Con una mezcla de profunda religiosidad, sincretismo y mucho color, uno de los pueblos otomíes de mayor tradición lleva a cabo su fiesta patronal el 25 de julio, a la que acuden vecinos de todo el extremo sur de Querétaro.
Con una mezcla de profunda religiosidad, sincretismo y mucho color, uno de los pueblos otomíes de mayor tradición lleva a cabo su fiesta patronal el 25 de julio, a la que acuden vecinos de todo el extremo sur de Querétaro.
La neblina se asentaba pesadamente por los verdes valles y serranías del municipio de Amealco mientras avanzábamos zigzagueantes por la carretera. –¿A dónde va Don?, preguntaba el chofer cada vez que se detenía a subir pasajeros. Voy pa’ Santiago. –Súbase rapidito, que nos vamos.
La camioneta de servicio de transporte colectivo subía y bajaba gente mientras cruzábamos las rancherías, aunque la mayor parte íbamos a la fiesta del apóstol Santiago. Era temprano, el frío calaba hondo y en la plaza de Santiago Mexquititlán un grupo de música ranchera llegado del vecino Michoacán tocaba ani-mosamente aun y cuando los únicos que se encontraban ahí eran los encargados de barrer el atrio de la iglesia.
olindante con Michoacán y el Estado de México, Santiago Mexquititlán es una población otomí de 16 mil habitantes que se asienta al sur del estado de Querétaro. Sus pobladores viven distribuidos en los seis barrios que conforman el territorio, cuyo eje es el Barrio Centro, donde se localizan la iglesia y el cementerio.
Hay dos versiones acerca de su fundación. Según la antropóloga Lydia van der Fliert, el asentamiento prehispánico se fundó en 1520 y pertenecía a la provincia de Xilotepec; otra versión nos dice que esta comunidad fue creada por indígenas provenientes del valle del Mezquital, Hidalgo, lo que pudiera coincidir con su significado en lengua náhuatl,que quiere decir lugar entre mezquites.
UN TEMPLO MULTICOLOR
Fui directo al interior del templo, donde contrastaba la oscuridad con el multicolor de los altares, que ade-más de estar pintados de rosa, amarillo y rojo, presentaban un sin fin de flores y velas adornadas con papel de china también de colores. Varias imágenes religiosas de tamaño natural estaban apostadas al lado del pasillo y en el altar principal la de Santiago Apóstol presidía la escena. El ambiente se podía cortar con un cuchillo, pues el humo del incienso sumado a las oraciones lo cubría todo alrededor.
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De una puerta lateral salían y entraban hombres y mujeres atareados en barrer, arreglar el altar y poner a tono cada detalle para la celebración. Más adentro, oscuro y casi oculto, un altar iluminado por cientos de velas era cuidado con esmero; se trataba del altar de los mayordomos, quienes terminaban en ese momento la velación solicitando favores en lengua otomí –ñöñhö, hñäñho ó ñhäñhä– a la virgen de Guadalupe. Agazapado en un rincón tratando de hacerme invisible, disfruté la escena donde los principales disponían cada detalle de la fiesta y delegaban funciones a los cargueros, quienes pondrían el orden al momento de ofrendar a los santos. Poco a poco la nave de la iglesia comenzó a llenarse de feligreses y de pronto un grupo de danzantes concheros interrumpió el silencio de la oración ofreciendo sus respetos al apóstol.
Ese día era de feria en el pueblo. Los puestos de fritangas y los juegos mecánicos hacían las delicias de los niños, pero no podía faltar también la vendimia de textiles, cerámica, jarrones, ollas, jarros, lámparas en forma de torres de iglesia y muchas otras artesanías que me entretuvieron la mirada por buen rato.
Para cuando la ceremonia había terminado, un grupo de mujeres ataviadas al más puro estilo otomí de Amealco, comenzó una danza acompañada por una tambora y un violín mientras permitían que los multicolores de las faldas y los listones de los sombreros que integran sus vestidos formaran un magnifico caleidoscopio que voló por los aires. Inmediatamente una procesión formada por los mayordomos de todos los barrios emergió del interior del templo llevando en brazos todas las imágenes, incluyendo la del señor Santiago. Después de rodear la plaza principal, las imágenes fueron regresadas al templo para llevar a cabo la misa al santo patrono, la cual se realiza entre cantos, rezos y mucho incienso.
TODOS DE BLANCO
Al mismo tiempo, otra celebración se llevó a cabo en el atrio. Más de cien niños venidos de comunidades aledañas y del mismo Santiago, todos con blancos trajes, hacían su primera comunión. Cuando ambas ceremonias terminaron, los principales de la comunidad y los mayordomos en activo se reunieron para realizar el cambio de cargos de mayordomías y vasallos, quienes serán los responsables de organizar y sufragar los gastos de las siguientes festividades del santo patrono. Cuando las discusiones llegaron a buen fin y se acordaron los nombramientos, los principales e invitados participaron de una comida en la que las posibles fricciones ocurridas quedaron disipadas y se disfrutó de un delicioso mole con pollo, arroz rojo, frijol burro o ayocote, tortillas recién hechas y buena cantidad de pulque.
Mientras tanto, el bullicio de la fiesta seguía en el atrio cuando los fuegos pirotécnicos se preparaban para su encendido por la noche. Santiago Apóstol, en el oscuro in- terior de su templo, seguía siendo ofrendado por los fieles, quienes colocaban en el altar flores y panes.
El frío regresó por la tarde, y junto con el sol la neblina volvió a caer sobre los caseríos que se dispersan por los barrios. Subí a la camioneta de transporte colectivo y a mi lado se sentó una señora que llevaba consigo un trozo de pan bendito que tocó la imagen del apóstol. Lo llevaría a casa para curar sus males espirituales hasta el próximo año, cuando regresará para venerar, una vez más, a su santo Señor Santiago.
LAS CAPILLAS FAMILIARES
En las comunidades otomíes de Amealco se encuentran adosadas o inmersas en las casas las capillas familiares, erigidas muchas de ellas en los siglos XVIII y XIX. En su interior podemos observar una gran cantidad de iconografía religiosa con detalles prehispánicos en los que el sincretismo es evidente, como el caso de la capilla de la familia Blas. Es posible visitarlas exclusivamente con autorización de los jefes de la familia o admirar una copia fiel que se exhibe en la Sala de pueblos Indios del Museo regional de la ciudad de Querétaro.
Fuente: México desconocido No. 329 / julio 2004