El País
Juan Cruz
«De Avelino Fierro, fiscal de menores de León, escritor de diarios y de poemas, dibujante, melómano, lector empedernido, aficionado a la fotografía y a la pintura, coleccionista de libros y amigos, paseante, conversador, hortelano a ratos, se podrá decir cualquier cosa menos que lleva una vida mediocre». Para darle la razón a Julio Llamazares, su paisano y colega leonés, de quien es ese retrato, este fiscal de menores hace de los libros uno de sus instrumentos judiciales. Antes de enviar los libros al reformatorio, y si los chicos no se ponen a leer o a escribir, entonces se impone el juicio.
La vida de los chicos está amenazada «por adicciones que, como dicen algunos, convierten esta cultura en criminógena , llena de prisa por llegar sin preparación ni méritos… A ello los animamos los adultos, como exhibicionistas con gabardina, enseñando a los chavales nuestras vergüen-zas de todo tipo, desterrando la lectura sosegada, la desaparición de las humanidades, una vida apresurada que pasa por el negocio y no por el estudio en una época en la que nadie sabe a ciencia cierta adónde va».
Esta prisa por tardar tiene su reflejo en las prematuras delincuencias. Fierro las combate haciéndoles leer o reflexionar por escrito sobre los hechos que los llevan al juzgado. «Igual estoy hecho un carca, un boomer, como nos llaman los chavales, que no somos capaces de explicarles nada. ¡Oye, les digo, que nosotros no sabemos adónde vamos, pero sabemos de dónde venimos y os lo queremos contar! Igual os ayudamos. Y aún así nos cuesta que nos dejen». Él no tiene una lista prefijada de libros que puedan sacar de los chicos lo mejor que tengan dentro, aislarlos de lo malo que los rodea. «Les hablo de clásicos que no son muy sesudos. A veces hablamos con ellos de El árbol de la ciencia , de Pío Baroja, o de lo que se recomienda en las escuelas, para que se pongan a pensar. Muchas mañanas, si tenemos tiempo les pregunto por sus gustos y me meto en la figura del maestro-profesor. Como decía George Steiner, tenemos el derecho de elevar el listón de sus gustos y de sus goces».
«Pocas cosas pueden ser tan gratificantes como disfrutar de las creaciones del espíritu de los que nos han precedido. La música, la lectura, la literatura, el amor adolescente… ¿Hay más cosas que merezcan la pena a esas edades? A mí no se me ocurren». Sus libros (Una habitación en Europa, La vida a medias…) son, dice él mismo, la labor «de un lector agradecido». ¿Se muestran agradecidos los chicos de que él trate de alejarlos de la delincuencia haciéndoles leer? «Yo creo que sí, porque muchos no vuelven al juzgado. Algunas veces nos preguntan a cuántos hemos resocializado con esta tarea extrajudicial. Yo no echo cuentas, las estadísticas son para los políticos. Sí percibo gratitud cuando me los encuentro, a veces en la madrugada, y ellos mismos expresan lo que sienten por la mano que les hemos tendido. ¿Por qué no pueden descubrir estos placeres todos estos mendruguillos que están todo el rato con el móvil, fumándose los petas de maría?».
«Yonqui de la lectura», Avelino Fierro dice que leer «eleva el listón de la vida». Te asegura un viaje lejos de las adicciones que han hecho «mediocre» la sociedad de la prisa.