Amalia Hernández: arte de la danza e imagen de México
Andrea Tirado
Me dediqué a investigar, a estudiar,
a recrear lo que tiene el alma popular.
Amalia Hernández
Durante la década de los años cincuenta del siglo pasado, la cultura en México comenzó a experimentar cambios importantes; los más significativos, aunque quizá no tan visibles, ocurrían en el campo de las letras. Mientras que México conocía El Llano en llamas, de Juan Rulfo, y con él se abría un nuevo camino en la literatura, una joven nacida en 1917 –fecha por demás significativa– fundaba en 1952 una compañía de danza que transformaría la imagen de la danza mexicana. Con ella proyectaría lo mexicano en México y en el mundo, desde una perspectiva estética, dinámica e innovadora. Esa joven es Amalia Hernández.
Amalia Hernández nació el 19 de septiembre de 1917 en Ciudad de México. Desde muy pequeña expresó su pasión: con sólo ocho años de edad manifestó a su familia su afición por el mundo de la danza; aunque renuentes, sus padres decidieron que su hija tomara clases particulares y así comenzó su carrera de baila-rina. Fue gracias a la sólida formación de danza clásica y moderna que Amalia adquirió gusto por los bailes autóctonos de las diversas regiones del país. Siguió también estudios de arte mexicano bajo la tutela del maestro Miguel Covarrubias en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, los cuales seguramente contribuyeron a aportarle una perspectiva diferente de la que habría tenido con el solo estudio de la danza.
La coreógrafa continuó profundizando sus estudios sobre el arte mexicano, centrándose en la danza: emprendió un trabajo de campo que consistía en realizar investigaciones antropológicas en las distintas regiones de México. La propia Amalia manifestó que un día decidió que haría coreografías con los innumerables temas que México ofrece en sus costumbres, paisajes y regiones. Convencida del valor artístico de la cultura mexicana, decidió rescatar los significados y contenidos antropológicos de las danzas tradicionales de distintos lugares del vasto y diverso territorio nacional; ello fructificó en una interpretación personal de dichas danzas, para adaptarlas y presentarlas en los grandes escenarios de México y del mundo.
Arte y folclor dancísticos
Hablar de grandes escenarios no es exageración, pues Amalia Hernández llevó el Ballet Folklórico de México a los principales escenarios de los cinco continentes. La coreógrafa ha sido de las pocas mexicanas cuya aportación artística traspasó fron-teras geográficas, creándose fama y prestigio internacionales. Su trabajo artístico contribuyó de manera de-finitiva a la proyección de la imagen del México moderno que se comenzaba a constituir a partir de la segunda mitad del siglo xx.
A mediados del siglo pasado, en la década de los cincuenta, México comenzaba a tener proyección y apertura internacionales, y en la misma época, la compañía de Amalia Hernández debutaba en la televisora de Emilio Azcárraga Vidaurreta. La pequeña compañía, conformada por apenas ocho bailarines, comenzó a atraer la atención al presentarse cada semana en el programa Función de gala. El Departamento de Turismo, y en particular su director, Gustavo Ortiz Hernán, comenzaron a ver en el grupo una oportunidad para proyectar y dar a conocer la riqueza de la cultura mexicana y el folclor nacional, a través de la danza y de la música. Más allá de la promoción turística, el Ballet Foklórico de México se perfilaba ya como un representante oficial del país, es decir: el arte, y en este caso, la danza como herramienta diplomática.
Durante el sexenio del presidente Adolfo López Mateos (1958-1964) se hace patente que la estrategia de política exterior incluye el componente cultural. En 1959 el presidente decide crear el Organismo de Promoción Internacional de Cultural (opic), cuyo propósito sería el de “difundir la cultura de México en países amigos y recibir muestras culturales de los mismos”. Se comienzan a sistematizar las relaciones culturales, así como la proyección consciente y voluntaria internacional del país. La diplomacia mexicana adopta de manera formal la promoción de la cultura como parte importante de la agenda exterior.
El opic comenzó entonces a patrocinar las giras inter-nacionales del Ballet Folklórico de México, en-viándolo como representante oficial a los eventos culturales más importantes a nivel internacional. El Ballet ofrecía un espectáculo dinámico y atractivo para todo el público, además de exhibir la esencia de las costumbres, las celebraciones, fiestas y mitos de cada una de las regiones del país, con su riqueza musical y el colorido de sus vestuarios.
Los informes diplomáticos enviados por las embajadas de México a la Secretaría de Relaciones Exteriores (sre) expresaban la relevancia que adquirió la compañía en dichos eventos culturales. Cada una de las funciones daba oportunidad a los embajadores de tener como invitados especiales a mandatarios y persona-lidades destacadas de los países visitados, así como público en general, propiciando además elogiosos comentarios en los medios de comunicación. Mientras tanto, al interior del país la labor de Amalia Hernández contribuyó al fortalecimiento de la colaboración interinstitucional entre las embajadas, la sre y el Instituto Nacional de Bellas Artes, entre otras.
