El Centro de Investigaciones Superiores del INAH ha tenido el acierto de reeditar esta obra de
Luis Villoro que, puede decirse, inauguró no sólo su carrera como científico y escritor —combinación muy rara
por desgracia— sino también varios “momentos” importantes de reflexión y de crítica sobre el indigenismo en términos de construcción teórica, profesión, praxis social, ideología y política. (De la obra de Villoro y de la reflexión
indigenista posterior da una idea la sumaria bibliografía
.
En su versión original, que ha respetado el autor en esta segunda edición, la obra “trata de responder a una
pregunta: ¿Cuál es el ser del indio que se manifiesta en la conciencia mexicana” (p. 15), para lo cual precisa que
no es la búsqueda de lo que es en sí mismo el indio, sino lo que en él revelan los que del indio se ocupan.
Villoro recurre metodológicamente al análisis de hechos culturales e históricos contenidos en las concepciones
que históricamente se han expresado en México acerca de lo indígena. Estas concepciones y su explicación en la
conciencia (indigenista) constituyen el indigenismo, al que Villoro define como “. . . aquel conjunto de concepciones
teóricas y de procesos conciencíales que, a lo largo de las épocas, han manifestado a lo indígena” (p. 15).
En la obra se adopta un tratamiento historiográfico referido a la descripción de tres grandes momentos que se
localizan convencionalmente en la conquista (y colonia temprana), el pleno colonial y la República Liberal, y el
México pre- y post-revolucionario. Se contextualiza respectivamente a estos momentos en sus manifestaciones
concienciales-explicativas de lo indígena: “Lo indígena manifestado por la providencia” (primer momento); “Lo
indígena manifestado por la Razón” (segundo momento), y “Lo indígena manifestado por la Acción y el Amor’
(tercer momento).
Villoro tipifica la concepción indigenista de cada momento en la “conciencia” de diversos personajes: Hernán
Cortés y Fray Bernardino de Sahagún, para el primero; Francisco Javier Clavijero, Fray Servando Teresa de Mier
(primera etapa), y Manuel Orozco y Berra (segunda etapa),para el segundo, y, para el tercero, distinguidos dentro de dos etapas analítica e históricamente, presenta al grupo de los “precursores” del actual indigenismo (1949): Francisco Pimentel, Francisco Bulnes, Andrés Molina Enríquez y Alberto María Carreño. El grupo de los indigenistas contemporáneos, dentro del que se distinguen las figuras de Manuel Gamio y Miguel Othón de Mendizabal, incluye las “conciencias” de Antonio Caso, Carlos Echanove Trujillo, Héctor Pérez Martínez, Salvador Toscano, Angel María Garibay y Agustín Yáñez. En la perspectiva temporal, Villoro advierte ahora el
marco teórico que le sirvió estructural e interpretativamente, “propio de las concepciones filosóficas predominantes
en mi grupo generacional: el existencialismo y cierto hegelianismo ligado con él; a estas influencias básicas se añadía el marxismo cuyo estudio apenas empezaba por entonces” (p. 9). En consecuencia, en el trabajo el indigenismo se muestra como un proceso dialéctico trifásico de recuperación progresiva del indígena: 1) Desde la destrucción del mundo aborigen, su negación y rechazo: el indio cercano y negativo (tesis); 2) al alejamiento temporal dé su imagen, aceptación y revaloración histórica (y política, habría que añadir): el indio lejano y positivo
(antitesis)
,
para llegar finalmente a 3) su relación histórica y actualización social en una conjunción de ausencia (el indio prehispánico) y presencia (la población indígena contemporánea): el indio cercano y positivo (síntesis).
Sobre este proceso Villoro observa que los momentos V . : marcan puntos indispensables para la recuperación de lo indígena (y) a pesar de su aparente independencia, cada uno se levanta sobre el anterior y lo supone” (pp. 235 ss). Y concluye: “Ninguna etapa de la condénela indigenista está cerrada en sí m ism a… en cada
una podemos encontrar elementos de las demás. . . en todas ellas aparecen las mismas categorías fundamentales
para captar lo indígena. . . el ser indígena se revela ante todas con ciertas notas comunes – Q.bid’). Esto se advierte
relativamente en que:
— Lo indígena es una realidad revelada pero no revelante: “Hablamos del indio, lo medimos y juzgamos, pero no
nos sentimos ni medidos, ni juzgados por él” (pp. 240-241).
