Rafael Nadal y Roger Federer

Rafael Nadal y Roger Federer

Melbourne.

Rafael Nadal y Roger Federer revivirán el domingo en la final del Abierto de Australia el gran clásico del tenis después de que el español ganara hoy al búlgaro Grigor Dimitrov una auténtica batalla por 6-3, 5-7, 7-6 (7-5), 6-7 (4-7) y 6-4 después de cuatro horas y 56 minutos.

Con el enésimo triunfo con sabor a épica de su carrera, Nadal regresó a sus 30 años a una final de Grand Slam desde Roland Garros 2014, cuando ganó sobre la arcilla parisina el último de sus 14 grandes.

El español tumbó a Dimitrov y a su excelso revés a una mano en una semifinal agónica que fue una demostración de fe y de confianza. Ya no hay dudas, el Nadal de la ansiedad ya está enterrado. Hoy volvió a rugir como en esas grandes victorias que lo convirtieron en leyenda.

«Estos partidos y esta manera de competir me da lo que necesito para seguir compitiendo. Ha sido uno de los mejores partidos de mi carrera, sin duda», señaló Nadal. Y que esas palabras salgan de la boca de Nadal, que con la del domingo habrá disputado 21 finales de Grand Slam, dice mucho de la calidad del tenis que se vio.

«Ha sido un partidazo, hemos jugado puntos fantásticos, muy bonitos, de aguantar una más, dando golpes de gran nivel. Es difícil poder pedir más a un partido de tenis. Ha tenido de todo. Me siento muy feliz de haber sido parte de este partido. Es uno de esos especiales dentro de mi carrera», añadió tras el duelo en la Rod Laver Arena.

Campeón en Australia en 2009, el español quedó a una victoria de convertirse en el primer tenista de la historia de la Era Abierta en ganar dos veces cada Grand Slam. En su palmarés lucen nueve Roland Garros, dos Wimbledon, dos US Open y un Abierto de Australia.

El domingo tendrá la oportunidad de conquistar su décimo quinta corona, desempatar con Pete Sampras y acortar la distancia con las 17 de Federer. El suizo ya esperaba en la final tras su victoria del jueves sobre Stan Wawrinka.

Rivalidad con historia

Protagonistas de una de las mayores rivalidades de la historia del tenis y del deporte, Federer y Nadal ya jugaron ocho partidos por la copa de un Grand Slam. El balance es de 6-2 para el español, que únicamente perdió con Federer en dos finales sobre la hierba de Wimbledon.

«En la historia reciente de nuestro deporte es un partido de los más especiales que se han vivido. Y poder disfrutarlo una vez más… Creo que quizá la gente no se imaginaba esto después de donde veníamos, pero aquí estamos. Hay que estar agradecidos a la vida por estar aquí», indicó Nadal, que, al igual que Federer tuvo un 2016 marcado por las lesiones.

De hecho, la rodilla del suizo y la muñeca del español tuvieron en parte la culpa de que la final de Basilea 2015 sea su último choque.

Para la última final de Grand Slam hay que rebobinar la rivalidad un poco más, hasta Roland Garros 2011.

Melbourne Park llevaba ya varios días suspirando por un rencuentro de Nadal y Federer en la gran final. Sin embargo, hace apenas unas semanas parecía una utopía su enfrentamiento número 35. Durante su ausencia por lesión, el español y el suizo cayeron en el ranking hasta los puestos nueve y 17, respectivamente, y llegaron a Australia entre interrogantes.

Federer y Nadal ya jugaron por el título en Australia una vez, en 2009, cuando Nadal se impuso en cinco sets y su rival acabó llorando en la ceremonia de premiación.

En aquella ocasión, Nadal había ganado en semifinales una batalla ante Fernando Verdasco de más de cinco horas. Hoy tuvo un desafío similar ante Dimitrov.

Al búlgaro, que a sus 25 años podría regresar el lunes al «top ten», le gusta el tenis de ataque, sin concesiones. Apodado «Baby Federer» desde que irrumpió en el circuito -hoy se vio de nuevo por qué-, Dimitrov llegó al duelo con Nadal en plena racha. Diez victorias en los últimos partidos y título en Brisbane hace dos semanas hablaban de un tenista con la confianza por las nubes. Mucha culpa de ello tiene su entrenador desde agosto, el venezolano Daniel Vallverdú. «Devolvía bolas como si fuera (Novak) Djokovic. Devolvía todas y te las ponía en la línea», indicó Toni Nadal, tío y técnico del jugador español, tras el encuentro.

Sin embargo, el Nadal que tenía enfrente también desborda seguridad y fe en sí mismo. Hoy lo demostró cuando la derecha, su mejor golpe, no le hacía ganar puntos. El «drive» no funcionaba, pero la cabeza le iba a las mil maravillas.

El partido fue una montaña rusa de emociones y parecía en la mano de Nadal cuando se colocó 2-1 en sets. El español sólo había perdido tres de las 23 semifinales de Grand Slam que había jugado, pero Dimitrov insistía una y otra vez con sus pelotas a la línea. Quería más batalla, quería llegar a su primera final de Grand Slam.

Todo se acabó decidiendo en el quinto y el búlgaro parecía llegar más entero tras encontrar su mejor tenis en el cuarto parcial. Pero Nadal es quizás el mejor competidor que vio el tenis, un jugador que disfruta sufriendo, que nunca pierde la fe.

Cuando iba 4-3 abajo, salvó dos pelotas de break, prácticamente dos match points. «Rafa, eres dios», gritaban desde la grada mientras Nadal rugía en la cancha.

No era dios, pero estaba iluminado en ese momento y rompió en el noveno juego. Le quedaba ganar su saque para volver a la final de un grande. Y lo hizo.

«La fe, la valentía y la confianza que ha tenido Nadal ha sido clave.

Por momentos se ha visto superado y ha seguido ahí. Ha estado más fuerte de cabeza», analizó tras el partido Carlos Moyá, que se unió recientemente al equipo de Nadal.

Y Dimitrov resumió la batalla a la perfección con siete palabras: «Hoy Rafa demostró por qué es Rafa».