Por José Félix Zavala
Un juego de pelota cincelado por la naturaleza, de un tamaño grandioso, como de una legua de extensión, con sus paredes formadas por los cerros alineados al norte y al sur y con su altar situado al centro y al poniente, como los tienen los demás en Mesoamérica. La simbología relacionada comúnmente con el juego de pelota, como la lucha de contrarios, la fertilidad y el sostenimiento del cosmos, es la muestra más palpable de la etimología del nombre de Querétaro y su origen. Al ocaso de la cultura teotihuacana, pueblos toltecas, ocuparon El Cerrito, dándose en esta segunda etapa constructiva, el máximo esplendor del centro ceremonial al cual pertenecía el Cerro Gordo o Shindo. La influencia de este centro rebasó los límites del valle en el que estaban asentados, manteniendo contacto con la república tolteca de Tula. En el llamado clásico temprano, periodo de gran esplendor de la cultura mesoamericana, alcanzó su madurez el urbanismo, dado en nuestra región, exactamente en la Negreta y el Cerrito, antecedentes directos de nuestro Tlachco del siglo X y de nuestro Querétaro del siglo XVlll. Cuando se quiere hablar sobre Querétaro, pero sobre todo cuando se intenta hablar de su origen, se hace una omisión que, me parece terrible, se omiten de un solo plumazo, 2500 años de cultura mesoamericana, se niega el orgullo indígena y se comienza por la traza urbana, a manera de tablero de ajedrez, realizada por Juan Sánchez de Alaníz. La memoria indígena al respecto, se le deja en un mito, la batalla del Sangremal, sin el análisis respectivo de éste. Donde un Santiago Matamoros, se convierte en el fiel de la balanza y los indios se entregan al invasor, permitiéndole el paso, para que se «funde» un pueblo de indios, que posteriormente será una villa y luego una ciudad, que será arrebatada a los naturales, para puebla de españoles y utilizada como granero, para el sostenimiento de las ciudades mineras. Comprarán los grandes hacendados, para Querétaro, el título de la tercera ciudad del reino y para sí los títulos nobiliarios. Escribiremos y comenzaremos las antiguas historias, el principio y el origen de todo lo que se hizo en la ciudad, por las tribus de la nación. Dice el Chilam Balam A los escribas mayas les debemos algunos de los códices más bellos que se conservan, una caligrafía elegante y una representación plástica de la persona humana.
Es fina y elocuente. Los fundadores de Chichenitzá y Mayapán, sostenían que en Tulán Suyuá, habían recibido el libro que encerraba los conocimientos acumulados por el prestigioso reino de Tulán y llamaron a ese libro «el lenguaje de Tulán Suyuá». Por tanto considero que Querétaro, debe de ser tenido por presente desde el preclásico tardío, el clásico temprano, hasta el clásico tardío, desde el siglo XVl hasta nuestros días. Como toda la cultura mesoamericana, siempre pujante, siempre en lucha. El valle de Querétaro ha sido habitado desde épocas muy tempranas, por culturas debidamente documentadas, como es la Chalchihuites, en el preclásico temprano o la de Chupícuaro en el preclásico tardío. Estamos hablando de un valle próspero, en donde durante los siglos del V, al Vll, d.C., hubo un asentamiento urbano importante y otro muy superior durante los siglos X y Xl, de esta misma época. Se estima que los otomianos, fueron los habitantes de este valle, durante los llamados periodos, preclásico y clásico temprano, posteriormente los nahuas habitaron la región en el posclásico. Pero a pesar de que «La Relación Geográfica de Querétaro», de Hernando de Vargas, pudiera ser «el documento más fidedigno» de los otomianos del posclásico en la región, es necesario tomar en cuenta «la memoria indígena» local, regional y de Mesoamérica toda.
Entendida esta memoria indígena, como un producto social y la creación colectiva para poder mantener viva su memoria como civilización. «Nuestros recuerdos son respuestas al mundo exterior«.
