Chano Pozo (1915 – 1948)
El mito del tamborero
Cuba es cuna de grandes tamboreros, pero ninguno de mayor trascendencia que Chano Pozo.
En su breve vida de 33 años, el músico dejó huella imborrable en la música folclórica, popular y el jazz.
El éxito le llega pronto.
Antes de consagrarse en Estados Unidos a los 31, ya estaba en boca de todos en su país natal, paseándose por La Habana en el lujoso carro del año, vestido por los mejores sastres, en compañía de hermosas mujeres.
La prensa de la época reporta que el joven percusionista muere baleado por un vendedor de marihuana en un bar neoyorquino, el 3 de diciembre de 1948.
A nadie sorprende el violento final de Pozo.
Al conquistar la fama no abandona su origen y costumbres solariegas.
En el solar, las discusiones se resuelven de manera decisiva, con los puños, las navajas o las balas, de ser necesario.
Hace casi treinta años, Leonardo Padura publica el relato La noche triste de Chano Pozo.
En su espacio predilecto -a mitad del camino entre el periodismo y la ficción- Padura se zambulle en el pasado entrevistando a quienes conocieron en vida al fatídico músico y emerge con su propia versión de los hechos.
Los tambores son sagrados.
En su prisa por la vida, Chano deja para mañana hacerse el santo, como todo tamborero que se precie.
A los santos, no hay que hacerlos esperar.
El relato de Padura brilla con luz propia. Comparte la pasión por la dislocada historia y cultura cubanas que iluminan sus novelas.
Sabueso innato desde sus primeros pasos en el periodismo, Padura se rige por el dictum de André Gide: «Cree en todos los que buscan la verdad, duda de quienes la encuentran; duda de todo, pero no de ti mismo».
En más de medio siglo de revolución, Cuba no ha producido un escritor de semejante sagacidad, imaginación, talento, como para moverse tan cómodamente entre el periodismo y la ficción.
Ahora, con la publicación de un eBook (a la venta en 51 países a través de la tienda iTunes) el relato de Padura cobra nueva vida con impactantes imágenes de su amigo de juventud, el genial dibujante cubano Ajubel, radicado en Valencia desde 1991.
La última noche de Pozo aparece iluminada por una luna perfectamente blanca, redonda y solitaria. El avión que lleva al tamborero a Nueva York parece un ataúd con alas.
El gélido invierno neoyorquino se tiñe del azul de la melancolía. Los peatones deambulan escondidos en sendos fedoras y abrigos de la lana. Los ojos achinados de Pozo destellan la fiebre de su ritmo sin par.
Lejos de ahí, en una rústica silla de madera, Santa Bárbara empuña su espada la víspera de su día al calor de una velita y una ofrenda de alcohol.
La noche triste de Chano Pozo es la primera entrega de la colección Memorias de Cuba que incluirá otros cinco relatos de Padura llevados -como el primero- a nueva dimensión por flamantes imágenes de Ajubel.
Para este lector el saldo de La noche triste… es razón de júbilo.
Te induce a buscar grabaciones de los cuarenta para escuchar nuevamente el hondo repicar, ancestral y contundente, de los tambores de Chano Pozo.
No se puede pedir más.
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Ejemplo de creador para las nuevas generaciones de percusionistas cubanos, Chano Pozo nació en La Habana el siete de enero de 1915, y desde pequeño vivió en carne propia el rigor de la discriminación racial en la Cuba anterior a la de Fidel Castro.
Limpió zapatos y vendió periódicos, tocó música en muchos lugares y hasta bailó en la conocida comparsa habanera de «Los Dandy».
Fue calificado por el etnólogo e investigador de la cultura afrocubana Don Fernando Ortiz como un revolucionario musical por su influjo directo, inmediato y eléctrico.
Su pertenencia a la Sociedad Secreta Abakuá, explica el dominio perfecto que tuvo de los tambores propios del rito.
En el libro ¡Caliente! del investigador belga, Luc Delannoy se señala que cuando Chano vivía en La Habana, tenía costumbre de tocar ritmos sagrados en sus congas, así como de cantar temas abakuás y yorubás.
Chano Pozo era hermano del famoso trompetista Félix Chapotín, admirador de Rita Montaner, e imán de las transmisiones públicas de la estación de Radio Cadena Azul.
En la década de los cuarenta, Chano Pozo, cubano inyectó al jazz norteamericano de una nueva y vigorosa energía, gracias a la visión del músico Mario Bauzá.
Trabajó junto a figuras de la talla de Charlie Parker y Dizzy Gillespie, siendo con Dizzy cuando popularizó el conocido tema de «Manteca».
La fulgurante carrera de Chano Pozo, en Estados Unidos comenzó en 1942, cuando abandonó la Orquesta de Machito, para unirse en Chicago al conjunto de los «Jack Cole Dancers».
«Manteca» se dio a conocer en el mundo del jazz en 1947, durante la presentación de una bigband a nombre de Pozo y Gillespie.
En aquel concierto intervinieron otras dos glorias del Jazz mundial, el pianista John Lewis, quien fundaría luego el Modern Jazz Quartet, y el baterista Kenny Clarke, uno de los padres del Bebop.
En «Caliente», otra de las grandes composiciones de Chano Pozo, Delannoy recuerda que el estilo de Chano llevó gradualmente a Gillespie a correr cada vez más riesgos musicales, lo cual desembocó en una fusión perfecta: la de un genio de la armonía del Jazz con un genio de los ritmos afrocubanos.
En el mismo año de su llegada a New York, Chano Pozo, abrió un club latino en el Palladium que se llamó como una canción suya, «Blen Blem», tema que ha sido usado en varios textos literarios y musicales de Guillermo Cabrera Infante.
Fue la opinión y la influencia de Mario Bauzá, la que inclinó a Dizzy Gillespie a contratar a Chano Pozo, con lo que se logró uno de los momentos estelares en la historia del jazz latino. Miguelito Valdés, en Nueva York, y Rita Montaner, en La Habana, le dieron impulso para que continuara en EE.UU. su carrera de compositor, tamborero, cantante y bailarín de rumba, pero repentinamente y en medio de un gran misterio se da a conocer el fallecimiento del percusionista.
Hay varias versiones de como ocurrió, pero lo seguro es que Chano Pozo no pudo actuar la noche del 3 de diciembre de 1948 junto a Mario Bauzá y Miguelito Valdés. Leonardo Padura llamó a Bauzá para comunicarle el asesinato de Chano Pozo en Lenox, entre las calles 111 y la 112.
Sea como ocurriese, lo cierto es que Chano Pozo, a pesar de su juventud, está en la historia del jazz latino por méritos propios y de su estilo como percusionista, han bebido varias generaciones de músicos cubanos como, Angá, Tata Güines, o Patato Valdés.
Un relato escrito hace 30 años por Leonardo Padura sobre el músico cubano, se convierte en e-book con ilustraciones de Ajubel
Nat Chediak es autor, junto a Fernando Trueba de ‘Diccionario de jazz latino’.