Nuestra técnica contrastó con la plástica de los europeos, dice la pintora Silvia Rodríguez
Tres artistas mexicanas llevaron el uso del color a un monasterio de Serbia
Debemos difundir en el extranjero la carga cultural de lo que hacemos, expresa a La Jornada
Integrantes de la residencia artística desarrollada en un monasterio de Studenica, Serbia, en la cual participaron las mexicanas Silvia Rodríguez, Nunik Sauret e Ireri Topete
Mónica Mateos-Vega
La Jornada
El rasgo distintivo de los artistas mexicanos es el uso del color, cualidad innata que gusta y llama la atención cuando se trabaja en el extranjero, señala Silvia Rodríguez, pintora, dibujante, grabadora y académica de la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
La profesora participó hace unos meses en la edición 38 de la Colonia Artística de Studenica, organizada por varios curadores de arte en Serbia, en la cual cada año se invita a creadores de todo el mundo a pasar varios días en un monasterio en ese país, durante los cuales deben realizar una obra, inspirados por su entorno.
En esa residencia artística participaron tres mexicanas: Rodríguez, Nunik Sauret e Ireri Topete, quienes tuvieron oportunidad de conocer e interpretar Studenica, una de las construcciones sacras más importantes en la región de los Balcanes.
Monasterio del siglo XII
Se trata de un monasterio ortodoxo construido entre los años 1183 y 1196 que resguarda frescos bizantinos, de gran valor no sólo para la memoria artística de Serbia, sino también para la historia de Europa del este. Desde 1986, ese recinto se encuentra en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
“Fue una experiencia donde nuestra técnica contrastó con la obra plástica de los europeos, pues nuestra percepción visual difería de lo que ellos acostumbran. Nos distingue no sólo el clima, la situación geográfica, la idiosincrasia, sobre todo la necesidad que tenemos como artistas de adaptar los materiales que están a nuestro alcance y experimentar con ellos en la aplicación a nuestras propuestas creativas.
Por eso, es muy importante que los artistas mexicanos trabajemos mucho para participar en intercambios internacionales y tener la oportunidad de conocer no sólo qué se hace fuera de nuestro país, sino que el creador mexicano logre una presencia en el extranjero y aproveche la carga cultural de su obra, añade Silvia Rodríguez en entrevista.
La docencia, continúa, me ha llevado a una experiencia constante de renovación, tanto en mi profesión como en el terreno creativo, es una simbiosis necesaria para la vida. Mediante la producción artística se genera un conocimiento que, si no se aplica en la docencia, existe el riesgo de que se desvanezca con el tiempo.
Silvia Rodríguez, Nunik Sauret e Ireri Topete fueron invitadas a participar en la Colonia Artística de Studenica, por su colega Leposava Miloseviç Sibinoviç, también curadora y quien se encarga de promover la obra de diferentes artistas internacionales en Belgrado.
“La experiencia creativa compartida en un mismo lugar y mismo tema fue para cada artista extranjero un elemento enriquecedor dentro de la convivencia, así como el conocer la propuesta técnica de cada uno. Estar en una reserva de la biosfera en medio del bosque y alejada de la tecnología es una sensación muy reconfortante que potencia la creatividad y la contemplación, que en una ciudad tan aglomerada como el Distrito Federal se esfuma.
El lugar me introdujo a un éxtasis espiritual donde la forma y el color fluyeron; estar en un monasterio en medio del bosque, sin los distractores a que estamos acostumbrados en la mega ciudad en que vivimos, me hizo sentir una experiencia de sanación espiritual.
Intuición y sensibilidad
“La expresión plástica –prosigue Silvia Rodríguez– fue en relación con el monasterio de Studenica, construcción de mármol blanco con arquitectura románica, que dentro resguarda frescos bizantinos que narran la vida de los reyes en esa época y es reflejo directo de la religión ortodoxa a la cual rinden culto”.
El arte, dice, es una necesidad interna relacionada con la intuición, la sensibilidad, la manera de captar las cosas holísticamente y transformarlas y plasmarlas en la pintura. El trabajo constante, el conocimiento y la disciplina es lo que modera, en mi caso, la acción creativa donde el color y la textura me conducen a excavar en un camino pétreo y ancestral, con el cual he trabajado en los albores de este siglo.