Preocúpese, el experimento falló
Hugo Aboites*
El cambio en el discurso fue notorio. El primer día en que la UAM realizó el simulacro de examen en línea, hablaba de que éste era extraordinario e innovador, sólo tenía algunas incidencias menores, 87 casos o 1.8 por ciento, todas achacables a los propios aspirantes (https://www.jornada.com.mx/ultimas/ sociedad/2020/07/23/uam-realiza-simulacro-para-examen-de-admision-de-licenciatura-5568.html). Sin embargo, ya con datos finales, el pasado 27 de julio (uam.mx, Comunicado) hubo un cambio: nada de adjetivos triunfalistas, el lenguaje oficial circunspecto y, como de paso, sólo informaba: “la UAM está trabajando para resolver algunas incidencias que se han presentado en los simulacros de prueba que se aplicaron en días pasados“ (Sub. nuestro). Pero ahora ya no ofrecía cifras o porcentajes ni se culpaba a los aspirantes. Con razón, porque el problema resultó de tal magnitud que ahí mismo se daba a conocer un cambio radical: en lugar de aplicarse del 28 al 31 de julio, el examen de ingreso tendría lugar del 28 de julio al 7 de agosto; más del doble de tiempo planeado. ¿No se previó el impacto de evaluar a 50 mil durante dos horas cada uno? Pero, además, en las redes comenzaron a surgir historias acerca de otros problemas, como contraseñas inválidas, desconexiones, ruido exterior, el temor a la desconexión fortuita o debida a un error de quien vigila, y la incertidumbre: no sabemos si el día del examen suceda lo mismo (https://www.milenio.com/politica/ comunidad/reportan-fallas-examenes-prueba-ingresar-uam). De ahí que el comunicado del 27 acepta que hay otros problemas técnicos, pues seguimos trabajando para resolverlos antes de dichas fechas (del examen). Y, además, anticipa que aun terminado el plazo, se aplicarán exámenes: en algunos casos, será necesario reprogramar la fecha de prueba de los aspirantes. Frente a esta situación, el secretario general de la UAM declaró que podrían valorar la posibilidad de aplicar un examen de manera presencial ( Ibidem), pero hoy es claro que no se canceló el examen en línea.
Se combinan así múltiples limitaciones y errores técnicos con un examen que es trascendental para los jóvenes (y muy tenso, pues muy pocos serán admitidos), con cambios en el mismo examen que afectan las probabilidades de éxito. Y con la certeza de que seguirá habiendo fallas. Paradójicamente, todo esto converge en generar un grado de dificultad para los aspirantes, mucho mayor que el que existe en una prueba en tiempos normales. En efecto, además de que se aplica en el contexto de confinamiento y de una intensa y larga emergencia, este examen en sí mismo es estresante porque en dos horas decide el futuro escolar y social de 50 mil jóvenes. Y, peor aún, porque más de 40 mil serán rechazados. Se presenta en condiciones muy distintas pues unos irán primero, otros hasta ocho días después; unos tendrán las condiciones adecuadas y equipo y conexión en casa, otros muchos ciertamente no y, además, el examen fue modificado: ya no será de 120 reactivos, sino de 80. La mayoría de todas estas condiciones refleja el peso del origen o clase social y afectan decisivamente el número de aciertos que logra el sustentante. Pero todo esto no se reconoce como digno de consideración efectiva por parte de las autoridades universitarias.
Otro problema es que ellas mismas aceptan que la UAM no tiene experiencia, que nunca ha usado este tipo de dispositivo y reconocen que, por eso, de antemano sabían que habría incidentes (eufemismo de fallas): “la UAM recurre –dice el comunicado–, por primera vez desde su fundación, a la modalidad digital en la aplicación del examen de ingreso, por lo que se preveía que se presentaran algunos incidentes…”. Es decir, se hace lo que no se toleraría a un investigador universitario que desarrolla una vacuna: experimentar masivamente con humanos, sin experiencia y a sabiendas de que habrá incidentes. Como consuelo ofrece al aspirante una promesa vacía: no te preocupes, ten paciencia, estamos trabajando (uam.mx, Comunicado).
¿Por qué la insistencia en aplicar el examen? ¿por qué no aplicar algunas de las alternativas más prácticas, empáticas y humanas –sin dejar de tener en cuenta lo académico– que otras instituciones ya están aplicando, sin exigir a los aspirantes computadoras y conexiones? Tal vez porque las verdaderas prioridades no son, como se proclama, el bienestar de los aspirantes, sino otras más terrenales: cumplir con el calendario para vernos bien ante Hacienda y, más importante, como autoridad, simplemente, no ceder. Pero esta persistente negativa demuestra por qué es importante denunciar, protestar y recurrir a la CNDH, como ya lo hace una queja colectiva (y otras que se le sumen). Abre la posibilidad de un paso importantísimo a la transformación de la educación superior a partir de las necesidades de conocimiento y del derecho que a él tienen las y los rechazados de la educación superior.
*UAM-Xochimilco