Grandeza y carencias son caras simultáneas y permanentes de México como país subdesarrollado, con su patrimonio arqueológico a resguardo del INAH. Muchas de esas últimas ya ancestrales, como la siempre rezagada solución laboral. La austeridad del gobierno apenas le acaba de retirar 50% de su presupuesto, y la pandemia obligó al cierre de vestigios prehispánicos y museos. El director de uno de ellos, el de Templo Mayor, hace ver, consternado, que la investigación está sufriendo el “frenazo” más duro de la historia.
(Proceso).-
Dirigido por el arqueólogo Leonardo López Luján desde 1991, el Proyecto Templo Mayor (PTM) –sin duda el más importante de la Ciudad de México– fue obligádamente puesto en pausa debido a la contingencia por el coronavirus, iniciada en marzo pasado.
¿Qué significa para la arqueología esta inédita situación?
Autor de más de 16 libros y 200 artículos, Premio Alfonso Caso en dos ocasiones (1998 y 2016) y ganador del Premio a la Investigación 2015 del Shanghai Archaeology Forum, el doctor en arqueología por la Universidad de París-Nanterre responde vía correo electrónico a ésta y otras preguntas, entre ellas la creación del sitio de difusión arqueológica Mesoweb y la difícil situación que, sumados los impactos de la pandemia, enfrenta el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), del cual es investigador:
“En efecto, vivimos una época tan inusitada como funesta. Como muchas otras actividades en México, la investigación arqueológica de campo se encuentra prácticamente paralizada por la pandemia. Es cierto que, de un tiempo para acá, nuestras tareas científicas en los sitios arqueológicos ya estaban muy mermadas, principalmente por la inseguridad que se vive en el país, los bajos presupuestos que recibimos y la asfixiante complejidad del aparato burocrático-administrativo. Sin embargo, nunca habíamos experimentado un frenazo de esta naturaleza.
“Cuando cerramos, protegimos con todo cuidado el área de excavación y cerramos nuestros laboratorios, no sin cerciorarnos de que el patrimonio bajo nuestra custodia y el poco instrumental con que contamos quedaran protegidos y bien resguardados por los sistemas y el personal de seguridad. Periódicamente verificamos que todo esté en orden. Un problema inesperado ha sido que las ratas ahora rondan a sus anchas por las calles y entran tanto a las ruinas como a las áreas de trabajo. Pero las tenemos a raya ¡para que no se les ocurra construir una madriguera en una de nuestras ofrendas! Nos visitó incluso un cacomixtle…”
–¿Habrá un atraso en los proyectos de exploración que desarrollaban o podrá recuperarse el tiempo y retomarse el trabajo?
–Digamos que los tiempos de la ciencia son distintos a aquellos de la política o de la economía. El conocimiento, aunque se produce a paso firme, se cocina a fuego lento. Con la pandemia hemos tenido que reinventarnos para seguir adelante, si bien por senderos poco explorados, pero siempre con entusiasmo y tratando de trabajar en grupo, pues la arqueología es un quehacer eminentemente colectivo. Y aquí el internet y los teléfonos celulares salen a nuestro auxilio.
Se le pregunta al investigador, miembro de El Colegio Nacional (Colnal) y cuyas investigaciones se han enfocado hacia la política, la religión y el arte de las sociedades prehispánicas del Centro de México, en qué proyecto específico trabajaba con su equipo cuando llegó el cierre de las actividades.
“Tenemos muchos proyectos específicos en marcha. Uno de los más importantes es la elaboración de tesis de licenciatura, maestría y doctorado, porque el Proyecto Templo Mayor siempre ha sido un semillero de profesionales de alto nivel. Con orgullo puedo decirte que, en 42 años, se han presentado 107 tesis y en este momento tenemos 13 más en proceso, en una gran variedad de campos del saber.
“Nuestro proyecto aplica tecnología de punta gracias al apoyo de otras instituciones nacionales y extranjeras. Por ejemplo, hacemos ahora estudios isotópicos para conocer la procedencia y alimentación de los animales ofrendados; análisis polínicos que revelan las flores que fueron inhumadas por los mexicas; modelado arquitectónico por computadora de las pirámides, o bien desarrollamos nuevas técnicas de conservación para la madera y el cartílago.”
Recuerda “dos hallazgos espectaculares” recientes, que se dieron a conocer a la prensa en su momento. Uno de ellos en marzo del año pasado:
“Una ofrenda de grandes proporciones que contiene el esqueleto de una hembra juvenil de jaguar que fue vestida por los sacerdotes como guerrera, con su lanzadardos y su escudo, y luego sepultada con cientos de estrellas marinas.”
