Fábulas de un mundo que muere: Luis Eduardo Aute

La Jornada Semanal

 

Un breve homenaje a, literalmente, una de las voces más conocidas y entrañables de la canción popular en el siglo pasado y hasta nuestros días, Luis Eduardo Aute (1943-2020), el del “canto pausado y de murmuraciones poéticas”, como se afirma aquí, también ganó reconocimiento como pintor, poeta, cineasta e incansable activista político en contra de las dictaduras, la de Franco en España y las latinoamericanas. Su obra, extensa y versátil seguirá hablando por él en su ausencia.
“Cierto que huí de los fastos y los oropeles”

Luis Eduardo Aute

I

Lo más probable es que estemos ante la agonía de uno de nuestros pasados recientes, de una luz que se había vuelto tenue pero constante. la muerte de Luis Eduardo Aute (1943-2020), cantautor español nacido en Filipinas, es también un símbolo transatlántico en el que se anudan amor y política, el tono de la intimidad de lo cotidiano que mantiene siempre su tensión con un tipo de canción que nació protestando; palabras de amor que naturalmente se convierten en símbolos políticos, como en el emblemático tema “Al alba” (1978):

Si te dijera, amor mío

que temo a la madrugada.

No sé qué estrellas son estas

que hieren como amenazas.

Ni sé qué sangra la luna

al filo de su guadaña.

¿Cuál era “la noche más larga” que venía de la noche cotidiana? La noche del franquismo que fusila a sus últimos adversarios, pero también la noche de las dictaduras en América Latina… la noche de una época de violencias atroces de Estado; utopías políticas del amor que esperan algo más que democracias incipientes y que, al menos, concluya la noche de los cuerpos políticos en prisión. La perspectiva política de Aute, la sensibilidad de sus primeros temas, pertenece y ayuda a construir esa época en la que se abre un período de democratización sin calabozos ni fusilamientos, pero que no deja de denunciar el maquillaje demagógico de la transición española: una cierta “belleza” intemporal del amor en la mirada, enfrentada a la ambición y el “éxito”; esto en 1989, ante la incertidumbre que generaba la caída del Muro de Berlín.

Encuadrado en la Nueva Canción española, cuyas influencias decisivas fueron el folk estadunidense, Bob Dylan y Joan Báez, por ejemplo, y la música de protesta, para terminar en abrazo político con la nueva trova latinoamericana (memorable es su disco en vivo, en la Plaza de las Ventas, a dúo con Silvio Rodríguez, grabado en septiembre de 1993), Luis Eduardo Aute representa también al cantautor de guitarra despojado del estruendo del mundo del espectáculo, el cantante de una forma íntima de entender la transición del franquismo a la democracia, el anti-crooner despojado de sentimentalismos estrepitosos, sin himnos orquestales y sin la soberbia de ponderar a la voz como el principal instrumento. Quizás por esto último, la voz de Aute es murmurada, en declive suave y discreto por los tropos del amor, el miedo y la política enunciada de forma indirecta. Su música nace a contracorriente de la balada romántica cobijada por la herencia del franquismo (Raphael, Miguel Gallardo y Julio Iglesias, la tríada de la canción melodramática que desembarcó en América Latina en las décadas de los años setenta y ochenta del siglo xx) y representa totalmente lo contrario: compromiso político, denuncia de la dictadura franquista, poética popular como educación sentimental sin arquetipos melodramáticos, recuperación de lo cotidiano como el “estar” sensible de los seres humanos… “pasaba por aquí”. Su obra es una constelación de canciones cuya duración emocional va de los últimos años del franquismo a la implosión del mundo occidental a través del coronavirus.

II

Para Luis Eduardo Aute, Europa era un viejo barco que se hundía, América Latina era la posibilidad de construir otro barco, uno nuevo, con sociedades multiétnicas que quizás era más complejas que sus Estados nacionales. Una versión bastante más democrática que la del mito colonialista del Nuevo Mundo. Lo anterior se complementa con la manera en que fueron evocadas y padecidas sus canciones en los países latinoamericanos. Iban desde la leyenda de que “Al alba” había sido cantada en las prisiones de las dictaduras en Argentina y Uruguay, como cantos de resistencia política, hasta la apropiación de un Aute cuyo discurso amoroso era parte de una educación sentimental menos agresiva y violenta, cuya sutileza y colores se correspondían con un erotismo de metáforas liquidas y sin furias de chacal, sin explosión; un cromatismo de mar y de dolor que sublima la posible agresividad masculina y que borra las venganzas feminicidas del amor:

Necesito confundir tu piel con el frío

del metal,

o tal vez con el destello cruel

de un fragmento de cristal,

quiero que tus sentimientos sean puro mineral,

polvo de cometa al viento del espacio sideral.