Es una resistencia tenaz para conservar su capacidad de decisión y su patrimonio cultural.
Los recuerdos de la memoria «ladina» solo pueden ser abordados en un clima de permanente suspicacia, de antemano hay que recordar que no encontraremos en ellos al indio, como realmente fue o como él se interpretaba así mismo. Este pueblo prehispánico del que todo ignoramos, tal vez pueda ubicarse en la ciudadela arqueológica, cuyas ruinas se localizan en los alrededores del Pueblito y secundariamente en cuevas de La Cañada, donde existe una formación rocosa que semeja un tlachco. Antes de la «refundación» de Querétaro por los españoles, posiblemente a la caída de Tenochtitlan en 1521, los puestos avanzados que tenían los mexicanos en el territorio de Querétaro, quedaron desguarnecidos y sus moradores a merced de los chichimecas. Estas son palabras con las que explica el origen prehispánico de Querétaro, Manuel Septién, dejando claro que lo que consideramos ahora una población iniciada cuando lo deciden los españoles está muy lejos de ser cierta, por lo que hay que tener en cuenta a la arqueología, a la Costumbre y a la tradición. Querétaro, como garganta de tierra adentro, con la zona arqueológica del Cerrito y la Negreta, lo más conocido hasta el momento; como centro de comunicación de Mesoamérica con el occidente mexicano, lo mismo con el norte y con un bajío de magníficas tierras, no puede tener un inicio tan sencillo y tan posterior al que le dan algunos historiadores. En el clásico temprano, de la civilización Mesoamericana, donde se ubica la zona de la Negreta, participante de las características de este período, como es el urbanismo y del clásico tardío, se documenta el esplendor nuevamente del El Cerrito, en la época de las ciudades estado. Por tanto hay que tener en cuenta que para cuando se introdujo Hernán Pérez de Bocanegra, en las tierras de frontera, entre Querétaro y Michoacán, los otomíes estaban ya en disposición de negociar su ingreso a occidente, que imponía el invasor español, a cambio de concesiones similares a las otorgadas a los tlaxcaltecas, mexicas y otros aliados. El territorio de Jilotepec, encomienda de Juan Jaramillo y avance de los españoles hacia tierra adentro, en labor de «colonización», conllevó al principal partícipe de la «Conquista, pacificación y fundación» española de Querétaro, el indio Conín, otomí, junto con otros miembros de esa etnia a establecerse primeramente en La Cañada, con este propósito. Hacia 1540, calcula, David Wright, según la Relación de Querétaro, la llegada a Querétaro del encomendero de Acámbaro, Hernán Pérez de Bocanegra, acompañado de un grupo de tarascos y de algún fraile. Con estos elementos se da comienzo a la conquista material, militar y espiritual, del valle de Querétaro y se funda una congregación de indios, pensando en una futura, pero próxima puebla de españoles. Se calcula del inicio de la «conquista y congregación» de indios en Querétaro, hasta la fundación española del mismo, pasaron 19 años, con «pruebas» de poblamiento, en La Cañada en 1531, en Carretas, en 1537 y la definitiva en 1550. En esta nueva forma de población, concurren a formarla, los otomíes, al mando de Conín, los tarascos, traídos por Bocanegra y los habitantes de la región, los chichimecas, estos últimos aceptan la nueva situación, por la intermediación de los otomíes al frente de Conín. Como toda fundación española, reviste primero la puebla de los indios, que se da en la Loma del Sangremal principalmente, la traza de la ciudad española, que se da alrededor de las casas reales y la habitación de los frailes o doctrineros, como lo fue el convento y templo de San Francisco. La traza y el ideal de poblamiento, al estilo de la utopía española, la realiza, Juan Sánchez de Alanís.
