El rey maya que se escondió en un clóset
EL PAÍS visita el rodaje de ‘Museo’, protagonizada por Gael García Bernal, sobre el robo al Museo de Antropología de México en 1985
LUIS PABLO BEAUREGARD
El País
México
México amaneció con una terrible noticia la Navidad de 1985. El Museo de Antropología, uno de sus símbolos culturales, fue robado en Nochebuena. Pocos recuerdan el suceso porque la memoria de los mexicanos aquel año estaba aún sepultada bajo los escombros del terrible terremoto ocurrido tres meses atrás. Pero el hecho escandalizó a la sociedad y al mundo de la cultura. El escritor Salvador Elizondo dedicó al saqueo una larga entrada en su diario personal después de que los reporteros del diario Unomásuno lo llamaran para hacerle preguntas. “Les dije que es un caso típico de Sherlock Holmes”. Y fue más allá. Se atrevió a pensar en un cuento basado en esta historia. Comenzaba así: “It was a bleak Christmas morning when…No: it was the night before Christmas in Patrimonio Cultural”.
Pero esa historia nunca se escribió. Algunos periodistas afirman que Gabriel García Márquez se dijo tan escandalizado por el acto que el coraje le arrancó la promesa de escribir sobre el robo. Tampoco sucedió. Tomó más de 30 años para que un grupo de cineastas decidiera convertir este magistral golpe delictivo en una obra de ficción. Fue Manuel Alcalá, de padre periodista, el que comenzó a investigar qué fue lo que llevó a Carlos Perches Treviño y a Ramón Sardina García, dos fósiles de la escuela de veterinaria de la Universidad Nacional, a planear durante seis meses la mejor forma de profanar el templo creado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez para extraer 143 piezas de la sala maya. “Es una reflexión sobre la cultura en México: cómo la guardamos, cómo la consumimos y cómo la apreciamos”, menciona el guionista.
UN REPARTO INTERNACIONAL
La película fue rodada, además de Satélite y la Ciudad de México, en Acapulco, Guerrero y en Palenque, Chiapas, adonde los ladrones fueron dirigidos por el fetiche de las piezas. La cinta también cuenta con las actuaciones del chileno Alfredo Castro (Desde Allá, El club), las mexicanas Ilse Salas (Cantinflas, Güeros) y Lisa Owen (Desiertos mares, Los insólitos peces gato), además del británico Simon Rusell Beale (Marilyn, Into the Woods). La argentina Leticia Bredice (Nueve reinas, Plata quemada) encarna a una vedette inspirada en Princesa Yamal. La producción cree que la cinta será vista en México en 2018.
Alcalá tardó una década en convertir su investigación en un guión cinematográfico. En el proceso conoció a Alonso Ruizpalacios, el director que sorprendió a la crítica mexicana y extranjera con su ópera prima, Güeros. Ambos tomaron lo que necesitaron de Perches y Sardina para crear a dos personajes de ficción interpretados por Gael García Bernal y Leonardo Ortizgris. “No nos interesaba hacer un documental, por lo que hicimos una historia en la que tomamos muchas libertades con lo que ocurrió”, explica el director a EL PAÍS en uno de los últimos días de rodaje en los Estudios Churubusco de la Ciudad de México.
A un lado de la mesa donde Ruizpalacios habla con la prensa se alza una carpa blanca. En el interior hay una veintena de niños vestidos con suéteres verdes y pantalones grises, los colores de los uniformes de las escuelas públicas en los años ochenta. Los extras infantiles de la cinta comparten mesa con los hombres disfrazados de guardias del museo, la autoridad que fue ridiculizada la noche del 24 de diciembre de 1985 cuando dos estudiantes se colaron por los ductos de aire hasta los tesoros mayas.
Un poco más allá, dos maestros trabajan sobre una enorme placa de unicel de dos metros de largo por uno de alto. “Ya ve que en México están volviendo a hacer grandes producciones, entonces hay que darle la apariencia más profesional posible”, dice Gabriel mientras talla glifos sobre lo que será la lápida del rey maya Pakal en un material que tardará un millar de años en degradarse, más de lo que ha pasado desde el fin de la civilización maya.
