CEM
Del 20 al 23 de agosto, 900 líderes religiosos, representantes gubernamentales, ONGs y grupos de la sociedad civil se reunieron en la X Asamblea Mundial de Religiones por la Paz en Lindau, Alemania, con el objetivo de construir un profundo consenso moral sobre los desafíos contemporáneos y cómo promover acciones conjuntas multirreligiosas para promover la no violencia.
Por parte de América Latina y el Caribe asistió una nutrida delegación de casi 100 representantes religiosos, incluido Mons. Alfonso Miranda Guardiola, Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano quien asistió con el fin de exponer la experiencia mexicana y el trabajo que la Iglesia católica hace a favor de la paz.
La realidad en la que se encuentra el país, la corrupción y la violencia en la que hace años se vive, llama a la Iglesia a redoblar esfuerzos y actuar unidos, integrando y engarzando las fuerzas y recursos de los distintos credos existentes. Atendiendo el llamado del Papa Francisco quien dijo que en la construcción de la paz, las religiones, con sus recursos espirituales y morales, tienen un papel especial e irreemplazable. No pueden tener una actitud neutral, y, todavía menos, ambiguo, con respecto a la paz.
Para el cierre de la X Asamblea mundial de Religiones por la paz, un grupo de confesiones religiosas y expresiones espirituales, de centro y sur de nuestro Continente, pudo expresar en nombre de América latina el dolor por la tragedia humanitaria y ambiental que se vive en el Amazonas.
Fue una oportunidad para invitar a todos los hombres y mujeres de fe en el mundo a solidarizarse con esta triste situación y a levantar la voz para que todos, especialmente quienes tiene el poder de decisión, tomen serias medidas para controlar y reversar está devastación.
El auditorio, con más de 900 participantes, hizo un minuto de silenciosa oración por las personas que habitan la Amazonía, y por todos los que sufren la consecuencia de los incendios, y al mismo tiempo alzando la voz, ante los inmensos abusos que se realizan, contra nuestro frágil ecosistema, incluyendo todas y cada una de las criaturas que conforman ese hábitat, en las cuales se reconoce la obra de Dios.