Antonio Soria
La Jornada Semanal
La leyenda en torno a Bruno Traven comienza desde su lugar de nacimiento: ubicado en Schwiebus, Alemania, se trata de una localidad que ya no existe, pues hoy no es otra que la actual Swiebodzin, en Polonia. Todos coinciden en el mes y año en que nació el autor de El tesoro de la Sierra Madre y La rebelión de los colgados: febrero de 1882. Empero, el mito vuelve a bifurcarse cuando se trata de su nombre: Otto Feige, Traven Torsvan, Hal Croves, Ret Marut… No falta quien sostenga que se trata de pseudónimos pronto desechados, ni tampoco quien afirme que el primer apelativo es el verdadero, y vayan las cursivas para indicar lo obvio: Bruno Traven, tantas veces con el nombre reducido a “b.”, fue quien decidió cómo llamarse, del mismo modo que eligió su nacionalidad: bien sea que haya visto la primera luz en Alemania o en Polonia, un día Traven decidió ser estadunidense. Es también sabido que Traven contrajo nupcias con Rosa Elena Luján, su traductora, en la segunda mitad de la década de los cincuenta, doce años antes de su muerte acaecida el 26 de marzo de 1969, hace cincuenta años y pico.
Lo que pocos saben, porque de eso escasamente se habla, es que ya cerca del final de una vida plagada de misterio y renuencia a ser pasto de la fama literaria, Bruno Traven se hizo mexicano. Pero no sólo eso, pues la voluntaria secrecía de su vida íntima mantuvo a la sombra la existencia de un primer matrimonio, igualmente con una mujer mexicana: quien escribiera Macario, La rosa blanca y la Canasta de cuentos mexicanos, se había casado con María de la Luz Martínez Hernández en 1932, en la ciudad de Corpus Christi, en Texas.
Recuerdo y figura del Míster
La sombra bajo la cual Bruno Traven mantuvo su vida privada siempre estuvo amenazada por el natural asedio que, a nivel internacional, la prensa, así como el medio literario e incluso el cinematográfico, mantuvieron sobre la figura de este escritor que, de esta manera, experimentó una suerte de permanente ambivalencia: saberse célebre y quererse anónimo.
La siguiente crónica revela una faceta poco o nada conocida de Traven, en la que se cuentan algunos de los primeros pasos dados y los iniciales años vividos en México y, de manera muy destacada, su relación con la citada María de la Luz Martínez Hernández. No se trata de una infidencia ni, mucho menos, de una especulación indemostrable que se sumaría a las innumerables que han rodeado, como un aura, la vida de Bruno Traven. El motivo es poderoso,
pues la autora de la crónica es sobrina de María de la Luz: cercana a las ocho décadas de vida, Julieta Martínez Suárez ha querido compartir sus recuerdos, fotografías y documentos que acompañan a estas líneas, así como las imágenes que le trae la memoria, en donde la figura del Míster puede ser vista desde uno de sus flancos más personales y privados.
Agradecemos Julieta Victoria, su sobrina, a su nieto Héctor –quien fue el primero en revelarnos este secreto–, y muy especialmente a la propia Julieta, este regalo brindado de manera absolutamente desinteresada, con el que conmemoramos de la mejor manera posible los cincuenta años de la desaparición física de Bruno Traven, ese magnífico escritor mexicano siempre rodeado por el mito y el misterio.