— El indio se encuentra sometido, en su realidad misma, a un doble juego en el que los “otros” le otorgan y transforman su ser, “ . . . juega en la historia sin saberlo”, en una historia ajena, “de arriba”. “Así fue como resultó
enemigo del español a la luz de la providencia, aliado del criollo a la luz de la historia (y) del mestizo a la luz
de la sociología”.
— Lo indígena se presenta como contradicción: “… como una realidad en la que puedo reconocerme, sin que
por ello deje de ser distinta de mí” Qbid, Ibid’). Es nuestro pasado, nación, patria, tradición, héroes, sociedad, libertad. . . y al mismo tiempo la negación de todo ello.— El indio, en fin, es “una realidad de doble fondo”:
lo que es y lo que queremos ser (o se nos hace ver que es); objetividad y subjetividad, realidad plena y realidad
disfrazada. Resulta, ahora, interesante examinar el análisis de la obra de Villoro (1950) hecha por él (1979) acudiendo al breve pero sugerente prólogo a la segunda edición.
En éste el autor señala y previene al lector de los que considera los principales errores de su obra: fundamentalmente una falta de integración (en el tratamiento general) a la que responsabiliza de las principales fallas teóricas. Estas las refiere a la atadura a un enfoque idealista: el indigenismo aparece así como un proceso histórico e n la co n cien cia del que define al indígena, sin revelar plenamente otro proceso del que es manifestación, “ . . . que se da e n la re a lid a d so cia l, en el cual el indígena es d o m in a d o y e x p lo ta d o por el no indígena”, y sin destacar el hecho de que «la ‘instancia revelante’ de lo indígena está
constituida por clases y grupos sociales concretos que intentan utilizarlo en su beneficio” (p. 10).
Tiene relativa razón Villoro pues, como él mismo
reconoce, la obra no desdibuja totalmente los contenidos
sociales, los intereses particulares y la contradicción de
clases en cada uno de los “momentos”, particularmente en
el tercero, el más “cercano” al autor, donde por medio de
un tratamiento marxista aun incipiente se señala que el
indigenismo tiene una concepción que hace razonable su
función práctica y que puede tomar “… un carácter más
o menos revolucionario según sea el interés de clase que
exprese de manera predominante. . .” (pp. 80-81).
En términos de la descripción, apoyada en las concepciones teórico-filosóficas que critica, Villoro advierte
otro de sus propósitos originales: narrar “. . .la historia del
comienzo y recuperación final de una conciencia fa lsa . . .
en el sentido de que interpretaba lo visto (el indígena)
con un aparato conceptual y un sistema de creencias previas que necesariamente distorsionaba la realidad”. Los
hechos comunican a través del lenguaje indigenista una
historia real pero d isfrazada. Por ello, el estudio tiene
el objetivo de “descubrir los aparatos conceptuales y las
creencias básicas responsables de esos disfraces”. Villoro
considera que, en lo esencial, el estudio acertó en la tarea
de elaborar “. . . una historia del encubrimiento ideológico
y de su descubrimiento final” (p. 11) y de esta forma
habrá de ser visto.
Por otro lado, la demostración clara del carácter ideológico de las concepciones indigenistas no se logra, como
indica el autor, pues no muestra el estudio “. . . cómo en
cada “momento”, los conceptos empleados ocultaban una
realidad concreta, al expresarla en un lenguaje que la
disfraza”.
Esta crítica y advertencias formuladas por Luis Villoro en su nuevo prólogo otorgan, a nuestro juicio, una nueva vida al estudio original, constituyen una guía para una
segunda lectura, lo trascienden y se dirigen a otros estudios hechos en el campo de las ciencias sociales sobre la
realidad indígena y el indigenismo. En este sentido, siguiendo a Villoro, los científicos sociales tienen la tarea
de despojar a los hechos de su cobertura, de “traducir en
cada caso el lenguaje de la ideología a un lenguaje descriptivo de la realidad concreta. . .” (p. 11), de relacionar
sus categorías descriptivas y sus conceptos interpretativos
y explicativos con la realidad histórica que pretenden acusar y explicar.
