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Aislada y en confinamiento, como prácticamente la mayor parte de la población, la ensayista y crítica literaria Liliana Weinberg recibió, a través de un correo electrónico, la noticia de su designación como nueva integrante de la Academia Mexicana de la Lengua (AML).
Nacida en Buenos Aires, Argentina, el 7 de septiembre de 1956, y catedrática en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Weinberg comenta en entrevista con Proceso que pasó como con el cuento El Aleph, de Jorge Luis Borges:
“Fue una sensación muy hermosa. Pensé en lo que significa dedicarse a la lengua, a las palabras. Siempre lo he reflexionado, pero en un ratito uno revisa su vida, además fue en un día histórico también para la Academia, era el Día Internacional del Libro y de la Lengua, el aniversario de Cervantes y de Shakespeare, y –por primera vez– se realizó la sesión de la AML por videoconferencia. También la Real Academia Española. Esto tiene que ver con los nuevos desafíos”.
Lo ve también como muestra de que aun en la pandemia y la crisis, “en un momento tan difícil para la humanidad”, la cultura sigue viva y puede atravesar todas las barreras, llegar a la intimidad y a la vez a lo social.
Especialista en ensayo y miembro del Sistema Nacional de Investigadores, la académica ha reflexionado también sobre el uso de la lengua y cómo la gente ahora está consultando los diccionarios en línea para tener el significado preciso de palabras como cuarentena, pandemia o triaje, que se refiere a la clasificación de pacientes de acuerdo con la urgencia de atención, y otras con carga jurídica como confinamiento. O las aportaciones que hace la AML para quienes están en casa, que todos los días publica refranes y poemas.
Weinberg es la primera académica mujer que ocupa la silla X, que se encontraba vacante desde el fallecimiento del filólogo José Pascual Buxó. Antes de éste la habían ocupado José María Roa Bárcena, Victoriano Salado Álvarez, y Ermilo Abreu Gómez. Si bien ingresaron a la AML antes que ella Margit Frenk, Margo Glantz, Sara Poot (quien es correspondiente), Rosa Beltrán, Concepción Company y Julieta Fierro.
Dice entonces que tiene mucho interés en el saber y las discusiones que ya se llevan a cabo en la Academia, respecto al papel de la mujer desde la especificidad de lo literario. Más que como creadora, le interesa particularmente como lectora e impulsora de la lectura:
“En una de las épocas que he trabajado sobre el origen del ensayo, con Montaigne (1533-1592) y Shakespeare (1564-1616), las principales impulsoras hacían redes de lectura. En América Latina ya están saliendo trabajos interesantísimos sobre la mujer lectora”.
Entonces, reitera que el “granito de arena” que espera aportar desde la historia de la literatura es mostrar cómo el ensayo ha permitido a mujeres como Rosario Castellanos o Virginia Woolf, tener un espacio propio para la producción intelectual, pero también sobre las promotoras de la lectura.
–¿Tiene un proyecto de investigación?
–Estoy trabajando temas ligados al ensayo y la ética, el problema de la fe y la verdad, que es hoy un tema fundamental: la confianza en el decir, ahora que circulan las fake news, y la pretensión de relativizar la verdad. Es importante en este momento en el cual una de nuestras epidemias es la desconfianza, es necesario pensar la verdad, la sinceridad, la transparencia en el decir y en la escucha. Son temas que me preocupan.
“También me preocupa el tema del diálogo que se abre en el ensayo y la literatura en general, dialogar, respetarnos, encontrar consensos. Y recientemente he trabajado en la obra de Alfonso Reyes, Octavio Paz, Borges. Y he leído ensayistas y etapas específicas de la historia del ensayo”.
Recuerda, por ejemplo, que en julio de 2018 tuvo “el honor” de publicar en la revista Proceso, su ensayo “Ignacio Ramírez y la educación”, presentado en el marco del 200 aniversario del natalicio de El Nigromante en el Centro Cultural de San Miguel Allende, Guanajuato, con la cobertura del reportero Roberto Ponce.
En un comunicado de la AML, la investigadora señala:
“Actualmente vivimos una epidemia de simplificación, ya que en el espacio público se tienden a simplificar los problemas. Ante esta realidad es necesario que el ensayo recomplejice las situaciones y encuentre un espacio de diálogo”.
Y enfatiza la necesidad de confiar en la palabra del otro:
“La sensación de transparencia, sinceridad y confianza es fundamental para construir y reconstruir el tejido social. Un autor comentó que el ensayo siempre va firmado y es cierto, lleva una firma como la asunción de responsabilidad por la palabra”.