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Antonio Malacara Palacios ha dedicado buena parte de su vida periodística a preservar la historia del jazz en México, y tras exitosos volúmenes como la biografía de Eugenio Toussaint, ahora da a conocer el libro finamente ilustrado con fotos de la “Enciclopedia Fonográfica 1: A / E. Atlas del Jazz en México” (Secretaría de Cultura / Ed. Taller de Creación Literaria en el borde, tallerenelborde@outlook.com, 349 páginas).
Este primer volumen incluye las portadas de grabaciones y discos con testimonios de “Toño” Malacara y sus autores: Los nombres de solistas y agrupaciones de jazz van enlistados por orden alfabético, desde “A Love Electric” hasta “Experimento 1”. Enseguida, un fragmento de la introducción.
El largo y sinuoso camino
Nunca antes habíamos enfrentado tantas dificultades para publicar un libro; y en éste, el número 13, pareciera que todo un ejército de chaneques, gnomos, sílfides, elfos oscuros y burócratas grisáceos se dio cita en una extraña y apretujada fiesta de inicios de sexenio. Allá los primeros con bromas de mal gusto y disolviéndose en el aire; acá los últimos, con alaridos y manotazos de fiel cortesano que exigían la cancelación de nuestro proyecto.
Les cuento…
En 2018 publicamos el Atlas del Jazz en México; esto, con el apoyo de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, específicamente de la diputada y escultora Margarita Saldaña. Y al final este libro, digámoslo sin falsas modestias, les gustó a propios e impropios. Todo mundo hablo bien de él (creo).
Fue así que platicamos con Margarita sobre la necesidad de editar nuevos títulos que pudieran dar continuidad a nuestras investigaciones documentales y de campo; ella estuvo de acuerdo, pero su tiempo en la Cámara había terminado. Una legislatura después, fuimos a ver a Santiago Taboada, nuevo presidente de la Comisión de Cultura, y a pesar de la sobredosis de grilla que ya imperaba dentro y fuera del parlamento (sí, sobredosis), nos autorizó la edición de dos tomos para una enciclopedia fonográfica.
Argumentamos entonces que la enciclopedia requeriría mínimamente de cuatro tomos, le mostramos sólo una parte de los discos de jazz mexicano editados hasta el momento, y el diputado, siempre amable y tranquilo, nos dijo que por el momento no podían disponer de más recursos, pero que no nos preocupáramos, que seguramente la siguiente legislatura daría seguimiento a tan interesante proyecto.
Nos dijo también que sólo la tramitología para bajar los recursos tendría que verse directamente en la Secretaría de Cultura, y puntualizó que dichos recursos sólo podían ser bajados por una Asociación Civil autorizada. Fue entonces cuando solicitamos la ayuda de Ramón Lozano, propietario de La Casa del Mendrugo, el foro de jazz más importante en la ciudad de Puebla, y de Jorge Fernández de Casto, productor del programa Sólo jazz por Radio BUAP. Los dos se subieron al barco sin mayor preámbulo.
Así que fuimos a las oficinas de la Secretaría de Cultura, y después de casi un año de idas, vueltas y revueltas, se autorizó y se entregó el recurso. Para ello, se tenía que firmar un contrato donde se estipulaba que los libros tenían que estar listos y publicados en seis meses. Sí, teníamos que hacer una enciclopedia en medio año.
Lo disparatado de esta cláusula no nos preocupó. Sabíamos que era imposible terminar los dos tomos de la enciclopedia en ese tiempo, pero ya se pediría una prórroga en el momento apropiado. Siete de nuestros doce libros publicados hasta el momento habían sido apoyados por la Secretaría de Cultura (antes Conaculta) y en ninguno de esos siete casos habíamos entregado el libro en los tiempos estipulados; invariablemente, habíamos solicitado una prórroga (a veces, dos) para concluir el proyecto, e in variablemente siempre se nos había autorizado la prórroga solicitada.
Empezamos a trabajar, y tres meses después de la llegada de la nueva administración del país y las nuevas autoridades culturales, solicitamos una prórroga para entregar estos libros. Y nos dijeron que no. La solicitud de prórroga fue rechazada; pero resulta que esta negativa se envió por escrito a una dirección distinta a la que nosotros habíamos dado de alta; alguien en la Secretaría puso una dirección postal equivocada en el sobre y nunca llegó a nosotros este envío. Así que seguimos trabajando.
Cuando solicitamos una segunda prórroga de tres meses, nos enteramos de que la primera había sido rechazada. A partir de esto, de la segunda solicitud de prórroga, la Secretaría de Cultura empezó a bombardear literalmente con oficios y amenazas las oficinas poblanas de la Asociación Civil que nos había respaldado.
Nosotros enviamos repetidas ocasiones pruebas fehacientes de los constantes avances en nuestras investigaciones y en la redacción de la enciclopedia, mostrando y demostrando que en ningún momento habíamos dejado de trabajar, tratando de que entendieran que no estábamos haciendo bolillos y que cualquier proyecto de investigación implicaba un sinfín de elementos fortuitos que podían alterar los tiempos estimados en su concepción.
Pero la Secretaría de Cultura no cedía en sus requerimientos y los amigos de Puebla empezaron a inquietarse, la imagen de su asociación podía quedar en entredicho, y fue así que nos pidieron poner punto final al conflicto. Ellos sabían que nos faltaba un rato para poder cumplir con nuestros propósitos, pero nos pidieron que entendiéramos de igual forma su posición.
Fue así que suspendimos la chamba de investigación, dimos por concluidos los trajines, los viajes, las llamadas, las visitas a las hemerotecas y fonotecas, la confrontación de datos, la búsqueda de fonogramas extraviados… y le entregamos nuestros textos al diseñador para iniciar el proceso de edición.
Seguramente este trabajo contendrá huecos de información y hasta una que otra errata en los datos vertidos y revertidos. Una sincera disculpa por todo ello, ya no tuvimos tiempos de hacer las revisiones y correcciones pertinentes. Entre nuestros planes a mediano plazo está una edición digital de todo este trabajo, y ahí, en el ilimitado espacio de internet y ya sin presiones ajenas, se corregirán los asegunes y omisiones del caso.
Pero antes de concluir con esta introducción, va una anécdota de colección.
Cuando la nueva Comisión de Cultura nos informó que ya no podía atender solicitud alguna de apoyo, fuimos directamente a la Subsecretaría de Desarrollo Cultural para plantear la necesidad de dos o tres tomos extra en nuestro enciclopédico proyecto. Ahí nos recibieron sin demora y de la manera más atenta y cortés nos informaron que, por disposición de las más altas autoridades, en las nuevas estrategias de la Secretaría de Cultura ya no estaban considerados el desarrollo, la publicación y la difusión de ofertas editoriales.
En pocas palabras, que la nueva Secretaría de Cultura no quería saber nada que tuviera que ver con libros… La Dirección General de Publicaciones había desaparecido, nomás ya no existía, porque ahí tenían otras prioridades…
Varios compañeros insistían que denunciáramos a los cuatro vientos y lucháramos hasta el límite de nuestros derechos culturales. Fue cuando vimos que un grupo de padres de familia se manifestaba afuera de Palacio Nacional, exigiendo atención y recursos para que sus hijos, enfermos de cáncer, tuvieran los medicamentos necesarios.
Dimensionamos entonces el verdadero tamaño de nuestro problema y decidimos igual seguir trabajando con los dos tomos que teníamos a la mano. Ya después veríamos.
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