Juan Rulfo, el prodigio literario que se consagró con sólo dos obras Con El llano en llamas y Pedro Páramo se convirtió en uno de los grandes escritores en lengua hispana del siglo XX
Con sólo dos obras, el libro de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro Páramo, Juan Rulfo se convirtió en uno de los grandes escritores en lengua hispana del siglo XX, que marcó un hito en la literatura mexicana, por lo que es uno de los autores nacionales más leídos en el país y el extranjero.
Nacido el 16 de mayo de 1917 en Apulco, Jalisco, Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, mejor conocido como Juan Rulfo fue, según el poeta Hugo Gutiérrez Vega, un prodigio literario, creador de una prosa poética perfecta en la que utiliza el lenguaje del pueblo.
A 29 años de su fallecimiento, ocurrido el 7 de enero de 1986, el también escritor jalisciense destacó que “la obra de Juan Rulfo está por encima de la importancia, está en el terreno de los prodigios y de la pericia literaria, está hecha de murmullos, de silencios y de palabras, de los muertos que se quedaron pegados en los muros ruinosos”.
El llano en llamas y Pedro Páramo, advirtió el escritor Evodio Escalante, son simplemente “obras extraordinarias que marcan un hito en la literatura mexicana”, por lo que siguen siendo libros sumamente leídos.
“Los pueden leer los campesinos y los habitantes de la ciudad, yo creo que es uno de los autores nacionales con mayor penetración en todas las capas sociales, incluso en el campo, a mí me ha tocado ver a campesinos que tienen El llano en llamas, porque se identifican con el mundo que construye Rulfo, pues es el mundo de los campesinos, de la época de la Revolución y también de nuestra época, porque las cosas no han cambiado mucho”.
Mientras que en Pedro Páramo, apuntó Gutiérrez Vega, “sólo Preciado está vivo, todos los demás están muertos y cuenta la historia de un cacique, como tantos otros caciques rurales de México, el señor de la media luna, Pedro Páramo. Los personajes son tomados de la realidad popular, el lenguaje es el lenguaje del pueblo, pero al mismo tiempo es una prosa poética perfecta, un estilo intransferible, no es un amanuense de la voz del pueblo, sino que habla con la voz del pueblo, pero con su inconfundible voz personal, yo creo que en eso consiste su genialidad y su aportación principal a la literatura de México y del mundo, de todos los tiempos”.
Justamente, el mismo Rulfo señalaba en una entrevista realizada en 1973 que la escritura de Pedro Páramo fue una búsqueda de estilo. “Tenía yo los personajes y el ambiente. Estaba familiarizado con esa región del país, donde había pasado la infancia, y tenía muy ahondadas esas situaciones. Pero no encontraba un modo de expresarlas. Entonces simplemente lo intenté hacer con el lenguaje que yo había oído de mi gente, de la gente de mi pueblo (…) Entonces el sistema aplicado finalmente, primero en los cuentos, después en la novela, fue utilizar el lenguaje del pueblo, el lenguaje hablado que yo había oído de mis mayores, y que sigue vivo hasta hoy”.
El autor reconocía que se trata de una novela oscura donde el personaje central no es Pedro Páramo, sino el pueblo que es “un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aun quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio. No se mueven en el tiempo ni en el espacio. Entonces así como aparecen, se desvanecen. Y dentro de este confuso mundo, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy popular) son las ánimas, las ánimas de aquellos muertos que murieron en pecado. Y como era un pueblo en que casi todos morían en pecado, pues regresaban en su mayor parte. Habitaban nuevamente el pueblo, pero eran ánimas, no eran seres vivos”.
Y como la gente se muere donde quiera, Juan Rulfo reconocía que Pedro Páramo pasó de una novela mexicana, a ser universal, pues “los problemas humanos son iguales en todas partes. No son temas nuevos el amor, la muerte, la injusticia, el sufrimiento, que están sugeridos en Pedro Páramo. Me han dicho que es ‘una novela de amor a los desamparados’. Yo no sé. Yo narro la búsqueda de un padre, como una esperanza. Como quien busca su infancia y trata de recuperar sus mejores días, y en esa búsqueda no encuentra sino decepción y desengaño. Y al final se derrumba su esperanza ‘como un montón de piedras’”.
Hugo Gutiérrez Vega advirtió que la de Rulfo es una obra tan universal que incluso Elías Canetti, Premio Nobel de Literatura, contaba entre sus cinco cuentos predilectos, donde había de Maupassant, de Chéjov, de Gógol, de Paul Auster “y en un lugar muy especial Que no me maten, el cuento de Juan Rulfo, que es un modelo de pericia formal, de inteligencia y de sinceridad y espontaneidad, entonces lograr la pericia formal con la espontaneidad es algo muy difícil y sólo lo logra un genio, como fue Juan Rulfo”.
El legado de Rulfo consiste básicamente en El llano en llamas y Pedro Páramo. Pero hay un tercer libro El gallo de oro que, señaló Evodio Escalante, “siempre se nos olvida”. Se trata de una novela breve escrita en 1958, pero que fue publicada hasta 1980.
Sin embargo, precisó Hugo Gutiérrez Vega, esto “es más que suficiente para tener una obra enorme. Yo creo que Juan se quedó callado porque ya había dicho lo que tenía que decir, después de escribir Pedro Páramo, quién va a atreverse a escribir otra cosa, tuvo razón en quedarse callado y en dejarnos esas dos perlas raras de la literatura universal”.
Por ello, Evodio Escalante aseguró que Rulfo es “un extraordinario escritor, que tiene cuando menos dos obras maestras, no publicó mucho, pero esos libros que publicó, los lee uno, los vuelve a leer y son inagotables. Yo he leído muchas veces Pedro Páramo y me sigue pareciendo una extraordinaria novela”.