Meses más tarde, en noviembre de 2019, el equipo dirigido por López Luján hizo otro descubrimiento que llamó la atención de los medios por su fastuosidad:
“Una caja pequeña con dos aves rapaces llenas de ornamentos de lámina de oro, jadeíta, turquesa, cobre y concha. Te imaginarás que estamos deslumbrados por la riqueza de este lugar sagrado, el cual siempre nos guarda grandes sorpresas.”
Identidad y fortaleza
Discípulo del arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, fundador del PTM, López Luján ha tenido contacto con la disciplina prácticamente desde la infancia, cuando se dedicaba a limpiar cerámica. Su madre, Martha Luján, fue asistente de Alberto Ruz Lhuillier, y durante una estancia en Sevilla, España, donde su padre, el investigador Alfredo López Austin, estudiaba el Archivo de Indias, hizo su primer libro, Quince grandes descubrimientos de arqueología.
“El ambiente lo lleva a uno”, relató con su entusiasmo en estas páginas en una entrevista con motivo de su ingreso al Colnal, en marzo de 2019 (Proceso, 2211).
Desde hace un tiempo, en su cuenta de Twitter, @LeoLopezLujan, comparte ligas hacia el sitio Mesoweb, donde diversos especialistas en historia antigua publican ensayos, investigaciones, fotografías y otros materiales. Relata cuando se le comenta que, así como las artes, el cine y otras expresiones ayudan a la gente a sobrellevar la contingencia, los estudios de arqueología son una opción:
“Hace relativamente poco que incursioné en Twitter y aclaro que no soy ningún líder de opinión. Sólo le dedico 10 o 15 minutos por la mañana, si bien confieso que me divierte. Como muchos otros, estoy convencido de que la ciencia y la cultura son fundamentales para México, máxime en grandes crisis como la que atravesamos hoy. Así que cada día lanzo una botella al mar, la cual contiene un par de frases sugerentes, una bonita imagen y un vínculo que te conduce a una de mis publicaciones. Es algo que quiero compartir con la gente que ahora experimenta tristeza por el encierro, angustia por la muerte de alguien querido o penurias de tipo económico. Quizás sirva de algo…”
En la entrevista arriba mencionada, se expresó que la arqueología es una disciplina muy cercana a la gente, pues suele visitar zonas arqueológicas y leer sobre el tema. Desde su incorporación al Colnal lleva a cabo el ciclo “La arqueología hoy”, al cual invita a distintos colegas y acude mucha gente. Ahora se transmite en vivo en la página del colegio.
El pasado 14 de mayo dictó la conferencia “Universos en miniatura: excavaciones en las entrañas de la Pirámide de la Luna”, en la cual rememoró su participación en el proyecto arqueológico realizado en dicho monumento entre 1998 y 2004, bajo la dirección de Saburo Sugiyama, investigador de la Universidad Estatal de Arizona, y Rubén Cabrera Castro, del INAH. Y describió la relación entre Teotihuacán y el PTM, según un comunicado del Colnal:
“En el Templo Mayor estudiamos la cultura teotihuacana, que abarca del año uno al 550 de nuestra era, y la civilización mexica, mi especialidad, que es muy posterior, está ubicada entre 1325 y 1520. Sobre el estudio de los mexicas, tenemos la fortuna de contar con múltiples documentos escritos y pictografías sobre las concepciones antiguas del tiempo y el espacio, textos en lenguas indígenas, en latín y en español.”
En cambio, lamentó que para la investigación en Teotihuacán no se tenga el mismo tipo de fuentes documentales, no hay pictogramas, códices ni textos escritos complejos, por lo cual es más complicado reconstruir la cosmovisión de sus habitantes.
–¿Cree que en estos momentos la arqueología nos ayuda como un referente, como lo hace la historia, por ejemplo, para sentirnos fortalecidos como mexicanos, como un elemento de identidad para seguir adelante?
–Claro que sí, la arqueología tiene muchísimo atractivo. Viajar al pasado es fascinante, pues en la lejanía logramos vernos ante el espejo y así es como descubrimos quiénes somos en verdad. El pasado es motivo de orgullo, base de la identidad, pero ante todo es una mayúscula fuente de enseñanzas para afrontar las adversidades. Louis-Ferdinand Céline decía que la gran derrota es el olvido.