La autorización de la refundación española, se oficializa, según decir de Manuel Septién, con cédula real, del 27 de octubre de 1537, dada en la ciudad española de Valladolid. Entre 1540 y 1567, se da el inicio de «la conquista espiritual» de Querétaro, bajo el sistema de sustitución, usado por los frailes franciscanos. Queda como muestra la veneración de la Santa Cruz de los Milagros, empalmada con las fiestas de la recolección del mes gregoriano de septiembre.
Otra muestra serán las fiestas a la Madre Vieja o del mes de Ataxeme, en el calendario mesoamericano o del Pan Blanco, las conocemos ahora, como las fiestas de febrero, las fiestas a la Virgen del Pueblito.
En al década de 1540 a 1550, se da una penetración masiva de españoles dedicados a la ganadería, de frailes franciscanos y de otomíes, al valle de Querétaro, dejando desplazados a los chichimecas, que se rebelan en la ya famosa guerra, que durará 40 años.
Extirpar todo vestigio de cristianismo y expulsar de la tierra a los españoles, fue la mentalidad de Pames, Jonaces, Guachichiles y los demás grupos chichimecas, que participaron en la ya famosa guerra dada en las inmediaciones de la Sierra Gorda.
Conni, a la cabeza de los otomíes aliados, es recompensado con numerosas mercedes de tierras, se le nombra capitán general, gobernador vitalicio del pueblo y se le reconoce como pacificador, conquistador y colonizador de Querétaro.
Por cédula real expedida en Madrid el 6 de febrero de 1535, se otorga a Fernando de Tapia, Conni, escudo de armas, en reconocimiento a sus méritos y servicios.
La memoria indígena, no permite que occidente de su versión de la conquista y presenta en forma de tradición o de costumbre, la famosa batalla del Sangremal, en el amanecer del 25 de julio de 1531.
Para una mayor explicación de este acontecimiento los remito a mi artículo «La Cruz de los Milagros», dentro del texto titulado, «Una Civilización Negada» y al artículo «Los Concheros de Querétaro», publicada por primera vez en «Revista de Revistas de Excélsior» en septiembre de 1992.
Diría Enrique Florescano, «Los pueblos antiguos le otorgaron una atención obsesiva a los procedimientos que permitieran fijar, retener y difundir la memoria colectiva».
La conquista de Querétaro, fue una conquista religiosa, organizada y realizada, por gente de la misma raza. Los ejecutores fueron los mismos chichimecas.
En la batalla de la loma del Sangremal, se dio, lo que fue común, durante la invasión española a Mesoamérica, la fusión de dos concepciones religiosas distintas, las posiciones diferenciadas de un mismo acontecimiento, con la creación de «La Costumbre«, que perdura hasta la fecha y salvaguarda la vigencia y utilidad de la civilización mesoamericana.
El 25 de enero de 1656, al conceder la monarquía a Querétaro, escudo de armas, queda asentada en él la permanencia de la cultura chichimeca, la Cruz de los Milagros y al Sol, además de Santiago Matamoros, trigo y uvas, como símbolos de esta región cultural, bajo el dominio occidental.
La costumbre es un sistema holístico, donde todo se integra junto con una gran disciplina y cohesión social. La Costumbre lo era todo. Las comunidades lograron integrarse en torno a esta costumbre, en al que obviamente lo religioso era lo fundamental, pero en el que también funcionaba lo económico, lo político, todo.
Se entiende, debido al desarrollo del pueblo de Querétaro, que Conni, durante la década de 1540 a 1550, castellanizó sus costumbres y realizó la obra más beneficiosa para el colonizador, que fue la creación del convento y templo de San Francisco, de donde parte la «Conquista espiritual» de Querétaro.
Los frailes franciscanos serán el brazo fuerte de la corona española, para el dominio de este valle. Pronto en Querétaro habrá además de una Doctrina, Parroquia, Convento con noviciado y la enseñanza de la cultura occidental, además de un centro de reforzamiento del Estado Español regional, en la persona de los doctrineros.
