Confidencias desde la cama* (de un hospital)
Por Lucía Martínez de Félix Zavala
Lunas de Octubre
Algunos enamorados dicen que «De las lunas, la de Octubre es mas hermosa, porque en ella se refleja la quietud, de dos almas que han querido ser dichosas al arrullo de su tierna juventud»…
En octubre Mamá Lucita se encontraba en su cama recostada, la mañana era fría y lluviosa, su cuerpo envejecido, debilitado y cansado por tanto sufrimiento y dolor guardados en su corazón por muchos años se entumecía mas y mas, no había nada que lograra devolver el calor a esa alma tan generosa que dedicó la vida entera a su Oficio de Partera con Certificación de Salubridad para «traer vidas al mundo».
Era su alma desbordada que se resistía a permanecer enmudecida, nunca le abrió la puerta a tanto dolor acumulado por ese «Amor Perdido» en su juventud, donde no hubo oportunidad de un adios y la herida estaba abierta y sangraba formando pétalos de rosas carmecí aterciopelados cayendo uno a uno, sin poder florecer nunca mas ese rosal tan querido.
Un día de tantos llegó Pachita, mi mamá, llamada cariñosamente así por nuestros familiares y encontró a Mamá Lucita sobre su cama, sorprendida la vió llorando desconsoladamente abrazada de su «Majestic», y dijo: hijita, «San Martincito de Porres» se cayó de una escalera y está muy lastimado y grave.
Era el Santo de moda de ese tiempo y tenía su radionovela.
Mamacita daba rienda suelta a su dolor callado, justificaba sus lágrimas a través de ese Santo.
Las devotas y beneficiadas por el tan famoso Santo de Lima y sus numerosos milagros, le ofrecían por gratitud la «manda» de usar el «hábito café» por un año, era grande el agradecimiento por los favores recibidos.
Mi abuela nunca le pidió al Santito el milagro de olvidar «Aquel amor perdido» en su juventud, cuando su padre Félix Barrón dijo una noche que dejaban aquel lugar de Texas para ir a tierras mexicanas. Continuará…