En efecto, existe el riesgo, el lenguaje del indigenismo científico, político o burocrático (vid. infra) traduce,
en múltiples casos, conceptos y categorías descriptivas de
situaciones reales, a otros conceptos y enunciados “teóricos” antropológicos, historiológicos o sociológicos, que ocultan, disfrazan o manipulan la realidad, apoyado o dirigido
por ideologías de índole diversa.
En esta novedosa introducción Villoro menciona algunos trabajos críticos que sucedieron y que amplían las
perspectivas de su obra, y sugiere nuevas vías de análisis
que permitan reformular sus tres grandes “momentos” y
formular otros nuevos en el análisis del indigenismo.1 Al
situar en su “momento” histórico a su obra Villoro mismo
sugiere un nuevo momento (¿antitesis del tercero?) refiriéndola como coetánea de la creación del Instituto Na
cional Indigenista2 cuya acción bien vale la pena analizar en términos del indigenismo como política desarrollista e integracionista del Estado, relativamente autónoma y
distinguible del indigenismo “teórico”-académico y aun del
indigenismo como praxis (Lameiras, 1978).
La reflexión que presenta Villoro sobre su obra permite considerarla ahora en lo que es quizá su justa dimensión: un modelo o paradigma perfectible. El libro:
“. . . no pretendía ofrecer una historia completa del pensamiento indigenista. . . Sólo quería presentar muestras seleccionadas de sus principales etapas, lo suficientemente
representativas para destacar sus rasgos característicos”
(p. 12) (subrayado nuestro).
Lo paradigmático en términos conclusorios se presenta explícitamente en varias partes del texto, pero con mayor énfasis en el tratamiento del tercer “momento”. No
obstante, el hecho de que estas conclusiones teóricas se encuentren muchas veces en las notas debilita el poder de
persuasión que puedan tener (Cfr. pp. 206-207, 209 y
231).
Lo paradigmático, referido al muestreo o tipología de
personajes o “conciencias” que expresan el indigenismo,
resulta en el libro menos atado al rigor que demanda la
representatividad o caracterización que logró Villoro en
términos generales para el proceso dialéctico de recuperación progresiva del indígena. Esto ya lo señalaba Cazés
(1966: 69) al reparar en la necesidad de oponer dialécticamente la “conciencia” de Bartolomé de las Casas a las
de Cortés y Sahagún. Igualmente se podrían sugerir las
personalidades de Quiroga, Landa, Ñuño de G uzm án..
para el primer momento; las de Sigüenza y Góngora y
Carlos María de Bustamante, para el segundo; las de José
Fernando Ramírez y Joaquín García Icaztalceta, como
“precursores”; Nicolás León, Justo Sierra y Ezequiel Chávez para el tercer momento. No se trata, sin embargo,
de una selección arbitraria. La sugerencia de Villoro lleva
a plantear un tratamiento dialéctico más cuidadoso al in
terior de cada momento. De acuerdo con esto, los grandes momentos se traducen en medianos y pequeños momentos, congruentes con lo que en la realidad se presen;
ta en las instancias políticas e ideológicas de toda formación económico-social, nacional, regional y localmente. La
selección de “tipos” (personajes-“conciencias”) se establece
en términos de una evidencia de contradicción expresada
en actitudes, concepciones, intereses y posiciones sociales,
ideológicas y políticas opuestas efectivamente. Para ello
se puede proponer una selección por “pares en oposición”.
(Como Cazés lo sugiere: Cortés vs. Las Casas). ¿Cuáles
son los intereses de Cortés v Las Casas respecto a un sistema que los incluye? ¿Los relaciona un conflicto o los opone una actitud revolucionaria?
Siguiendo la “unidad de pensamiento y estilo” que
Villoro advierte en su obra original (a pesar de que le
sería ahora difícil reconocerse en ellos, según aclara), y
acordes con “un proyecto intelectual y un clima cultural
a los que respondió”, el libro de Villoro ha de ser visto
ahora como inicio y en el contexto temático y teórico de
su producción científico-filosófica: la ideología, la historia y la cultura nacionales en sus expresiones históricas y
sociales.
José Lameis
El Colegio de Michoacán/UAM-Iztapalapa