Una de las cosas que más sorprenden en el rodaje de Museo es el diseño de producción a cargo de Sandra Cabriada. El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) impidió que las cámaras entraran a las salas del museo, por lo que la producción a cargo de Alberto Muffelmann y Gerardo Gatica las recreó dentro de los Estudios Churubusco. El domingo de la visita al rodaje la sala maya estaba montada con seis piezas monumentales, entre ellas el tablero del templo de la cruz, un chac mool y dinteles y estelas extraídas de Yaxchilan. La piedra del fuego nuevo estaba arrumbada en una esquina embalada en celofán a la espera de ser retratada por la película de 35 mm. Las vitrinas del museo estaban vacías, lo que indicaba que Perches y Sardina ya se habían llevado el botín.
Más de 70 artesanos, algunos de ellos restauradores oficiales del museo, fabricaron todas y cada una de las piezas robadas. Las de barro, por ejemplo, fueron hechas desde cero con materiales de Oaxaca, pintadas y después maltratadas para mostrar el paso de cientos de años. Los collares de oro y con piedras preciosas fueron fabricados a mano, incluido el mayor tesoro extraído: la máscara mortuoria de jade de Pakal descubierta por el arqueólogo Alberto Ruz en 1952. Las piezas están tan bien fabricadas y guardan tanto parecido con las originales que están registradas ante el INAH. La producción no descarta que tras el estreno las piezas formen parte de una exposición itinerante por todo México.
Ruizpalacios considera que su segunda película tiene guiños al cine “de otra época”. Según él, su cinta toma prestado de El tesoro de la Sierra Madre y de Walkabout, la pequeña joya australiana en la que dos hermanos conviven con aborígenes en las llanuras australianas. Tras el robo, Perches y Sardina guardan parte del botín en su casa de Satélite, un suburbio de la Ciudad de México construido en los años 50 en medio del sueño modernizador de los gobernantes mexicanos.
Los asaltantes emprenden un delirante viaje que tiene como destino los bajos mundos del puerto de Acapulco y que cuenta como personajes secundarios a vedettes y traficantes ingleses de armas. “La Princesa Yamal llenó mucho de los huecos que tenía la historia”, dice Manuel, que entrevistó a la artista en el puerto de Guerrero. La película se convierte entonces en una road movie sobre dos jóvenes suburbanos sin rumbo. “Es el tema de la juventud extraviada, de dos estudiantes que hicieron una travesura que les salió muy cara”, dice Ruizpalacios.
Gael García aparece frente a la prensa por unos minutos mientras preparan la toma en lo que es una de las salas del museo. El actor mexicano, ganador de un Globo de Oro, dice que preparó su personaje leyendo Crimen y castigo. La novela de Dostoyevski le hizo reflexionar “si la enfermedad criminal es anterior al delito o viene después de este”. La película, sin embargo, también le hizo pensar sobre el “gandallismo» que predomina en México, “la impunidad y la desolación ideológica que se vivió en el país en la década de los ochenta”. Pero por más que preparó para encarnar al personaje nunca pudo resolver una pregunta: ¿Qué llevó a Carlos Perches a hacer lo que hizo? “No se sabe qué los motivó. No se supo nunca”, responde.
Ni el director, ni el guionista pudieron dar respuesta a esa cuestión. La realidad los dotó, sin embargo, de un gran desenlace. Perches fue detenido en Satélite cuatro años después del golpe que dejó sin tesoros mayas a todo un país. Salio de la cárcel y hoy está muerto. Y de Ramón Sardina no hay pista, permanece prófugo a 31 años del robo. “Sigo con la esperanza de dar con él”, dice Manuel Alcalá. La policía encontró en 1989 las invaluables piezas del rey Pakal. Estaban escondidas en un clóset dentro de una maleta de lona. Un final así no se le hubiera ocurrido a Salvador Elizondo. O en su caso, a Arthur Conan Doyle.