Fernando Figueroa
La Jornada
Cuando Héctor Suárez realizó la película El Milusos (Roberto G. Rivera, 1984), basada en un guion de Ricardo Garibay, el éxito fue arrollador. A partir de ese momento, y hasta la fecha, se utiliza Milusos como apodo para quien es aprendiz de todo y oficial de nada.
Tiempo después, Héctor Suárez logró mantener durante dos años el rating más alto de la televisión mexicana con su programa ¿Qué nos pasa? Todavía mucha gente dice que los ostiones son del Ajusco o que el chicharrón es de puerco y puerca.
En 1991 fue desplazado de Televisa porque los ejecutivos consideraron que había ofendido a la institución presidencial con un scketch (al estilo Palillo) que presentó un programa nocturno con Verónica Castro. Paradójicamente, la televisión estatal le abrió las puertas para que presentara su programa Verdad o fixión, en el que optó más por el mensaje que por el humor a secas.
Esta plática inédita con Héctor Suárez se desarrolló en 1984, en un pequeño gimnasio que el actor acondicionó en el sótano de su casa, en San Jerónimo. Aquel día portaba una camiseta sin mangas que destacaba su gran musculatura.
¿Qué representa para usted Tránsito Pérez, personaje de El Milusos?
Todo el éxito de mis personajes populares se basa en que yo nunca hago cliché ni me burlo de nadie. Siempre los hago con mucho respeto, con sus limitaciones, proyecciones, posibilidades y resentimientos reales, no inventados. Bueno, sí hay una excepción, El Gulliver, que fue la caricatura de un teporocho que cubría las exigencias de un programa de televisión. El Tirantes, de Lagunilla mi Barrio, lo saqué de un comerciante que existe. Es un cuate que se quedó en el túnel del tiempo, en los cuarentas, en el mambo y el danzón, el sombrero de pachuco y el pantalón entubado. Alguien que sigue asistiendo al Califas y al Salón Los Ángeles.
El personaje de El Milusos lo hice pensando en un señor que no come, con necesidades gruesas. Lo hice con mucha dignidad. Tuve que ir a Tlaxcala para conocer al personaje que iba a representar. Si yo hubiera salido haciéndole al Juan Diego y que “virgencita del cielo y que la chingada”, nadie me la hubiera creído. A Tránsito Pérez lo respeto tanto que me he negado a hacer llaveros, camisetas y demás chingaderas. También iba a demandar a una revistilla pútrida que se llama El Milusos, donde usan fotos mías sin autorización. Se quisieron pasar de listos.
Yo diría que se pasaron.
Voy a detenerlos. No hice demanda porque hay un amigo inmiscuido. Sólo voy a exigir que eliminen mis fotografías.
Muchos críticos afirman que El Milusos tuvo éxito gracias a la publicidad televisiva.
Todas las películas que hace Televicine tienen establecida la misma cantidad para promoción. Esta es una respuesta para todos los periodistas que no han dejado de molestarme. Me dicen que me baje de mi nube, que estoy muy pedante e insoportable. Quienes me critican también necesitan ubicarse en la realidad. Todas las películas que produce esa empresa tienen un presupuesto similar, perfecto, exacto, correcto y matemático. Otras cintas con las mismas posibilidades han fracasado, y no te digo nombres para no armar otra bronca.
Muchos piensan que la película funciona más como un regaño a los pobres que como sugerencia para que no emigren a la capital.
Eso es bronca personal de cada quien.
¿A usted le gusta la película?
A mí, personal y honestamente, la factura no me gusta. Me parece muy mala, con gran producción y dirección la cosa no funciona y el que tiene la razón es el señor director Roberto G. Rivera. A mí, la factura me sigue pareciendo pútrida. El concepto del cine que yo tengo no es ése. El mensaje y mi actuación son cosas aparte. El trabajo de Ricardo Garibay me parece digno e importante. De mi trabajo como actor soy el único responsable.
Sin embargo, una mala factura puede destruir un argumento y una actuación brillantes.
Pues sí, pero ese ya es problema del director.
Tengo entendido que la prensa lo enemistó con algunos de sus compañeros.
Cuando le comuniqué a Televicine que deseaba producir el 50 por ciento en El Milusos II, ellos no aceptaron. Entonces dije que no hacía la película pero que el papel principal se lo dieran a un Ernesto Gómez Cruz, José Carlos Ruiz o Salvador Sánchez, pero no a un chitocho. Un periodista con mala fe buscó a Rafael Inclán, Manuel Flaco Ibáñez, Alfonso Zayas y los contrapunteó. Fue entonces que se vino un maremágnum en contra mía sin que yo hubiera mencionado a nadie. Después de mil chismes tuve que hacer una pública definición de chitocho: actor mediocre, improvisado y arribista que se saca los chistes del trasero. Posteriormente, hablé con ellos, se limaron asperezas y seguimos siendo cuates. Lástima que hayan caído en la trampa (finalmente, Suárez sí estelarizó la segunda parte de El Milusos).
