“Todos necesitamos la música, sin ella no podemos vivir” : Murió Nikolaus Harnoncourt
El pensador, director de orquesta, violonchelista y líder de la filosofía musical en torno al significado de la música en nuestras vidas y artífice de la renovación del estilo barroco y el sonido de las orquestas contemporáneas, Nikolaus Harnoncourt, falleció en su residencia austriaca a los 86 años, exactamente dos meses después de despedirse mediante una carta escrita de su puño y letra y que se repartió en facsímil en los programas de mano de su último concierto, en el Musikverein de Viena.
El anuncio lo hizo su viuda, Alice, con quien Nikolaus fundó hace 63 años la orquesta Concentus Musicus, con la cual revolucionó la manera de hacer música antigua, persiguiendo lo que él consideraba la autenticidad, “la verdad”, utilizando instrumentos originales de época o bien réplicas fieles. Siguió un procedimiento similar con el repertorio subsiguiente, aplicando el canon vigente en la época en que Mozart, Beethoven, Brahms y otros cuyas partituras renovó, siguieron.
Como pensador, lega textos invaluables, recogidos algunos de ellos en el libro “La música como discurso sonoro” (editorial Acantilado, distribuido en México por Colofón).
“Todos necesitamos la música, sin ella no podemos vivir”, escribió ahí.
Cuanto más ahondemos y más intensamente nos esforcemos en comprender la música –argumentó—“más podremos ver lo que es esa música, muy por encima de la belleza, cómo nos cautiva e inquieta con la variedad de su lenguaje”.
Al final, discurrió, “a través de la música así entendida de Monteverdi, Bach o Mozart, tendremos que reencontrar la música de nuestro tiempo, pues habla nuestra lengua, es nuestra cultura y la continúa. ¿No tendrá mucho que ver con lo que hace nuestro tiempo tan inarmónico y terrible el hecho de que el arte ya no esté involucrado en nuestras vidas?”.
Su preocupación estribaba en que, “creyendo todavía en la fuerza transformadora de la música, tenemos que ver cómo el espíritu general de nuestro tiempo la ha desplazado de su posición central: de lo conmovedor a lo bonito”.
La música, deploraba, ha pasado a ser un ornamento, limitada solamente a ser “bella”, cuando la música actual, decía, “no puede cumplir con esa exigencia, ya que por lo menos refleja –como cualquier arte—la situación espiritual de su tiempo, o sea del presente”.
Una reflexión honesta sobre nuestra situación espiritual “no puede ser sólo bella”. Ver la realidad resulta molesto para las personas y por eso, en afán de evasión, la limitan a mero ornamento, fundamentaba Harnoncourt.
Comprender la música, entonces, tiene que formar parte de la educación general, para regresar a su poder original: el de transformar a las personas.
A eso consagró su vida El pensador, director de orquesta, violonchelista y líder de la filosofía musical en torno al significado de la música en nuestras vidas y artífice de la renovación del estilo barroco y el sonido de las orquestas contemporáneas, Nikolaus Harnoncourt, falleció en su residencia austriaca a los 86 años, exactamente dos meses después de despedirse mediante una carta escrita de su puño y letra y que se repartió en facsímil en los programas de mano de su último concierto, en el Musikverein de Viena.
El anuncio lo hizo su viuda, Alice, con quien Nikolaus fundó hace 63 años la orquesta Concentus Musicus, con la cual revolucionó la manera de hacer música antigua, persiguiendo lo que él consideraba la autenticidad, “la verdad”, utilizando instrumentos originales de época o bien réplicas fieles. Siguió un procedimiento similar con el repertorio subsiguiente, aplicando el canon vigente en la época en que Mozart, Beethoven, Brahms y otros cuyas partituras renovó, siguieron.
Como pensador, lega textos invaluables, recogidos algunos de ellos en el libro “La música como discurso sonoro” (editorial Acantilado, distribuido en México por Colofón).
“Todos necesitamos la música, sin ella no podemos vivir”, escribió ahí.
Cuanto más ahondemos y más intensamente nos esforcemos en comprender la música –argumentó—“más podremos ver lo que es esa música, muy por encima de la belleza, cómo nos cautiva e inquieta con la variedad de su lenguaje”.
Al final, discurrió, “a través de la música así entendida de Monteverdi, Bach o Mozart, tendremos que reencontrar la música de nuestro tiempo, pues habla nuestra lengua, es nuestra cultura y la continúa. ¿No tendrá mucho que ver con lo que hace nuestro tiempo tan inarmónico y terrible el hecho de que el arte ya no esté involucrado en nuestras vidas?”.
Su preocupación estribaba en que, “creyendo todavía en la fuerza transformadora de la música, tenemos que ver cómo el espíritu general de nuestro tiempo la ha desplazado de su posición central: de lo conmovedor a lo bonito”.
La música, deploraba, ha pasado a ser un ornamento, limitada solamente a ser “bella”, cuando la música actual, decía, “no puede cumplir con esa exigencia, ya que por lo menos refleja –como cualquier arte—la situación espiritual de su tiempo, o sea del presente”.
Una reflexión honesta sobre nuestra situación espiritual “no puede ser sólo bella”. Ver la realidad resulta molesto para las personas y por eso, en afán de evasión, la limitan a mero ornamento, fundamentaba Harnoncourt.