Ay amor, hay dolor, yo te quiero con alevosía…

III

“Todos los burgueses son unos burgueses… son así”, canta Luis Eduardo Aute en su primer disco Diálogos de Rodrigo y Gimena, un tema y un disco que sirven como punto de partida de una poética que tiene mucho de lúdico, de piano y violines a manera de canción satírica, pero que marcan una posición política que en 1967 era, por lo menos, atrevida ante el régimen de comunicación de masas del franquismo. Como afirmaba Manuel Vázquez Montalbán sobre la época última de la dictadura de Franco: “Los medios de comunicación de masas tienden a uniformar esa cultura de masas, y lo hacen, perfectamente conscientes, al nivel del supermán pequeño burgués.” Con la figura de Don Ramón y su acordeón, “un viejo vagabundo que cantaba por el mundo”, en un tema del mismo disco, en Aute se hace presente el perfil de un hombre contrario a las aspiraciones de una España burguesa que se debatía entre la sentimentalidad desbocada de las chicas a go-go, la revista Hola, la pobreza y el disfraz de lo que el mismo Vázquez Montalbñan identificará como el “erotismo consumista”. El de su personaje Don Ramón es un semblante de hombre diáfano que representa la poesía de la música popular que canta en las esquinas, lejos del frenesí del espectáculo, que muere en la calle sobre su acordeón. Es el pasado de juglar antifranquista que Aute reivindica para sí.

Luis Eduardo Aute se abre paso más bien en una franja de la música popular que hasta mucho después tendrá acceso a la cultura de masas y lo hace también empuñando un canto de fábulas, como en la canción “Rojo sobre Negro”: “Rojo sobre Negro/ una rosa roja se cayó sobre el asfalto y después llovió/ fui a recogerla, el viento sopló, corrí detrás de ella y desapareció.” La fabulación en la nueva trova es también una constante, Silvio Rodríguez también hace uso de ellas –por ejemplo, “La fábula de los tres hermanos”. La fábula en la canción popular tanto en España como en América Latina se expresaba como un relato cantado y corto, didáctico, que encarnaba en animales o en figuras de la naturaleza (rosa, geranio), con moraleja que también ilustraba de manera indirecta el comportamiento de los seres humanos ante la vida, el amor o el destino.

IV

Hay quien opina que algunas canciones de Luis Eduardo Aute han sido motivo de magníficas versiones de otros cantantes, que esto lleva a la conclusión de que su canto pausado y de murmuraciones poéticas es susceptible de transformarse de manera afortunada con arreglos más arriesgados y voces mucho más graves y de mayor temperamento. Muchas de las canciones de Aute, desde sus comienzos como compositor, fueron cantadas por otras voces. Sin embargo, desde el disco homenaje ¡Mira que eres canalla, Aute! (2000) sus canciones vivieron un nuevo momento de apropiación. Una de las que más notablemente se transfiguró fue sin duda “Hemingway delira”, cantada por Eliades Ochoa y el Cuarteto Patria. Esta canción renació con el arreglo de Eliades Ochoa en su belleza atroz de tormenta casi mitológica en el Caribe: “La Luna bola de sangre” devorada por un tiburón; “cabeza de cocodrilo y cuerpo de camarón”, un aventurero que pelea contra un dragón, con Hemingway delirando bajo la noche guajira y un diluvio de ron…

V

El planeta revienta no en confeti, sino mediante el monstruo invisible de un virus. Luis Eduardo Aute nos ha dejado algunas utopías de susurro poético que nos pueden ayudar a pensar, sentir y enfrentar el vacío que se abre ante nosotros: asumir que nada volverá a ser igual y que no es deseable el regreso de la normalidad espeluznante de un capitalismo que destroza las y los cuerpos y su subjetividad. Lo único posible de regresar serían los deseos que nos humanizaban, como el deseo de volver a bailar despacio, slowly; en un baile suspendido que recupere lo más básico de los seres humanos, es decir, el estar absolutamente en el presente del movimiento deslizado… bailar, mirar, oler, escuchar… y que este erotismo des-mercantilizado no lo interrumpa la ambición por los tesoros de las Fuentes del Nilo ni los ciclos del capitalismo financiero y viral.

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