Una de las primeras y más destacadas colaboraciones entre el Ballet Folklórico de México y el opic tuvo lugar en 1959, en el Festival de las Américas, con motivo de los terceros Juegos Panamericanos celebrados en Chicago. Dicho festival invitaba a todos los países del continente americano a participar con colaboraciones artísticas y culturales. La presentación del Ballet estuvo acompañada por una muestra colectiva de arte prehispánico, la invitación del maestro Carlos Chávez a dirigir la Sinfónica de Chicago, y varios conferencistas que disertaron sobre el arte mexicano. Todo con la intención de difundir la diversidad y la riqueza del arte nacional en sus distintas facetas, pero también, con la finalidad de proyectar al arte como medio de comprensión de los valores del pueblo mexicano.
El éxito fue total. Los informes enviados por las embajadas y consulados a la sre, adjuntando crónicas diarias de la prensa, plasmaron la “admiración y el entusiasmo delirante” (Chicago), con el cual se aclamó a los bailarines y músicos; se admiraron también los vestuarios y las escenografías, así como la tradición folclórica que presentó un mosaico de danzas mexicanas. Titulares de distintos periódicos se unen a este éxito inédito: “Público de toda América aplaude a un conjunto mexicano”; “La promoción internacional de arte comprueba su eficacia amistosa”; “El Ballet Folklórico de México de Amalia Hernández y la promoción internacional de México”. En resumen: un éxito rotundo con una con-cu-rrencia de 12 mil 5000 personas. Después de esa presentación, el Ballet Foklórico siguió en misión diplomática cultural a Los Ángeles y a San Francisco.
No está por demás decir que el Festival de las Américas constituyó un grandioso medio para fortalecer y ampliar los lazos de amistad y entendimiento entre ambos países. El éxito obtenido reforzó la idea de vigorizar al conjunto y convertirlo en una compañía de extraordinaria calidad técnica y magnífico vestuario que revelara al mundo el arte de las distintas regiones del país, como lo pretendía el presidente López Mateos. El Ballet Folklórico de México comenzó entonces a representar oficialmente al país y a darse a conocer internacionalmente. Así, el trabajo de Amalia Hernández contribuyó decisivamente a conformar la diplomacia cultural mexicana.
La diplomacia cultural
Por su carácter identitario, de reconocimiento y de intercambio, la cultura está cada vez más presente en la política exterior y en las relaciones internacionales de los países. Así, aunque “diplomacia cultural” sea un término relativamente nuevo, es una estrategia diplomática que se ha realizado desde antes de que se acuñara el término. Esta modalidad diplomática comprende acciones y objetivos para difundir los valores culturales de un país en el extranjero. Su fin último es lograr un mayor entendimiento y acercamiento entre países, al mismo tiempo que busca asegurar presencia cultural nacional en el exterior. Así, en un país como México, cuya cultura milenaria refleja la pluralidad de su identidad y orígenes, ésta se convierte en una herramienta para la política exterior. En la cultura residen los denominadores comunes que definen a un Estado y, por lo tanto, México encuentra en su cultura su expresión histórica y sus manifestaciones materiales traducidas en patrimonio y en obras culturales; encuentra en la cultura lo que se engloba como proyecto de nación.
Es en dicho contexto que cobra importancia la labor cultural de Amalia Hernández. Gracias a ella se crean efectos a largo plazo de mayor intercambio cultural. Son innumerables los eventos y testimonios de los informes diplomáticos que revelan la admiración y el cariño por México a raíz de dichas manifestaciones culturales.
Si bien la proyección internacional del Ballet Folklórico de México comenzó de la mano del opic y de la sre, la notable y creciente fama de Amalia Hernández hizo que también fuera contratada de manera privada. La coreógrafa siguió realizando su labor de promoción cultural al responder a dichas invitaciones, pues aunque fuera de manera privada, el Ballet seguía repre-sentando a México, llevando al exterior la imagen de un país pleno de cultura y riqueza estética. De tal manera, Amalia Hernández y su grupo llegaron a presentarse en países como Francia, la hoy extinta República Democrática Alemana, Holanda, Noruega, Gran Bretaña, Austria, Canadá, Brasil, y otros tan alejados como Egipto, Líbano, Australia, Nueva Zelandia y Japón, por mencionar solamente algunos.
La lista de presentaciones en el exterior es sumamente extensa, por eso aquí se mencionan solamente tres países particularmente relevantes en cuanto a rela-ciones diplomáticas. Uno de ellos es la ya desapa-re-cida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, adonde viaja el ballet en 1965. El reporte diplomático informa sobre la recepción que ofreció el embajador de México a los integrantes del Ballet Folklórico y a la cual asistió, entre otros altos funcionarios soviéticos, la ministra de Cultura, lo que en aquella nación y en esa época tenía gran significado. Conviene señalar también la importancia de esa presentación en un país donde ya eran una tradición los ballets Kírov (Mariinsky) y Bolshoi, y en donde el Moiséyev contribuyó a la revalorización de los ballets folclóricos regionales de todas las Repúblicas Soviéticas. Sobra decir que la prensa prodigó elogios al Ballet, destacando su calidad artística.
