La Jornada Semanal
David Noria
Un acercamiento bien documentado a las peripecias del español sefardí en Turquía, a través de la obra y la personalidad del prolífico escritor, traductor, políglota –hablaba turco, armenio, hebreo, griego moderno y español– y periodista judío nacido en Estambul en 1849 y muerto en Niza ochenta y cuatro años después, David Fresco.
Para Fernando Vallejo
El 31 de marzo de 1492 los judíos fueron expulsados de España y emprendieron la huida hacia el oriente. El 12 de octubre de ese mismo año, Cristóbal Colón pisaba suelo americano. Eso quiere decir que la lengua española conquistó, en escasos siete meses, cerca de 10 mil 34 kilómetros desde la isla de San Salvador, primer asidero de la tripulación española en el Nuevo Mundo, a Turquía, último refugio de los judíos españoles o sefardíes, en Asia Menor.
Cerca de tres siglos y medio después, en el seno de una familia de Estambul, nació en 1849 David Fresco, hijo de un rabino, Isaac Fresco, y de Bonú, a quien describiría como “una mujer intelijente, muy karitativa, que poseía muchas buenas kualidades que azían de ella una mujer digna de konsiderasión”.* En 1933, cuando murió a los ochenta y cuatro años en Niza, el New York Times dio parte del suceso, lo mismo que el también neoyorquino Jewish Daily Bulletin, que se refirió a él como “el muy conocido y querido escritor y periodista turco, descendiente de exiliados españoles hace 400 años”.
A los quince años, su padre lo colocó en una tienda, pero a diferencia de los otros jóvenes, David rechazó esa ocupación: “Yo no me sentía ninguna vokasión por el komersio i yo era enteramente poseído por la pasión devorante de la lektura.” Desde que tenía dieciocho años se dedicó al periodismo como editor y autor de “artíkulos enstruktivos i útiles” que dirigía a la comunidad de judíos en Turquía: “Atakos violentos contra la ignoransia, el fanatismo religioso i las kreensas superstisiozas, i ekzortasiones kalorozas aderesadas a las masas judías, envitándolas a entrar en la vía del progreso.” Estos ataques, que en realidad se dirigían al rabinato principal del Imperio Otomano gobernado por Moisés Ha-Lewi, le valieron la excomunión en 1884 y la supresión del periódico El Telégrafo. Con todo, Fresco ya había ganado renombre con la pluma: “Mi sola remunerasión –confesó más tarde– era la satisfakión ke yo sentía ke mis escritos eran bien gostados por el públiko.”
Parte del programa de “ilustración” (haskala, en hebreo) que David Fresco, como antes su padre, buscaba llevar a cabo entre los judíos de Turquía, consistía en dejar atrás el proverbial aislamiento de sus comunidades (alimentado por la postura sionista), para integrarse con las otras culturas y sobre todo con la modernidad, proceso que de todas formas ya había comenzado entre los judíos de Europa oriental. Con este programa habían surgido los primeros periódicos sefardíes, entre ellos El Nasional (f. 1863) y El Tiempo (ca. 1870), del que fue cofundador y director por más de treinta años y en el cual creó suplementos literarios, morales y científicos como El Sol (1877-1878), El Amigo de la Famiya (1881-1886) y El Instruktor (1888-1889). El periódico estaba escrito, aunque con caracteres hebreos, en español.
Sin embargo, aunque parezca paradójico, Fresco buscaba que la comunidad sefardí dejara su lengua. Él la usaba como necesario vehículo para difundir un mensaje pero, por otra parte, suponía que una verdadera integración pasaba forzosamente por el abandono de esa lengua en favor, por ejemplo, del turco, cuya enseñanza se procuró desde las propias columnas del periódico. A estas razones políticas, Fresco añadía otras que tocaban el estado mismo del español sefardí: “Mientras los primeros tiempos del arivo en Turkía de nuestros avuelos de Espania, nosotros pudimos konservar la lingua espaniol en una sierta pureza, i siertos autores komo Mosé Almosnino (autor del “Rejimiento de la Vida”) i oitos pudieron eskrivir libros ke merecerían de sien koronados de la Akademia de Madrid. Esto pudo kontinuar mientras un sierto tiempo, i esto por 2 razones: el espíritu konservator de los judios i la vida polítika. Mientras muchos años, unos kuantos siglos, las diferentes komunidades religiozas del país vivían de una vida ekskluziva, sin raporto entre ellas, una espesia de estados dentro de otro estado. Las ideas modernas, los prinsipios sosiales se espandieron en el país, i esa vida de aizolamiento empezó a desparecer i kambiar de kondisiones. Alora la lingua espaniol empezó poko a poko ser abandonada, a no ser kultivada, i ella se koromió [corrompió], siña [seña] de vejés, siña de muerte.”