¿Es cierto que tuvo problemas con sus honorarios en esa película?
No es verdad. Me pagaron lo que les pedí. Si la película ganó un chorro de dinero, es lana de la empresa. Los periodistas y el amarillismo me han convertido en un villano. Aquí se perdona el peculado, la traición, el robo, el crimen, pero jamás el éxito. Yo estoy orgulloso de Hugo Sánchez, de Valenzuela, de Jorge Rivero cuando estelariza películas gabachas. Yo sí ensalzo los valores mexicanos porque no estoy resentido, ni frustrado, ni castrado. No sé por qué se meten conmigo. Mejor que hablen de todos los años que llevo de joda diaria.
Háblenos de esos años.
Mira, cuando yo tenía 19 años, estudiaba arquitectura y como que no estaba muy convencido del asunto. Cierto día, mi cuñada me llevó al teatro donde ensayaban Enterrad a los muertos, de Irwin Shaw. Me gustó el ambiente y al poco rato ya estaba dentro del elenco.
Durante siete años hice teatro clásico. Más adelante formamos un grupo con Jodorowsky, Julio Castillo, Magda Donato, Carlos Ancira, Héctor Bonilla, Susana Alexander y otros más; hicimos teatro de tesis, vanguardista.
Fui alumno de Marcel Marceau y puedo decirte que me tenía en buen concepto. ¡Hïjole, van a decir que soy un mamón! En la televisión hice al principio Chucherías, luego La cosquilla y hasta una que otra telenovela. Lo demás ya está dicho.
¿Cómo es su relación con el público?
Hay de todo. Mucha gente es muy educada, pero otros son muy pesados. Algunos no comprenden o no quieren comprender que uno es un ser común y corriente. Yo simplemente soy un ser que se llama Héctor Suárez, que nació el 21 de octubre de 1938 y que trae esta vestidura sobre los huesos. No soy El Milusos ni El Tirantes. Hay público que es muy injusto conmigo. Te voy a dar un ejemplo: estoy en un supermercado, comprando algunas cositas, pasan dos chavos que se me quedan mirando y uno de ellos dice: “ay, sí, pinche mamón”.
Entonces, usted se la mienta.
No. Después de muchos años tuve que comprender cuál es mi posición en el mundo. Mi trabajo como actor es una misión que sirve para divertir y dar mensajes a los espectadores. De otra manera no sería posible que yo soportara y la gente que pasa y me agarra las nalgas.
¿Literalmente se las agarran?
Sí me las agarran. Pasan y me gritan: “Quiubo, qué pasó, hijo de tu pinche madre”, me tortean y se van creyéndose los muy graciosos.
Manifestaciones de la raza de bronce, ¿no?
Sí, como que se rompe el turrón, ya no hay barrera alguna. En cierto sentido, eso me agrada, pero no siempre estás de humor para soportar cosas así todos los días. Es como si ahorita le tapo la cámara a tu compañero o te borro lo que estás grabando, valiéndome gorro. Si yo hago eso, al rato me mandas a la chingada. Es exactamente lo mismo. Con el tiempo tuve que echarle humildad al asunto en vez de romper madres.
Pero, a pesar de la humildad, le da coraje.
¡Claro! De ponto estás en una alberca, te avientas un clavado de panzazo y la gente va a decir: “mira qué pendejo es Héctor Suárez”. Uno tiene que ser perfecto, estar listo y dispuesto en cualquier momento para no dar motivo de burla a quien te observa.
¿Nunca llegó a los golpes?
Una vez, en un cabaret me ofendieron muy feo y sí callé al tipo a golpes.
La humildad de la que habla, supongo que la adquirió en Alcohólicos Anónimos.
Al menos una buena parte, sí. Mi actual modo de pensar me ha costado lágrimas, sangre, caídas.
¿Estaría a favor de un control de la publicidad en bebidas alcohólicas?
Si digo que sí, eso significa entrar en conflicto con alguien y no quiero. Somos adultos y tenemos libre albedrío para decidir lo que nos penetra del mundo exterior.
¿Qué siente cuando ve a la rubia de categoría en televisión?
La cosa es muy simple. ¿Te gustan los huevos? Si te gustan, entonces comes huevos en la mañana, huevos en la tarde y huevos en la noche… huevos al gusto. Y se necesitan unos huevos del tamaño del mundo para dejar lo que te gusta, así salga en la pantalla la rubia Superior o la chica equis.
¿Se ha vuelto muy religioso?
Siempre he sido religioso. No soy católico, no hice la primera comunión. Soy cristiano, creo en un poder superior, creo en Dios y llevo sus leyes divinas.