». Calcula que en esa época la Ciudad de México tenía un millón docientos mil habitantes. Aunque el propósito era que radicaran en provincia, «todo el mundo se quedó en el Distrito Federal, hecho que significó una inyección de cultura en el sentido verdadero, de gente muy buena».
Manifestando que se ha hecho en México y un poco en Inglaterra, estima que la antropología es ciencia y también humanismo, retroalimentación e interacción constante. Es una disciplina, agrega, en la que hay que mantenerse dentro y conservar la objetividad, con la conciencia de que la objetividad es un invento intersubjetivo del hombre. Dice que ha tenido la suerte de conocer a una veintena de grandes hombres y mujeres, entre ellos premios nóbel, científicos, artistas y músicos. Afirma que si le preguntaran el nombre del hombre más destacado que haya conocido, contestaría que ese es Luis Buñuel.
En contraposición con la violencia, en la que ha trabajado mucho, observa que la paz no es un estancamiento «o el padre leyendo el periódico en zapatillas, la señora de la casa tejiendo, un gatito jugando con las madejas de hilo o un niño jugando con un mecano», sino investigación, esfuerzo y audacia. Aduciendo que ha trabajado mucho sobre las razas y el racismo, piensa que en biología humana, en antropología, quien más ha trabajado por la ciencia, el estudio, es él en toda América.
En este sentido ubica al racismo como el factor que más genera violencia. A este respecto, ejemplifica: «él es blanco, el otro negro y uno más amarillo y ahí nos odiamos, ¿verdad?», aunque blancos, negros, amarillos, turcos, yucatecos, chiapanecos y gallegos, prosigue, biológicamente tengan dos ojos mirando al frente, cabeza erguida y con pelo, nariz en la cara, boca al frente, no para abajo, 32 dientes, corazón a la izquierda, hígado a la derecha, dedos «prensibles» con uñas, no con garfios, y uno fundamental. Además, añade que todos caminan en dos pies y que en cuanto a su comportamiento se refiere, cree que a todos les gusta cantar y bailar, respetar a los ancianos, y cuidar a los niños y las mujeres grávidas. Asegura, por otra parte, que en todas las sociedades estamos conscientes de la muerte: «unos le temen más y otros menos, en fin».
Sobre sus estudios de género, el doctor Santiago Genovés habla de la mayor diferencia entre un hombre y una mujer: «ella tiene sus características sexuales primarias y secundarias, mientras que él también posee las suyas. Por la unión de esa diferencia es que estamos aquí. Qué sabia naturaleza. Lo más diferente en nuestra especie, en el hombre y la mujer, es por lo que estamos aquí». Para él está bien claro que existen razas y que éstas son diferentes entre sí, pues se pueden ver a simple vista algunos aspectos genéticos, internos o bioquímicos, lo que no quiere decir que haya razas superiores e inferiores, sino diferencias que se ubican en los campos de la antropología biológica, la antropología social y el humanismo. Reconoce que ha trabajado bastante sobre los orígenes y las fuentes del conflicto, la fricción, la agresión, la agresividad y la violencia. «Las balsas están para eso», explica. Así, considera que la violencia no está genéticamente determinada, porque es un producto de la cultura.
En su incursión en la determinación sexual a través del análisis de los huesos, una tarea básica en cualquier investigación como la medicina forense, el doctor Genovés se introdujo en un cementerio de Teotihuacán y otro de Xochicalco. De sus estudios en estos sitios curiosamente descubrió «que no había mujeres en el pasado», esto, en contraste con los restos de Neanderthal, Cromagnon, Pekín y los de Gibraltad, que la mitad eran de mujeres. Añade que si en los análisis se mezclan hombres y mujeres, comparándolos entre sí para estos fines, es posible llegar a conclusiones sobre la evolución, es decir, las diferencias sexuales.
