Los niños mártires de Tlaxcala
Ciudad del Vaticano.
ACI prensa
El Papa elevó hoy al honor de los altares como santos de la Iglesia católica a Cristóbal, Antonio y Juan, conocidos como los “niños mártires de Tlaxcala”, durante una misa de canonización en la Plaza de San Pedro.
Ante unos 35 mil fieles, Francisco pronunció la fórmula en latín con la cual ordenó la inscripción de esos jóvenes indígenas en el catálogo de los santos de la Iglesia católica. El anuncio fue respondido por la multitud con un aplauso.
Sobre la fachada de la basílica vaticana dominaban el sagrario los estandartes con las imágenes oficiales de los beatos canonizados por el pontífice: un total de 25. Además de los pequeños tlaxcaltecas, 33 mártires brasileños y dos sacerdotes, uno español y otro italiano.
Previo al inicio de la misa, el líder católico saludó a las delegaciones oficiales venidas de los diversos países. La comitiva mexicana estuvo encabezada por Roberto Herrera Mena, responsable de asuntos religiosos de la Presidencia de la República y Jaime del Arenal Fenochio, embajador ante la Santa Sede.
Al inicio de la ceremonia, el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos del Vaticano, leyó las biografías oficiales de los nuevos santos y pidió su canonización al Papa.
“Cristóbal, Antonio y Juan, asesinados en odio a la fe en 1527 y en 1529, son considerados los protomártires (primeros mártires) de México y del entero Continente Americano, primicias de la evangelización del nuevo mundo”, indicó la historia de los niños, contenida en el libreto oficial del rito distribuido por el Vaticano.
Entre los fieles se encontraba una nutrida delegación procedente de Tlaxcala. Según informaron a Notimex autoridades de la diócesis, más de 600 personas viajaron hasta el Vaticano para la ocasión, además de unos 90 sacerdotes y muchos obispos.
Ellos llegaron hasta la plaza vaticana con antelación, para ubicarse en los primeros lugares. Muchos llevaban bordadas las imágenes de los niños mártires en sus playeras, banderines y gorras. Primero rezaron el rosario y después siguieron atentos la celebración.
“Los santos canonizados hoy, sobre todo todos los mártires, indican la vía del amor. Ellos no dijeron ‘sí’ al amor con palabras y por un poco, sino con la vida y hasta el final”, aseguró el Papa Francisco, en su sermón pronunciado en italiano.
“Sin amor, la vida cristiana es moral imposible, estéril, hay que decir ‘sí’ al amor con la vida, no con palabras”, advirtió. Y abundó: “Si no se ama, se envejece antes, nos volvemos malos”.
Al mismo tiempo puso en guardia contra el peligro de una vida cristiana rutinaria, que se conforma con la normalidad, sin vitalidad, sin entusiasmo, y con poca memoria.
Más adelante sostuvo que la vida cristiana es “una historia de amor con Dios”, donde la iniciativa “la toma el señor” y, por eso, ninguno puede decir que tiene la exclusividad y ninguno es privilegiado por encima de los demás.
De los nuevos santos Cristóbal, llamado también con el diminutivo “Cristobalito”, nació en Atlihuetzia (Tlaxcala) entre 1514 y 1515; era el hijo predilecto y heredero del cacique Acxotecatl. Asistió a la escuela de los misioneros franciscanos.
Tras una discusión, el muchacho comenzó a romper los ídolos paganos de su padre y este último urdió un plan para asesinarlo: lo molió a golpes y luego lo empujó a una hoguera. Aunque su madre lo salvó, murió unos días después. Todo ocurrió en 1527, cuando tenía 13 años.
Antonio y Juan nacieron entre 1516 y 1517 en Tizatlán (Tlaxcala). Antonio era nieto y heredero de un cacique local, mientras Juan era su servidor; ambos asistían a la escuela de los franciscanos.
Ellos decidieron acompañar a unos frailes en una expedición a Oaxaca, para fungir como intérpretes ante otros indígenas. En Cuauhtinchán, Puebla, fueron atacados por algunos lugareños mientras recogían los ídolos de barro.
Primero golpearon con palos a Juan, que murió al momento. Antonio, fue apaleado hasta perder la vida tras reclamarle a los asesinos. Sus cuerpos fueron arrojados en un terreno cerca de Tecalco, pero fueron recuperados y trasladados a Tepeaca, donde recibieron cristiana sepultura.
Los tres niños mártires de Tlaxcala fueron declarados beatos por el Papa Juan Pablo II en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México, el 6 de mayo de 1990.