En uno de los estudios que ha subido al sitio se encuentra “Al pie del Templo Mayor: excavaciones en busca de los soberanos mexicas”, escrito con su colega Ximena Chávez Balderas, en el cual hacen un recuento de la arqueología realizada en la antigua Tenochtitlán. Explican que sus retos no sólo son el que se encuentre sepultada “bajo toneladas de asfalto y concreto” y la extensión “desmesurada” de la ciudad actual, sino también las particularidades de su Centro Histórico. Tratar de recuperar los restos materiales implicaría sacrificar monumentos de los siglos XIX y XX, dicen, por lo cual una forma en la cual han realizado estudios es a través de exploraciones subterráneas.
Y ha compartido otros títulos relacionados con otras culturas y regiones del país:
“Arqueología de la arqueología: de la época prehispánica al siglo XVIII”, “Bajo el volcán: el memorial de Motecuhzoma II en Amecameca”, “Culturas del Centro de México en el Posclásico Tardío” y “El epiclásico: el caso del Valle de Morelos”, entre muchos otros.
Golpe de timón
–¿Cómo nació Mesoweb?
–Como te contaba, mis tweets llevan a quien lo desea a un continente llamado Mesoweb. Se trata de una página de internet creada en California por Joel Skidmore, una de las personas más generosas y entusiastas que yo conozca, amante del pasado de México y Centroamérica. Por años, él ha sido el alma del Ancient Cultures Institute, una fundación sin fines de lucro que tiene como propósito difundir el conocimiento de manera gratuita y a escala planetaria. Allí se ponen a la disposición de todo el mundo publicaciones e informes sobre la arqueología y el arte de las sociedades prehispánicas de Mesoamérica. Para mí es un honor contribuir en este proyecto con colegas de Canadá, Estados Unidos y México, entre ellos Stephen Houston, Marc Zender, David Stuart, Karl Taube y Alfredo López Austin, por citar unos cuantos. Los invito a visitarnos en www.mesoweb.com.
La página cuenta con diversos recursos, entre ellos un buscador con el cual se pueden encontrar textos y autores relacionados con ciertos temas. Por ejemplo, si se pone la palabra “mayas”, se muestran ensayos como “Introducción a los jeroglíficos mayas”, “Registros del Año Nuevo en las Inscripciones Mayas del periodo Postclásico en Yucatán”, “El humor ritual en la región maya del periodo Clásico”, etcétera. Hay ensayos sobre las culturas olmeca, mexica, sobre Moctezuma II, Malinche como personaje y como sitio, los mayas en Guatemala…
Se pueden descargar libros y ensayos, como el bellamente ilustrado Comentarios sobre las inscripciones del Templo XIX de Palenque, de David Stuart, con fotografías de Jorge Pérez de Lara, los cuadernos de notas de Miguel Covarrubias sobre los olmecas y Los murales de San Bartolo en El Petén, Guatemala (partes 1 y 2).
Para finalizar, se le pregunta a López Luján acerca de la situación en el INAH, que ya de por sí ha venido enfrentando una crisis, entre otras razones porque arrastra desde hace años un déficit, y tiene un añejo problema laboral pues no se han abierto plazas para los investigadores, y muchos de quienes colaboran con los arqueólogos de base son contratados por los capítulos 1000 y 3000, en condiciones sumamente precarias.
Al momento de la entrevista, recién acababa de anunciarse la desaparición del Fideicomiso para el Fomento y la Conservación del Patrimonio Cultural Antropológico, Arqueológico e Histórico de México (Fideinah). Asimismo se dio a conocer un recorte de 50% del presupuesto del INAH, como una de las medidas de recuperación económica tras la pandemia (ver recuadro). Y un grupo de investigadores firmó una carta en contra (Proceso, 2270). Se le preguntó entonces si deseaba externar una opinión:
“Simplemente diría que mis colegas y yo, tanto aquí como en el extranjero, estamos muy alarmados por los derroteros que está tomando la investigación científica arqueológica en México. El Instituto Nacional de Antropología e Historia, esa benemérita institución fundada por el general Lázaro Cárdenas del Río en 1939, está siendo reducido a su mínima expresión. Se encuentra ahora en estado de inanición, sin los recursos humanos y financieros mínimos para cumplir con la enorme encomienda que representa la conservación, investigación y difusión de un patrimonio que es único en el mundo. Para colmo, los jóvenes no tienen trabajos dignos que les aseguren hacer carreras profesionales de largo plazo. Hay quien no comprende la gravedad de muchas decisiones que se están tomando ahora, pero si no damos pronto un golpe de timón, mañana lamentaremos haber sacrificado vanamente nuestro pasado y nuestro futuro.”