A mediados del siglo xix, en el corazón del Imperio Otomano se hablarían cuando menos, y fuera del francés e inglés comerciales: turco, armenio, hebreo, griego moderno y español. David Fresco los hablaba todos. De hecho, fue traductor al sefardí de cerca de veintisiete novelas del hebreo, francés e inglés, y autor de otras cinco. Tal vez con este esfuerzo buscó, a pesar de todo, darle a su lengua un esplendor literario de cuya carencia llegó a quejarse con amargura:
Los otros pueblos de Turkía tienen una lingua mas o menos desvelopada. Tresladaron en griego i en armeno las obras de Humbolt i de Darvin, las poezías de Gote i de Víktor Hugó, los tratados filosófikos de Dekar i de Víktor Kuzén. Son unas linguas, la grega i la armena. Tresladad todo esto en nuestra zerigonza, en el idioma espaniol de Turkía; por los lektores sería avlarles del kinéz [chino], de el álgebra o de la kabalá.
En este sentido, la única versión de fragmentos del Quijote en sefardí se le debe precisamente a él:
El kuento ke vamos a kontar es sakado del Don Quijote del selebre autor espaniol Cervantes. Los ke no tuvieron la okazion de leirlo en otra lengua no se repentiran de leirlo en estas kolonas: tanto él es atiraente i konpuesto kon una maestría remarkavle.
Así anunciaba el periódico La Boz de Oriente el 15 de abril de 1931 la versión en sefardí del episodio del “Curioso impertinente”, aquí titulado “Un marido ekstravagante”. La primera versión, todavía con caracteres hebreos, había aparecido justamente en El Amigo de la Famiya en 1881.
Pero si el español se había disgregado irremediablemente en direcciones opuestas hacía cuatro siglos, el mayor escritor sefardí de la época y el más eminente filólogo americano, al darse la mano, estaban llamados a reunirlo. El 13 de noviembre de 1878, Rufino José Cuervo y su hermano Ángel llegaron a Estambul (Constantinopla, como la llamaban ellos), y ese mismo día fueron conducidos ante Fresco. “Entre los vendedores –consignó Ángel Cuervo en su diario– hay infinidad de judíos descendientes de los expulsados de España que hablan español. Como estos judíos escriben en hebreo son una curiosidad […] allí estaba un joven que no llegaba a los treinta, color trigueño, escaso de barba, ojos despiertos y dulces y de semblante agradable, y que corregía unas pruebas; al vernos y saber cuáles eran nuestras intenciones quiso interrumpir su trabajo pero no lo dejamos; estuvimos poco tiempo y le compramos dos o tres cuadernos y nos suscribimos al Sol, periódico literario que redacta.”
Cómo en la misma lengua un turco y dos bogotanos, en una imprenta recóndita en los dominios de un sultán, pudieron entenderse, es uno de los milagros que reserva el español. Cuervo aprovecharía al cabo las noticias de Fresco para la quinta edición de sus Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano (Roger y Chernoviz, París, 1907), obra que le abrió las puertas de la lingüística europea, y le valió el título de honorario de la Academia Mexicana de la Lengua, una carta en latín de August Friedrich Pott, otra en francés de Reinhart Dozy y el honoris causa de la Universidad de Berlín. Como último apéndice al prólogo, Cuervo expone en una tabla las equivalencias de los caracteres hebreos con el alfabeto latino y pasa a transcribir los documentos sefardíes que consiguió de Fresco: el capítulo xv de San Lucas “del Nuevo Testamento impreso en Constantinopla, 1877” y el relato “La corona de sangre romanso istórico de Mishe Atías, Constantinopla, 1876”. Una sola mención al improbable informante ha quedado como testimonio de su amistad:
El no ser vulgares los libros que dan noticias relativas al español de Levante, nos servirá de disculpa para copiar algunos trozos que den idea del estado actual de nuestra lengua entre los judíos de Turquía y el Asia Menor. Al leerse estas muestras ha de recordarse que por un mismo tiempo salieron los españoles para Levante y para el Nuevo Mundo, y que en el habla levantina han tenido el turco y el griego moderno la misma influencia que en la americana las lenguas indígenas; de suerte que la divergencia que hoy aparece entre los dos ramos del tronco hispano procede de las causas que atrás apuntamos. Como en sus libros no usan los judíos de otros caracteres que los rabínicos, anticipamos unas breves indicaciones sobre la pronunciación y la ortografía para que se comprenda la manera de transcripción que hemos seguido. Obtuvimos estos pormenores sobre la fonética del español de Levante, de boca del ilustrado escritor d. David Fresco, durante nuestra estada en Constantinopla el año de 1878.
* La mayoría de las citas de Fresco están tomadas
de “The autobiographical writings of the Constantinople Judezmo journalist David Fresco
as a clue toward his attitud to language” por David M. Bunis en Istanbul-Kushta-Constantinople: Narratives of identity in the Ottoman Capital, 1830-1930,
Edited by Christophe Herzog and Richard Wittman.
Por otro lado, los periódicos editados por Fresco pueden consultarse en https://esefarad.com/?p=84707