En el laboratorio de Antropología Física del Museo del Antiguo Palacio del Arzobispado, en la calle de Moneda, el doctor Genovés cuenta que allí tenía los restos de Tepexpan, de los que se creía eran de un hombre alto y mayor, el padre de Mesoamérica, pero resultó que pertenecían a una mujer chaparrita y joven, lo que, añade, desembocó en «un escándalo nacional y medio mundial». Al continuar con sus estudios sobre las diferencias sexuales, se ocupó también de la determinación de la edad y la estatura por medio del análisis de los huesos.
Explica que es bien sabido que la violencia, «la que nos interesa, la generalizada y estandarizada, la generalizada e institucionalizada, comienza paradójicamente con la revolución agrícola, la gran revolución del hombre». Es cuando por primera vez pudimos estar sentados para tomar nuestros alimentos. De la prehistoria, 7000 años antes de la Revolución Agrícola, no se tiene evidencia de violencia institucionalizada y generalizada, explica, pero con esta transformación nos volvimos sedentarios. Así, por motivos que tienen que ver con la orografía, la tenacidad, la inteligencia, la latitud, la lluvia y la fertilidad del suelo, entre muchas otras razones, entonces unos tienen y otros no. De esta manera surgen las ciudades, los grandes imperios, las grandes religiones y los grandes ejércitos y contraejércitos, pero todavía no se da la barbarie, es decir, la violencia institucionalizada, aclara.
Es así como el doctor Genovés se reunió con «14 personas de diversas partes del mundo, cercanos a la violencia: neurólogos, fisiólogos, sociólogos, antropólogos, psicólogos, psiquiatras, historiadores y hasta bioquímicos, para dar al mundo la primera declaración sobre la violencia» en 5 puntos. Esta ha sido adoptada por más de 100 sociedades científicas nacionales e internacionales, así como la UNESCO, señala. Estos 5 puntos, son: «1. La violencia no está genéticamente determinada; 2. La violencia no está inscrita en nuestro cerebro; 3. La violencia no viene de nuestro pasado animal; 4. En el proceso de la evolución no ha habido una selección mayor hacia el comportamiento agresivo o violento, que hacia otros tipos de comportamiento, y 5. La violencia no es hereditaria.
En el plano mundial, es decir, en la guerra, se refiere a que «por matar a la gente te dan medallas, mientras que en la paz te llevan a la silla eléctrica. Muchos fueron los hechos violentos del siglo XX: la primera guerra, que se llama primera porque luego vino la segunda, más todo lo que ha venido después, que es muchísimo: las guerras de España, Irlanda, el País Vasco, Bangladesh, Vietnam, las Coreas y demás conflictos en curso en todo el planeta». Para referirse al efecto en la humanidad, derivado de estos conflictos, ejemplifica: «si pudiéramos poner pies con cabeza, como una macabra cosa, los muertos, yo calculo, darían algo así como 7 vueltas a la tierra. ¡Qué no hubieran logrado esos hombres y mujeres que fueron muertos!. Son millones y millones, ¿qué no hubieran logrado?».
Al referirse a su actividad científica, el doctor Santiago Genovés afirma que «cuando investigamos salen cosas por todas partes que no las esperamos». Para él la investigación es ir en busca de lo desconocido, porque «si ya sabemos lo que vamos a encontrar, no estamos haciendo investigación». Al introducirse en las dos primeras balsas, su propósito era hallar la posibilidad de contactos trasatlánticos antes de la expedición de Cristóbal Colón, pero «vi que una balsa en medio del mar es el mejor laboratorio aislado, inescapable, para estudiar el comportamiento y las relaciones humanas que tienen que ver con el conflicto.
Cuenta el doctor Genovés que la primera balsa, la RA 1, no llegó a su destino porque se hundió «y nos salvamos de puro milagro». Posteriormente se embarcó en la balsa RA 2, en la que uno de los tripulantes no pudo hacer el viaje porque perdió la razón. Esta balsa sí logró atravesar, por lo que la proeza se convirtió en un «éxito mundial, en el sentido de que entonces existe la posibilidad de haberse dado contactos trasatlánticos antes de Colón». De este experimento obtuvo muchos datos sobre las relaciones humanas, aunque, reitera, el propósito no era ese.