Otro caso es el de China. La gestación de la gira que hizo a ese país el Ballet es por demás interesante: aunque la Comisión de Relaciones Culturales en el Ex-tranjero de China invita oficialmente a la compañía en 1981, es hasta 1984 cuando se lleva a cabo su presentación. Dicho año es el de la apertura cultural china y es la primera vez que se recibe a una compañía extranjera. Se puede medir la importancia y el peso que para ese entonces ya había adquirido el Ballet; es en efecto un símbolo de diálogo e intercambio cultural.
En esta misma línea vale la pena mencionar cuando, en 1977, México y España reanudan las relaciones diplomáticas suspendidas por más de treinta años. Para celebrar ese trascendental acontecimiento se invita al Ballet Folklórico, que se presenta en el teatro Nacional Lope de Vega de Sevilla y en el Teatro de la Zarzuela de Zaragoza, para culminar en el Palacio de Cristal de Madrid.
La embajadora del arte
Es notorio cómo Amalia Hernández se fue perfilando como embajadora cultural, tanto fue así que el diario Novedades le dedicó un artículo llamándola “Embajadora del Arte Mexicano”. Dicho artículo hace referencia a un acto de homenaje que se realizó en Ciudad de México antes de que la coreógrafa emprendiera una nueva gira. El homenaje se realizó precisamente debido a los altos merecimientos que había recibido Amalia Hernández, es decir, la presentación de un espectáculo que contribuye a “recaudar lauros para ella y para México”. La labor de promoción cultural lograda por Amalia Hernández ha sido invaluable. Al mismo tiempo, hacia el interior del país revalorizó las tradiciones autóctonas y sus coreografías son clásicas ya del repertorio de la danza folclórica mexicana.
En la época de la globalización, la cooperación, el intercambio, la empatía y el acercamiento entre países son más necesarios que nunca. Si los intereses polí-ticos parecen estar alejando a las naciones, a los in-dividuos, así como entorpecer su capacidad de intercambio y de reconocerse en el otro, será el rescate de la cultura, su promoción y valorización, lo que logre crear puentes de acercamiento entre los pueblos. Ya lo dijo Carlos Fuentes en “Por un progreso incluyente”, al defender la cultura como posible remedio para el mundo fragmentado, pues ésta crea espacios de colaboración y cooperación. A su vez, la cultura, y con ella la educación, tiene como objetivo –siguiendo a Fuentes– enseñar al alumno a reconocer la existencia y el valor de la otredad, además de dar un sentido de identidad, de propósito y de búsqueda.
Carlos Fuentes habla desde la literatura al mencionar que su conocimiento establece lazos con otras culturas, ya que hace más probable la oportunidad de reconocernos en los demás. Así como la literatura es una parte de nuestra cultura, la danza es otra, y la labor de Amalia Hernández, como se mencionó, contribuyó también a establecer, forjar y fortalecer dichos lazos.
Actualmente serían necesarios más embajadores culturales con el fin de promover, a través de la cultura y la educación, la comprensión mutua y el diálogo intercultural. Que el arte siga siendo un vehículo de empatía y entendimiento y, por qué no, que la danza sea una vez más diplomacia •
Premios y distinciones
1952: Fundación del Ballet Folklórico de México
1952: Gira por Estados Unidos, Canadá y Cuba
1959: el Ballet Folclórico de México es invitado al Festival de las Américas
1961: Premio como mejor grupo dancístico en el Festival de las Naciones de París
1963: temporada de cinco días en Montreal
1963: premio a Amalia Hernández por su brillante trayectoria como coreógrafa y por su labor en el extranjero
1965: Gira a la URSS y a Estados Unidos
1966: Gira por Centroamérica acompañando al presidente Gustavo Díaz Ordaz
1967: Gira a Puerto Rico
1969: Premio Roma en el certamen organizado por el Festival Internacional del Espectáculo
1972: Gira por Australia
1973: Festival de Baalbeck (Beirut)
1973: Líbano, Israel y Egipto
1973: Festival de Viena
1977: Gira por Europa
1977: La Secretaría de Relaciones Exteriores concede a Amalia Hernández la medalla “Águila de Tlatelolco” por su trabajo de difusión del folclor mexicano tanto en México como en el extranjero
1981: Gira a Italia
1984: Gira a China
1992: Premio Nacional de Ciencias y Artes en la rama de Bellas Artes
1992: Premio Tiffany en Nueva York
2003: Premio Fundación México Unido y las Lunas del Auditorio (póstumos)
Coreografías y fechas de estreno
Sonatas (1947)
Sinfonía india. Música de Carlos Chávez (1949)
Sones antiguos de Michoacán (1952)
Los hijos del sol (1959)
El cupidito (1959)
Navidad en Jalisco (1959)
Los matachines (1959)
Danza del venado (1959)
Los Quetzales (1959)
La Revolución (1960)
Fiesta Veracruzana (1960)
La jarana de Yucatán (1961)
Los dioses (1963)
La vida es juego (1967)
Fiesta en Tlacotalpan (1976)
Los mayos de Sinaloa (1981)
Feria de Carnaval en Tlaxcala (1985)