LibrArte, un caso de éxito en tierra de nadie
POR ERNESTO VILLANUEVA
CIUDAD DE MÉXICO
(Proceso).-
La cultura es una manera de transmisión de conciencia, un medio para pasar del letargo inercial de la ignorancia a la responsabilidad cívica del conocimiento. En México, auspiciar la cultura es un mandato legal y moral para dejar de ser lo que somos con lo que tenemos.
La fuerza de la simulación como forma comportamental de gobernantes y gobernados, la falta de valor para decir no cuando hay que decir no (caracterología del mexicano, de acuerdo con Ramos, Usigli y Paz), la corrupción recurrente por acción u omisión, y la impunidad como crisol de las instituciones, crean un círculo perverso que explica por qué estamos como estamos como sociedad y gobierno.
Es imposible construir el cambio de la noche a la mañana, pero sí lo es hacerlo por aproximaciones sucesivas. En este contexto se inscribe LibrArte (www.librarte.com.mx), un modesto pero importantísimo proyecto que no parecería realidad si no es por los datos que así lo confirman. Veamos:
LibrArte es una librería que ha ganado diversos premios, como el de Emprendedores Estado de México 2015, el Premio Nacional de Librería de la FIL de Guadalajara 2016 y el Premio Nacional de Fomento a la Cultura y a la Escritura 2017, organizado por primera vez por la reciente Secretaría de Cultura federal. Quizá todos estos datos no justifiquen que yo hable en este espacio de un tema cultural, que sería más bien materia de la sección ad hoc; pero, a juzgar por su importancia e implicaciones, el asunto trasciende a la fuente cultural.
El primer punto que le da un rasgo distintivo es que se trata de un proyecto que nace en el interior del país, y no de cualquier región de nuestro convulso país, sino de Tierra Caliente, zona ubicada entre Michoacán, Guerrero y el Estado de México.
Esta librería tiene presencia en los municipios de Tejupilco y Temascaltepec. Además, sus clientes provienen de Aguililla, Turicato, Altamirano, Arcelia, Tlataya y Luvianos, principalmente.
Pensé (lo reconozco) que una librería como esa no tendría viabilidad por ubicarse, como dice Cristina García, una de sus propietarias, “en una zona atávica y conservadora” donde se afinca un grupo que se beneficia de la no lectura y la no escritura. Pero resulta que, contra mis prejuicios, sí hay mercado y, por ende, sí hay lectores que permiten que un trabajo de esta naturaleza siga vivo.
De entrada, este hecho justifica visibilizar la iniciativa, porque pone de relieve que hay consumidores de libros tradicionales y que, pese a los grandes esfuerzos de los gobiernos mexicanos para crear analfabetos funcionales, la persistencia del pueblo sigue presente.
Si lo anterior no fuese suficiente, cabe mencionar que LibrArte es administrado y dirigido por mujeres, lo que en un país con una tradición machista, especialmente en las regiones menos desarrolladas de México, es toda una odisea.
“No ha sido fácil –dice Cristina–. Hemos concitado enemigos porque nos hemos convertido en palanca de velocidades que acelera el desarrollo cultural” de los diversos municipios de Tierra Caliente, donde es común la ausencia de las autoridades y la presencia de los autogobiernos, del narco y del crimen organizado, los cuales, en mayor o menor medida, han suplido a las instituciones de gobierno, que de acuerdo con el artículo 115 de la Constitución deben funcionar en el ámbito municipal.
La distancia que separa el ser de los hechos con el deber ser de las leyes no es menor por esos lares. El trabajo de estas tenaces y valerosas mujeres por difundir la cultura (misión, le llaman ellas) adquiere mayor reconocimiento porque lo hacen en un escenario adverso, en un campo minado.
Heredera del compromiso de su padre, Luis Guillermo García, Claudia y sus compañeras de proyecto han hecho de la difusión de la cultura, además de una labor profesional, una vocación, al interactuar con la gente a través de campañas que suelen ser más filosóficas y humanistas que lucrativas.
El hecho de ser un proyecto operado por mujeres, de haber ganado premios nacionales y de que estén en Tierra Caliente no ha sido suficiente para que los medios de comunicación con alcance nacional les reconozcan su existencia como ejemplo de un proyecto exitoso que puede ser replicado en otras regiones del país.
LibrArte es un caso práctico del que mucho podrían aprender los políticos para legislar en materia cultural –por cierto, en este sentido hay que reconocer que son pocos los legisladores que conocen el significado e importancia de la cultura.
Por lo pronto, la UAM Xochimilco realiza un estudio de esta iniciativa, ya materializada, que debe ser no solamente reconocida, sino recibir apoyo en tanto que busca constituirse como un espacio de intermediación efectiva entre autores y lectores, especialmente ahí donde las asimetrías económicas y sociales son más acentuadas y, paradójicamente, menos atención reciben del centro del país. Ya es hora, ¿no?