Comprender la música, entonces, tiene que formar parte de la educación general, para regresar a su poder original: el de transformar a las personas.
A eso consagró su vida Nikolaus Harnoncourt, nacido en la rancia nobleza austriaca, que transformó en nobleza en el sentido de hacer de su trabajo un servicio a favor de los demás.
Nació en Berlín por mera circunstancia, pero creció, se educó y trabajó toda su vida en Austria.
Nació como Johann Nicolaus, conde de la Fontaine y de Harnoncourt-Unverzagt, bisnieto del archiduque Johann de Austria de Estiria, en línea directa de la madre del músico, Ladislaja Gräfin von Meran.
Nikolaus Harnoncourt es un referente de la vida musical del mundo hoy en día. Al morir se termina una era, como bien anotó este sábado 5 de marzo, Thomas Angyan, director de la Musikverein, cuando confirmó la noticia del deceso. Aunque no se dio a conocer el dato de manera oficial, los rumores apuntan a un padecimiento grave de cáncer.
Gracias a Harnoncourt la manera de pensar, ejecutar y entender la música ha cambiado para mejorar.
Un indicativo de su pensamiento lo podemos observar en la manera como titulaba sus discos: “Mozart´s Instrumental Oratorium”, para referirse a las últimas tres sinfonías de ese autor, y las hace sonar de manera sorpredente, inimaginada y con mayor belleza y entendimiento y de quien también grabó obras prácticamente desconocidas, como la partitura monumental que co-escribió con Ignaz Franz von Mosel: “Timotheus oder die Gewalt der Musik (Timoteo ó el poder de la música”), Grosse Kantata nach Handels Das Alexander-Fest” (Gran Cantata a partir de La Celebración a Alejandro, de Handel). O bien los celebérrimos Conciertos de Brandenburgo de Bach, que suenan de manera muy diferente a la conocida hasta entonces, bajo el bello y elocuente título de “Concertos Avec Plusiers Instruments” (Conciertos con Instrumentos Varios).
Nikolaus Harnoncourt encabezó un vasto movimiento de renovación, con sentido historicista, de la música del barroco e integrado entre otros por los hermanos belgas Sigislaw y Wieland Kuijken, el clavecinista holandés Gustav Leonhardt (con quien grabó todas las Cantatas de Bach) y John Eliot Gardiner, autor de un bello y voluminoso libro: “La música en el castillo del cielo. Un retrato de Johann Sebastian Bach” (editorial Acantilado, también distribuido por Colofón).
Ha muerto un gigante y con él termina una era, la de los grandes que cambiaron la manera de pensar, interpretar y amar la música.
“Todos necesitamos la música, sin ella no podemos vivir”. Funja su frase a manera de epitafio., nacido en la rancia nobleza austriaca, que transformó en nobleza en el sentido de hacer de su trabajo un servicio a favor de los demás.
Nació en Berlín por mera circunstancia, pero creció, se educó y trabajó toda su vida en Austria.
Nació como Johann Nicolaus, conde de la Fontaine y de Harnoncourt-Unverzagt, bisnieto del archiduque Johann de Austria de Estiria, en línea directa de la madre del músico, Ladislaja Gräfin von Meran.
Nikolaus Harnoncourt es un referente de la vida musical del mundo hoy en día. Al morir se termina una era, como bien anotó este sábado 5 de marzo, Thomas Angyan, director de la Musikverein, cuando confirmó la noticia del deceso. Aunque no se dio a conocer el dato de manera oficial, los rumores apuntan a un padecimiento grave de cáncer.
Gracias a Harnoncourt la manera de pensar, ejecutar y entender la música ha cambiado para mejorar.
Un indicativo de su pensamiento lo podemos observar en la manera como titulaba sus discos: “Mozart´s Instrumental Oratorium”, para referirse a las últimas tres sinfonías de ese autor, y las hace sonar de manera sorpredente, inimaginada y con mayor belleza y entendimiento y de quien también grabó obras prácticamente desconocidas, como la partitura monumental que co-escribió con Ignaz Franz von Mosel: “Timotheus oder die Gewalt der Musik (Timoteo ó el poder de la música”), Grosse Kantata nach Handels Das Alexander-Fest” (Gran Cantata a partir de La Celebración a Alejandro, de Handel). O bien los celebérrimos Conciertos de Brandenburgo de Bach, que suenan de manera muy diferente a la conocida hasta entonces, bajo el bello y elocuente título de “Concertos Avec Plusiers Instruments” (Conciertos con Instrumentos Varios).
Nikolaus Harnoncourt encabezó un vasto movimiento de renovación, con sentido historicista, de la música del barroco e integrado entre otros por los hermanos belgas Sigislaw y Wieland Kuijken, el clavecinista holandés Gustav Leonhardt (con quien grabó todas las Cantatas de Bach) y John Eliot Gardiner, autor de un bello y voluminoso libro: “La música en el castillo del cielo. Un retrato de Johann Sebastian Bach” (editorial Acantilado, también distribuido por Colofón).
Ha muerto un gigante y con él termina una era, la de los grandes que cambiaron la manera de pensar, interpretar y amar la música.
“Todos necesitamos la música, sin ella no podemos vivir”. Funja su frase a manera de epitafio.