Es Conni, quien como conquistador, pacificador y fundador del pueblo españolizado de Querétaro, funda el convento, trae a los frailes, a los encomenderos y a los hacendados, reparte los solares, canaliza el río, forma las acequias y trae hacia «la fundación», desde el ojo de agua de La Cañada, el vital líquido, se establece como autoridad y vigilia la vida en policía, al estilo de los invasores.
El indio Nicolás de San Luis de Montañés, principal de Xilotepec fue también aportador de indios aliados al invasor, en la conquista del valle y de la «fundación española» de Querétaro.
Se habla lo mismo de la entrega formal a los caciques otomíes, Juan de Luna, Juan Ramírez y Miguel de la Paz, como fundadores y conquistadores aliados.
Los invasores crearon, como las primeras autoridades civiles de la reciente conquista de Querétaro, un llamado Consejo de indios, consistente en un gobernador, alcaldes, regidores y otros oficiales.
El primer gobernador indio, como ya se dijo, fue de 1540 a 1571, Conni, su hijo Diego lo fue de 1582 a 1599 y Nicolás de San Luis de Montañés, solo de 1603-1604.
Para 1579 los españoles ya habían creado la alcaldía mayor de Querétaro, órgano superior de mando y que abarcaba a los españoles residentes en Querétaro y San Juan del Río y sujetaba a los indios.
Los principales y primeros doctrineros atribuidos a Querétaro, son los frailes franciscanos, Alonso Rangel y Jacobo Daciano, al primero se le atribuye el bautismo de Conni y los otomíes aliados a los españoles venidos con él a la refundación de Querétaro.
Mientras que Guillermo Requenes, cronista de La Cañada, nos recuerda un antecedente de referencia gráfica llamado «mapa de los alrededores del pueblo de Querétaro» encontrado en él A G N, ramo de tierras folio 2785, en el se encuentran ubicados unos asentamientos indígenas en el llamado lugar de «Agua Fría», situado en la cabecera del Gran Juego de Pelota, formado por la naturaleza en esa zona, un adoratorio indio, conocido ahora como La Cruz Alta del Arenal y la iglesia chiquita, mencionada como el primer templo levantado en Querétaro a los nuevos dioses por el año de 1529.
Para 1586 se tiene como establecida la Doctrina y el convento de manera formal en Querétaro por parte de los frailes franciscanos y para el año de 1586 el fraile Alonso Ponce habla ya de un edificio amplio y sólido, además de que se impartía la enseñanza de la gramática, teología y artes.
En Querétaro durante el siglo XVl fue dominado por los frailes franciscanos y más tarde el Convento Grande sería sede de la provincia de San Pedro y San Pablo de Michoacán, de estos mismos religiosos.
La evangelización de estos frailes sobre los indios habitantes del pueblo y la región, no difirió en nada a la actuación de la evangelización de otras regiones de Mesoamérica, consistiendo su método en la espontaneidad, la intuición y la sustitución.
La defensa de los naturales por parte de los frailes, generalmente obedecía al requerimiento que estos tenían del indio y se valdrán de un control efectivo de estos, para que fueran fuerza de choque contra sus oponentes peninsulares.
Además los indios serán sus tributarios y la fuerza de mano de obra para sus construcciones, como puede apreciarse en la magnificencia del Convento Grande de San Francisco, El de Recolección en el Pueblito, el de Propaganda Fide, en la Cruz y el de recoletos en San Antonio.
La conquista y fundación de Querétaro, debe ser vista, primero desde sus orígenes mesoamericanos, siempre olvidados, después, con la necesidad de congregar a los indios y buscar la puebla de los españoles, en lugares debidamente probados para la supervivencia humana, que hubiera suficiente mano de obra indígena, para las actividades proyectadas por el invasor y en la apertura segura del camino a las ciudades mineras.
En especial en la región del valle de Querétaro y San Juan del Río, Celaya, San Miguel Allende, Acámbaro, la fuerza militar, no fue tan utilizada como el brazo conquistador e invasor del doctrinero.