Y es que su autor, dijo, “es un gran maestro del lenguaje y de las estructuras narrativas, es un escritor totalmente moderno, adapta las técnicas de la vanguardia literaria, conoce muy bien no sólo diversas literaturas extranjeras, sino conoce muy bien la propia literatura mexicana. Sin duda leyó Los de debajo de Mariano Azuela y sin duda leyó El luto humano de José Revueltas, particularmente su última novela es un antecedente muy visible de Pedro Páramo: la atmósfera fantasmal de estos muertos en vida, está ya presente en la novela de Revueltas y claro, las descripciones del mundo rural y sobre todo el culto a la muerte que hay en el mexicano”.
A 29 años de su fallecimiento, Evodio Escalante consideró necesario regresar a la lectura de Juan Rulfo. “Yo creo que es básico en la conformación de la identidad del mexicano leer a Rulfo, sigue siendo un autor central para todos nosotros”.
También el poeta Hugo Gutiérrez Vega, Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Literatura, recomendó la lectura de Rulfo, pero una lectura que sea espontánea, no obligada, ya que por ejemplo Pedro Páramo, dijo, requiere disciplina para poder captar las claves que da Rulfo de que todos, menos Preciado, están muertos, “entonces ya viene el pleno goce del texto y sobre todo de la prosa, esa prosa que es un poema, producto de una condensación cuidadosísima”.
Son libros que siguen vigentes porque son, dijo el poeta jalisciense, intemporales, ubicadas en un contexto, entre la Revolución y la Cristiada, con personajes originales, tomados de la realidad, que se veían en las calles empolvadas de los pueblos de Jalisco pero que trascienden para convertirse en arquetipo, por lo que “los personajes rulfianos son ya arquetipos de la realidad jalisciense y de la realidad en nuestro país”.
El también diplomático y académico señaló que quienes dicen que Juan Rulfo era “un producto de la naturaleza como las flores, la papaya, el coco o el mango, tienen razón en parte, pero es producto también de una disciplina férrea, de corrección y más corrección, Pedro Páramo tuvo siete versiones, hasta que por fin salió la definitiva. Le trabajó bárbaramente, tenía todo el caudal, toda la imaginación, todo el conocimiento de su pueblo y de su tierra, pero trabajó para que fuera realmente lo que es, un enorme poema en prosa”.
Juan Rulfo fue el tercero de cinco hermanos de una familia acomodada. Ingresó en la escuela primaria en 1924, el mismo año en que su padre falleció y seis años después lo haría su madre, por lo que quedó bajo la custodia de su abuela, posteriormente entró a un internado en Guadalajara.
Una huelga de la Universidad de Guadalajara le impidió inscribirse en ella y en 1934 se mudó a la Ciudad de México. A finales de esa década se inició como escritor y fotógrafo, y a partir de 1945 comenzó a publicar sus cuentos en dos revistas: América, de la capital, y Pan, de Guadalajara, mientras que sus imágenes aparecieron por primera vez, también en América, en 1949.
Fue en 1946 cuando comenzó a trabajar para una empresa de neumáticos como agente viajero y dos años después, contrajo matrimonio con Clara Aparicio con quien tuvo cuatro hijos.
En 1952 y 1953 obtuvo dos becas del Centro Mexicano de Escritores, lo que le permitió publicar en 1953 El llano en llamas, donde reúne siete cuentos ya publicados en América e incorpora otros ocho nuevos y, en 1955 Pedro Páramo, novela de la que publicó tres adelantos en 1954, en las revistas Las letras patrias, Universidad de México y Dintel.
En 1958 terminó de escribir su segunda novela, El gallo de oro, que no se publicó hasta 1980. En 2010 apareció la edición definitiva de esta obra, después de una revisión cuidadosa del original que permitió eliminar errores e inconsistencias de la versión previamente conocida.
A partir de la publicación de los dos primeros títulos el prestigio literario de Rulfo se incrementó de manera constante, hasta convertirse en el escritor mexicano más reconocido en México y el extranjero. Entre sus admiradores se encuentran escritores como Mario Benedetti, José María Arguedas, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Günter Grass, Susan Sontag, Elias Canetti, Tahar Ben Jelloun, Urs Widmer, Gao Xingjian y Kenzaburo Oe, entre muchos otros.
Se hizo acreedor a diversos reconocimientos como son el Premio Xavier Villaurrutia en 1956 por Pedro Páramo, mientras que en 1970 ganó el Premio Nacional de Literatura. Posteriormente, en 1976 fue elegido miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, pero tomó posesión en 1980 y ganó el Premio Príncipe de Asturias de España, en 1983.
Además se dedicó a escribir guiones para cine. En 1960 se realizó la película El despojo, basada en una idea de Rulfo, mientras que en 1964 se llevó a la pantalla grande El gallo de oro, dirigida por Roberto Gavaldón, con adaptación de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. La cinta El rincón de las vírgenes, dirigida por Alberto Isaac en 1972, es una adaptación de dos cuentos incluidos en El llano en llamas.
Se dice que Juan Rulfo es el escritor mexicano más leído y estudiado en el país y en el extranjero y es que consideraba que “los problemas sociales se pueden plantear de una manera artística. Es difícil evadir de una obra el problema social, porque surgen estados conflictivos, que obligan al escritor a desarrollarlo”.
Las dos últimas décadas de su vida, Rulfo las dedicó a su trabajo en el Instituto Nacional Indigenista de México, donde se encargó de la edición de una de las colecciones más importantes de antropología contemporánea y antigua de México.