La Academia Mexicana de la Lengua adquiere la biblioteca de
Bonifaz Nuño
Bonifaz Nuño en un retrato de octubre de 2008. Foto: Octavio Gómez |
MÉXICO, D.F. (apro).- A dos años del fallecimiento del poeta, traductor y profesor universitario Rubén Bonifaz Nuño, la Academia Mexicana de la Lengua informa que adquirió la biblioteca personal del autor de Los demonios y los días y Siete de espadas.
Jaime Labastida, presidente de esta institución, explica que será instalada en la nueva sede de la Academia en Coyoacán como un acervo propio, en el Fondo Rubén Bonifaz Nuño “que estará a disposición de los interesados a partir del próximo año, una vez que concluya la construcción del nuevo recinto”.
Bonifaz Nuño nació el 12 de noviembre de 1923 en Córdoba, Veracruz, y falleció el 31 de enero de 2013. Paloma Guardia, su secretaria en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) por 33 años y su heredera, detalla en entrevista que la biblioteca consta de cerca de 9 mil volúmenes:
“Es especializada en temas latinizantes y la voluntad del doctor Bonifaz Nuño era que su biblioteca personal se quedara en México y volviera a manos de los estudiantes, es por eso que me acerqué a esta institución para ver si la quería obtener, y la respuesta fue positiva”.
Rememora que buscó a Labastida:
“Es un legado muy importante y no quería equivocarme en cuanto a qué hacer con sus cosas, por eso platiqué con varios amigos del doctor, por ejemplo, con Diego Valadés, quien me ha apoyado en todo. Él me recomendó que buscara a Labastida, amigo de Bonifaz Nuño, y eso hice, y se efectuó un inventario de la biblioteca, ya cuando tuvo esta información en sus manos, y vio qué libros había, decidió. Quien más sabía de libros era don Gregorio Villagómez, quien fue a la biblioteca y me comentó: ‘Yo no sé si la Academia quiera este acervo, pero será un lujo para quien se quede con él’.”
–¿Cómo adquirió esos volúmenes el investigador emérito de la UNAM (1989) e investigador nacional emérito (1992)?
–En el país y en sus viajes alrededor del mundo siempre buscaba librerías de viejo, por ejemplo, con don Ubaldo López obtuvo muchísimos. Era su pasión, su vicio y su perdición meterse en librerías y buscar este tipo de libros, como ediciones de la La Ilíada, de los clásicos grecolatinos principalmente.
Guardia expresa que había varias opciones, pero no le convencían que quedara dicho acervo en otros lugares, “y me pareció maravilloso cuando Labastida dio el sí, ya vi los planos de cómo va a quedar la Academia y me parece precioso el lugar, y es sensacional que se haga un apartado especial con su nombre”.
Contenta, subraya:
“Yo seguiré luchando por la memoria y nombre de Bonifaz Nuño. Mientras tenga fuerza. Fue un hombre sabio, muy humano, bondadoso y gentil. Siempre ayudaba a las personas. Que quede ahí la biblioteca y la consulten los estudiantes, era lo que él quería. Este 31 de enero a las 18:30 horas cumple dos años de fallecido.”
Labastida cree que va a permanecer como legado de Bonifaz Nuño, su gran poesía:
“Hay dos o tres libros, ya no digo poemas, dos o tres libros suyos, que son verdaderamente excepcionales: Los demonios y los días, El manto y la corona y Fuego de pobres. Pero sobre todo El manto y la corona que es un largo poema de amor, desgarrado, bellísimo, eso va a permanecer, yo creo que además su poesía fue influida por el ritmo de la poesía latina. Gracias a su dominio del latín y el griego, hizo traducciones de textos clásicos como La Ilíada, que el mismo poeta llamaba versiones rítmicas.”
Además, asegura Labastida, se trata de un personaje que “no solamente fue traductor de las lenguas clásicas, también fue especialista en náhuatl, esto se nota muy claramente a partir de Fuego de pobres, pero además fue un hombre importante en la cultura nacional y en la cultura universitaria, pues duramente un largo tiempo él influyó de manera directa en el rumbo de la cultura nacional”.
Bonifaz Nuño estudió derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia y obtuvo el doctorado en letras clásicas. Se inició como profesor de latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde ocupó diversos puestos, desde jefe de redacción de la Dirección General de Información, hasta fundador y director del Instituto de Investigaciones Filológicas, así como de la Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana.
Recibió numerosas distinciones como el Premio Nacional de Ciencias, Letras y Artes en 1974, la Orden del Mérito en el grado de Comendador de Italia en 1977, el Premio Universidad Nacional en 1990 y el doctorado honoris causa por la Universidad Veracruzana en 1992, además de la Medalla Conmemorativa del Palacio de Bellas Artes en 1997 y en 2000, el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde.