José Saramago
Al autor desconocido
Bajo el lema «En el principio está el autor», la Sociedad General de Autores de España organizó una serie de actos con el fin de movilizar a la opinión pública para que se reconozca la función imprescindible de la creación intelectual, Saramago leyó un texto dirigido al «autor desconocido» del que presentamos su versión al español.
Hace unos días, los organizadores de esta sesión me pidieron que hablara hoy de los autores poco conocidos, que dijera algo acerca de su trabajo cotidiano, de sus problemas o de su regocijo por saber que, a su modo y sin importar cuál sea el éxito, están contribuyendo a la comprensión del mundo y de la vida. Hablar de los autores menos conocidos es hablar de la mayoría; me pareció, y me sigue pareciendo, una idea afortunada.
Pero hablar de autores es sencillamente hablar de la creación, del trabajo creativo. No sé la razón por la que en nuestros países ibéricos e iberoamericanos este trabajo sea ignorado desde hace mucho tiempo.
Seguimos pensando que un autor, si lo es de verdad, es un ser divino. Divino deriva de Dios. Y los dioses no trabajan. Crean sin trabajar: es por eso que son dioses. Un autor es exactamente lo contrario: no crea con el dedo índice, sino con los diez dedos de la mano, con las dos piernas y con todo el cuerpo hasta llegar al cerebro.
Por eso pensé que lo que habría que explicarles era sencillamente lo que hace un autor, sea conocido o desconocido. Un autor cada vez que trabaja en una obra, tiene el mismo problema que tengo ahora: cómo decirles lo que es un autor, cómo mostrarles su esfuerzo; cómo transmitirles la idea de que sin ellos no podemos existir.
¡Qué mal deberá sentirse un autor si no se le ocurre una idea! O, si se le ocurre, si no encuentra la forma de concretizarla, o si no se le ocurre ni la idea ni la forma sino sólo la sensación de que quiere decir algo. El autor se siente mal ¿y todos los demás no se sentirán igual? Imaginen un libro en blanco, la pantalla de la televisión apagada, un cine sin pantalla, una película virgen… Eso es, pues, el silencio… O peor aún, el vacío.
El trabajo de un autor no consiste sólo en tener ideas, sino en tenerlas… y concretizarlas. A todos se nos puede ocurrir algo, pero no todos sabemos cómo darle cuerpo. El autor tiene la idea y tiene la forma concreta de la expresión. Y en eso no hay ninguna magia, no hay divinidad, no hay genialidad… Hay trabajo. En lugar de trabajar la madera, o el hierro, el autor modela el aire, identifica las palabras, construye textos, mide la luz o divide los colores… El trabajo de un autor consiste en desarrollar su idea, en alimentarla… la nuestra o lo que nos acontece. Cada autor proyecta así una parte de todos nosotros y la transforma en metáfora…, en símbolo.
Los autores son seres que crean símbolos.
No es un trabajo inútil. Nos suceden tantas cosas a cada momento que necesitamos símbolos para filtrar la realidad y ayudarnos a entenderla. El autor crea esos símbolos que nos permiten comunicarnos. Y gracias a ese trabajo diario de miles de autores en miles de lugares, se hace un balance del que resulta un saldo positivo. Tenemos a nuestra disposición miles de formas de vernos a nosotros mismos. Sin eso, desapareceríamos.
Ni siquiera los más injustos o los más necios son capaces de afirmar que esa tarea inmensa que consiste en hacer cultura y tener ideas se refiere a unos cuantos tocados por el éxito o la fama. Se refiere a miles.
No podría ser de otro modo, ninguna estrella de ninguna manifestación cultural brilla sin algo en que apoyarse. Ese apoyo se llama AUTOR DESCONOCIDO. Cada uno de esos autores brilla con luz propia. Si ese esfuerzo no es reconocido, se irá apagando. Y entonces enfrentaríamos una escena más bien triste: la fuerza de la creación quedaría debilitada. Tendríamos menos autores, menos ideas y menos formas de entendernos. Es fácil comprender lo que eso significa.
El mundo ibérico e iberoamericano, felizmente, posee muchos autores. Siempre tuvo ideas y formas de entender la vida. Muchos de nuestros autores han sido tan claros, que son comprensibles en cualquier lengua, por cualquier oído, sin importar el color de los ojos. Algunos han sido o son verdaderos genios.., otros son famosos y muchos son desconocidos. La sociedad tiene que saber que ellos son un apoyo esencial para todos nosotros. Cualquiera de ellos puede crear algo nuevo que nos permita entendernos un poco mejor. Está bien que así suceda. Reconocer sus derechos no es sólo cuestión de justicia: es cuestión de sobrevivencia.
Traducción : Miguel Angel Flores