La Jornada
Juchitán, Oaxaca.-
Mientras con su pie hace girar el torno de pedal, con sus manos toca la arcilla y comienza a elaborar un florero, Germán Jiménez Santos lleva más de cincuenta años practicando la alfarería, un oficio artesanal que vive por la practica diaria de los abuelos zapotecas de Asunción Ixtaltepec.
El Barrio de Santa Rita es icono de la alfarería de esta localidad ubicada en el Istmo de Tehuantepec, quién lo visita puede observar desde sus calles la variedad de modelos y tamaños de las ollas algunas en tono natural y otros diseñados con alegres colores.
El artesano Germán Jiménez Santos tiene 62 años de edad, recuerda que aprendió el oficio de su padre y de su abuelo y lo mejor es qué lo hizo “observando” cuando ellos realizaban distintas figuras de barro en el torno.
No tiene un taller propio por la falta de ingresos económicos, pero labora en el “Taller de Alfarería Álvaro” propiedad de Luisa Toledo Sánchez y Álvaro Cabrera Santiago, en donde todos los días moldea la arcilla para conseguir elaborar unas 50 piezas de jarrones, qué es su especialidad.
Mientras sus compañeros logran la textura ideal de la arcilla, él gira el torno simulando una ruleta estática donde logra diversas formas y figuras que después pasan a un proceso de cocción en un horno tradicional y finalmente algunos son coloreados en el taller de diseño.
Del cien por ciento de artesanos que son aproximadamente unas 250 personas, el ochenta son adultos mayores que aún tienen fuerzas en sus pies y brazos y son los guardianes de esta artesanía.
“Ahora los jóvenes no quieren aprender, no quieren mancharse las manos, pero a nosotros nos trajo primero la necesidad de obtener recursos para nuestras familias, además es algo que sabemos, con el cual nacimos, entonces es imposible no compartir y mientras podamos, trabajaremos”.
Recuerda que a la edad de los 11 años elaboró por vez primera su jarrón y desde entonces anda de taller en taller compartiendo sus conocimientos y mostrando su habilidades, él cobra por las piezas que realiza diariamente.
“Aquí no tenemos un horario fijo de trabajo, elaboró entre 4 y 5 docenas al día, un jarrón lo tengo listo en aproximadamente 2 a 3 minutos, está herencia ya lo traigo de antes, pero ahora las nuevas generaciones no quieren saber nada de barro y mucho menos algo que los haga ensuciarse de las manos, si supieran que en el barro uno deja un pedazo de su corazón”.
Este taller como el resto de los que existen en esta localidad sufrieron daños por los sismos de septiembre del 2017, por lo que toda la infraestructura es nueva y requiere de mucha producción para lograr recuperarse, por que el único apoyo recibido de las autoridades federales fue para la rehabilitación del horno.
El trabajo no es nada sencillo explica Álvaro Cabrera Santiago, dueño del taller y quién también por herencia de su padre elabora todos los días las artesanías de barro, mientras su esposa Luisa, también artesana se dedica al diseño y darle color a cada una de las piezas.
*Pinceladas de colores
En el área de diseño y color, además de Luisa laboran dos mujeres trans Kristal y Leylani Nicole, quienes llevan dos años embelleciendo cada una de las figuras de barro que se usan principalmente en las bodas cuando se danza un baile tradicional llamado “El son de los cantaritos”.
Cada una se encarga de darle color a las piezas de barro y convertirlas en verdaderas obras de arte, en cada pieza explican van implícitas los sentimientos y la pasión porque de eso depende que los clientes vuelvan y los recomienden.
Sostener un taller de alfarería es difícil explica Luisa, quién además es ama de casa y madre de familia y diariamente da color a decenas de piezas de barro.
“A veces quisiera cerrar el taller porque es complicado mantenerlo, los apoyos de gobierno para nosotros los artesanos no los hay, aquí todo ha sido inversión nuestra, pero ha valido la pena, tengo a cinco personas trabajando y es sumamente difícil pero seguimos en este caminar por conservar la identidad de nuestro pueblo”.
Luisa junto con Nicole y Kristal pasan largas horas dando color a las piezas, mientras pintan se cuentan sus vidas, escuchan música y hasta ríen, la alfarería se ha convertido en un alivio para ellas porque dialogan, hablan y se escuchan.
“La Alfarería nos da la identidad como pueblo y vemos qué siguen siendo los abuelos los que la conservan, aquí llegan personas de todos los puntos de la república a comprarnos, nos traen modelos y los elaboramos, es una lucha diaria la que hacemos por conservar lo nuestro y creemos que ha valido la pena todo, este taller ha hecho historia y tiene muchos años de haberse fundado”.
Mientras reflexionan de lo importante que es conservar esta tradición muy significativa de Ixtaltepec, no dejan de mover las manos, toman su brocha y la cubren de la variedad de pinturas que usan para darle diseño a cada una de las piezas, con total cuido van rotulando hasta concluir entre 100 y 150 artesanías todos los días.