Relata que al acudir a la ciudad de Monterrey para ofrecer un seminario sobre la evolución del hombre, el avión donde viajaba fue secuestrado y conducido a Cuba: «en un secuestro, digo, se pasa mucho miedo. Hay pistolas y metralletas y nos iban a matar a todos». Opina que éste también fue un «laboratorio crítico» y que es en las situaciones críticas cuando nos conocemos y estamos más cerca de la verdad. «El secuestro fue interesantísimo. Pasé mucho miedo, como todo el mundo, pero fue muy interesante».
Después de esta experiencia, el doctor Santiago Genovés opinó que había que autosecuestrarse otra vez. Fue entonces cuando se embarcó en la balsa Acalli, «casa en el agua», con 6 mujeres y 4 hombres, «grandes hombres y mujeres de estudio», entre psicólogos, psiquiatras, sociólogos, médicos y sexólogos». Recuerda que la historia fue larga en ese laboratorio aislado e inescapable, en el que se centró sólo en la violencia durante 101 días en el mar. Pudo comprobar, de manera «fehaciente y brutalmente directa», que la violencia se relaciona con la búsqueda de liderazgo y poder. «Es la fuente número uno de violencia». Considera que tal vez la segunda fuente de violencia es el cambio de roles, en nuestros papeles de jefes, amigos, hijos y padres, por ejemplo. Así, hace resaltar que nos pasamos el día cambiando de roles y que cuando ese cambio es muy súbito, se origina el conflicto. Opina que en el mundo se considera como posible que el de Acalli sea el experimento más esencial sobre las relaciones humanas que se haya hecho.
Desde su película ¿La Pax? el doctor Santiago Genovés dio muestras de su gran interés por el fenómeno de la violencia. Con relación a este «buen documento sobre violencia», el reconocimiento de su esposa fue tal que le dijo: «Santiago, tú ya te puedes morir», expresión que recibió como «el mejor piropo que jamás haya recibido en mi vida. Bueno, era mi mujer y me quería mucho». Sobre esta producción, dice: «que yo sepa, hasta hoy en todo el mundo nadie ha hecho una sola película en serio, para deshacer entuertos, malentendidos, tabúes o preconcepciones sobre la violencia».
Sobre el conocimiento científico afirma que nadie puede darle un valor menor al que merece, porque estamos vivos gracias a él. Después de la ciencia, prosigue, viene la tecnología, que es «un magnífico instrumento, un enorme instrumento, pero sólo eso, no un ser pensante», gracias al cual «ponemos, vemos, subimos y bajamos para ir a donde debamos ir». Lo que no podemos dejar es que la tecnología nos avasalle, agrega.
El doctor Santiago Genovés comenta que como Homosapiens, como pomposamente nos hacemos llamar, aún nos falta mucho todavía. «Desde el zapatero, el violinista, el miembro de un coro y la costurera, inconscientemente todos queremos saber más, hacer mejor las cosas, aunque a veces para hacer daño a otros. Los que trabajamos en centros de estudios estamos conscientes de que lo que nos divierte, lo que nos gusta, es ir en busca de lo desconocido». Metafóricamente, estima que si un investigador de cualquier nivel concibe que encontrará «lo que hay detrás de esa puerta, descubrirá que hay un salón mucho más grande con muchas más puertas, es decir, que ha encontrado un sitio ‘chiquito’ que conduce a más conocimiento. La búsqueda de conocimiento no tiene límite. Yo creo que la base es esa».
El doctor Santiago Genovés percibe que todo lo que hace el hombre es cultura, incluyendo la ciencia política, la economía, la medicina, la antropología, así como el quehacer de los camareros, Maradona, Hugo Sánchez y el gordo Valenzuela. En particular, considera que la investigación es el mejor antídoto para el aburrimiento y que no termina nunca, aunque sí produce ansiedad. Recuerda que cuando «era pequeñito, en España, ser maestro era ser alguien y a todo el mundo le gusta ser alguien, aunque no se sea maestro para ganar dinero, no obstante lo que se requiere es educación, educación, más educación y más recontraeducación, desde chiquitines, para lo cual hay que predicar con el ejemplo».
Fuente: Revista UNAM