Por José Félix Zavala
Historia y memoria de un dominico
Es importante para los queretanos recordar a quien por mas de veinte años nos ha acompañado, desde su biblioteca, ubicada en los altos del Convento dominico de nuestra ciudad, con una compañía armoniosa y valiosa, además de establecer con ella, un motivo de orgullo local.
Al historiador acucioso, se llega con el agradable encuentro de una cruz atrial, en la esquina de Guerrero y Pino Suárez y después por el interrogatorio cariñoso de una monja. Recuerdo su caminar pausado pero constante, pensativo y alegre, por las centenarias calles del centro, todas las mañanas, cerca del medio día, antes de entrar a su estudio, al reencuentro con la historia.
El ha sido para mí y para muchos, una compañía constructora, como lo ha venido haciendo toda su vida por donde ha pasado, y en esta levítica ciudad, con el rescate de la historia dominica en Querétaro, “ Las misiones dominicas de la sierra gorda de Querétaro”, “Los primeros y principales abanderados de los indios…” editadas por la U. A. Q. entre otras muchas obras más.
Hablar de Esteban Arroyo es remontarse a los lugares más agradables del pensamiento, ya que nacido en Sotilo un 21 de noviembre de l910, entra a nuestra tierra mesoamericana, allá por l937, con las influencias nada menos que de la viuda de Madero, Doña Sarita Pérez, salido del Convento De San Esteban en la ciudad de Salamanca, garante de su doctoral conocimiento.
Oaxaca es su crisol, le da Esteban Arroyo lo mejor de sí y lo que será un detonante para la cultura y el desarrollo de las artes en esa ciudad, tan india y tan culta, reconstruye bellísimamente, junto con talladores y ensambladores, más un puñado de artesanos, el retablo monumental, del altar mayor del templo de Santo Domingo De Guzmán, en el Convento Grande.
De su pluma nace la obra rescatadora, un documento que da pié a las diferentes interpretaciones que sobre los dominicos se tiene en esa zona, cuando escribe la “Biografía de Fray Francisco de Burgoa”, a su vez autor en el siglo XVlll de la “Palestra Indiana” y la “Geográfica Descripción”.
Además con su obra ya clásica añade otra de valiosa importancia “Los Forjadores de la Civilización Oaxaqueña” rescatando en conjunto, a sus hermanos en religión, dejando a la posteridad, un documento insospechadamente importante, además deja constancia escrita del valor artístico del Convento Grande y de cómo se dieron los trabajos de restauración del altar mayor, ahora orgullo del mundo, en dos libros más.
Esteban Arroyo, el fraile dominico, de hablar parco, de corazón sensible y sonrisa abierta, bien merece de los queretanos un reconocimiento cálido, por haber decidido vivir desde hace años entre nosotros y entre nosotros seguir escribiendo documentos tan valiosos como “Colapso, agonía y restauración de la provincia de Santo Domingo en México”, el rescate valiosísimo de la obra dominica en Chiapas, llamado “Entre lobos y corderos…”.
Su presencia larga en nuestra ciudad da pié para que la orden de predicadores construya y forme el Archivo Histórico dominico de México, llegando a acompañarlo los frailes Angel Melcon y Santiago Rodríguez, dejando el honor a esta ciudad de albergar documentos suficientes para la interpretación y reelectura de la actuación de tiros y troyanos en esta mesoamerica nuestra durante la intervención española, por trescientos años.
Algunas veces, las primeras de mi encuentro con este fraile fueron en compañía de una Gran monja dominica Magdalena preciado, muy recordada y querida en San Miguel de Allende y originaria de Torres Mochas. El siempre amable discreto y colaborador, las otras fueron en medio de libros viejos en la biblioteca del antes sin remozar Convento dominico queretano, donde a su decir Jesucristo era el Prior y él la comunidad.
Recordamos bien a bien al fraile Juan De Araya con su historia del Convento De San Esteban en Salamanca España, lo mismo que a Fray Justo Cuervo, también cronista de este importante convento, donde nuestro Fray Esteban Arroyo cursara la teología antes de partir para América.
Su salud quebrantada me permitió algunas mañanas sentarme junto a su lecho de enfermo y contemplar la paz de quien vive en paz, desde el Sanatorio Margarita, de donde se levantó con más energía que antes a buscar la historia y su interpretación desde la mirada dominica de este tiempo.
Vuelve a la plática el recuerdo de los cronistas dominicos menos abundantes que los franciscanos en esta América invadida, como Dávila Padilla, Thomas Castelar o Remesal, dando lugar especial a Juan Bautista Méndez con su “ Crónica de la provincia del Orden de Predicadores de Santiago de México”.
Desde esta tribuna o palestra lanzo un llamado para que a Esteban Arroyo sea reconocido públicamente, por medio de una difusión más amplia de su obra como historiador, por las autoridades culturales, el medio intelectual nacional y desde luego por los queretanos, que hemos disfrutado su vida en los últimos 20 años, en este Convento de Santo Domingo de Guzmán en Querétaro, que comenzó a adecentarlo y dio pie a salvar la Capilla de la Virgen del Rosario, la Madona dominica, que también llevó a cabo, tuvo tiempo, talento y sensibilidad, para hacer de su vida un canto a su Dios y al humanismo, tan necesitado en estos tiempos neoliberales.