El lobo solitario
Nació en un barco y quiso vivir siempre junto al mar. Vyacheslav Korotki, más conocido como ‘Slava’, pasó más de 13 años en la soledad de una remota estación meteorológica del Ártico, en Rusia, midiendo temperaturas, lluvias y vientos. La fotógrafa Evgenia Arbugaeva rompió su silencio en 2014, cuando llegó en helicóptero cargada de naranjas, champán y un pájaro.
PERO QUIÉN PODRÍA vivir en el medio de la nada?, se preguntaba la fotógrafa rusa Evgenia Arbugaeva (1985) mientras navegaba a bordo de un rompehielos recorriendo las lejanas estaciones meteorológicas del Ártico.
La mayoría de ellas modernizadas, se alejaban del romanticismo que albergaba su imaginación. Pero en el golfo de Pechora, en la estación de Khodovarikha, a una hora de distancia en helicóptero de la población más cercana, donde no llegan las carreteras y solo una vez al año arriba un barco cargado de provisiones, el tiempo parecía haberse congelado.
Allí estaba Slava, de 63 años; la encarnación del lobo solitario que la artista había soñado encontrar. Una antigua máquina de clave morse y un retrato de Yuri Gagarin, sacado de un recorte de prensa de 1961, decoraban su austera vivienda, en una tundra donde las temperaturas alcanzan los 40 grados bajo cero. Sin embargo, el meteorólogo no parecía sentirse solo. “Aprendió a sentir la tierra, a leer en las estrellas y a comprender al viento”, recuerda Arbugaeva.