La Pérfida Pluma de Capote
A 96 años del nacimiento de Truman Capote
Por Natt Félix
Desayuno en Tiffany’s es la obra de ficción más querida de Truman Capote y posiblemente una de las mejores novelas americanas. Ambientada en el Upper East Side de Manhattan, el barrio más distinguido de Nueva York y el más caro de Estados Unidos, con la Quinta Avenida, Broadway, la Catedral de San Patricio y Central Park a unas cuadras y vecinos de la talla de Woody Allen, Plácido Domingo, la familia Guggenheim, los Rockefeller, Carlos Slim y el mismísimo Capote, todo sucediendo durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. El relato plasma la historia sobre la fascinación y el afecto de un joven escritor por su encantadora y atribulada vecina, la poco ortodoxa Holly Golightly. La narrativa simple y lineal de Breakfast at Tiffany’s brindó a Capote el vehículo perfecto para refinar su estilo de prosa naturalista y característicamente minimalista, marcando la novela como una fase de transición entre los escritos anteriores más elaborados del autor y el realismo de estilo documental de su próxima obra maestra “A Sangre Fría”, perteneciente al recién inaugurado género llamado “de no ficción”.
Capote escribió Breakfast at Tiffany’s en la primavera de 1958, diez años después de la publicación de “Other Voices, Other Rooms”, su primera novela larga, con aquella controversial contraportada de él mismo posando de manera seductora con tan solo 24 años de edad, la cual se convirtió en un éxito comercial. Capote encontró la inspiración para su nuevo trabajo en el cotilleo, la experiencia personal y las vidas de sus excéntricos amigos de Nueva York. El título “Breakfast at Tiffany’s” se extrajo de una anécdota popular entre el círculo social de Capote en la que a un nuevo rico foráneo con pretensiones de entrar al jetset newyorkino le preguntaron qué restaurante glamoroso de Nueva York le gustaría visitar, a lo cual respondió: «Bueno, desayunemos en Tiffany’s».
La idea del autor para Holly Golightly, quien, en los primeros borradores del manuscrito, se llamaba «Connie Gustafson», probablemente provino de varias fuentes. En su correspondencia personal, Capote reconoció que pretendía que su heroína carismática y sin escrúpulos fuera un retrato compuesto de varias personas de la alta sociedad de Manhattan con las que mantenía una amistad íntima, incluidas Babe Paley, Gloria Vanderbilt, Carol Marcus y Oona O’Neill. El punto más alto de la historia de Holly, en el que escapa de una infancia empobrecida en el sur rural para reinventarse a sí misma como una mujer sofisticada de Nueva York, se parece además a la vida de la madre de Capote. Específicamente, el nombre real de Holly, Lulamae, parece hacer referencia directamente al nombre de nacimiento de Nina Capote, Lillie Mae, antes de mudarse a la Gran Manzana y casarse
con el empresario y padre adoptivo de Truman, José García Capote. Sin embargo, como han sugerido sus biógrafos y críticos, Holly fue quizás también una proyección del propio autor, un vehículo a través del cual Capote exploró sus propias luchas con las convenciones sociales, la depresión y la necesidad de permanencia y estabilidad de la que tanto careció durante sus primeros años de infancia en la que comparte similitudes con su protagonista al provenir de un pueblo rural y sureño para después volverse una celebridad e integrarse al jet set americano.
Capote, ya famoso en la escena social y literaria estadounidense, encontró un mercado receptivo a su nuevo trabajo. Poco después de completar el manuscrito de Breakfast at Tiffany’s, lo vendió por $2000 dólares a Harper’s Bazaar, que tenía la intención de publicarlo en forma de serie. Sin embargo, los ejecutivos de las publicaciones del conglomerado periodístico Hearst, dueños también de las revistas Cosmopolitan, Esquire, Marie Claire y ELLE, se opusieron al lenguaje obsceno y las referencias sexuales explícitas en la novela y, después de exigir numerosas revisiones, decidieron no publicarla. Aunque Hearst afirmó que el colorido contenido de Breakfast at Tiffany’s lo hacía inadecuado para las páginas de Harper’s Bazaar, muchos de los compañeros de Capote en el mundo editorial sugirieron que la empresa había temido que la novela pudiera ofender a Tiffany’s, importante patrocinador de la revista. Rechazado por Harper’s Bazaar, Capote vendió el manuscrito a la revista rival Esquire por $3000 dólares, mil dólares más de lo esperado, cosechando un nuevo éxito editorial a sus entonces 34 años de edad. Las entregas en serie de la novela aparecieron en los puestos de revistas en 1958, al mismo tiempo que las reseñas de los periódicos de la novela completa, publicada por la editorial Random House. La publicidad que envolvió a Capote en ese momento fue abrumadora. Las ventas de Esquire se dispararon y la novela pronto atrajo la atención de los productores de la 20th Century Fox.
La novela de Capote fue adaptada para la pantalla grande por el guionista George Axelrod, quien suavizó y moderó la obra para una audiencia más amplia alterando la trama y los detalles de los personajes. En particular, el guión transformó la compleja narrativa de Capote sobre la ambigüedad sexual en una historia de amor heterosexual convencional. Lanzada en 1961, la versión cinematográfica de Breakfast at Tiffany’s fue un vehículo estrella para Audrey Hepburn, quien a sus 31 años estaba angustiada por el declive de su carrera. Con gran éxito entre el público y los críticos de cine, Breakfast at Tiffany’s revivió la fama y estrellato de Hepburn y, gracias al vestuario innovador de los legendarios diseñadores Edith Head y el famoso vestido negro, obra de Givenchy,
convirtió a Holly Golightly en un ícono de la moda de manera instantánea. Como señala el biógrafo de Capote, la película inspiró a una legión de mujeres de Nueva York a afirmar que fueron la verdadera inspiración para el personaje de Holly Golightly. Una mujer, llamada Bonnie Golightly, incluso presentó una demanda por difamación sin éxito contra Capote. Sin embargo, a pesar de la gran popularidad adquirida por Hepburn con el personaje de Holly, Capote seguía insistiendo en que había sido una mala elección para el papel y Marilyn Monroe hubiera podido ser la protagonista perfecta para el filme.
Desde la década de 1960, tanto la novela como la versión cinematográfica han mantenido popularidad entre el público estadounidense. Si bien los contemporáneos de Capote dieron críticas variadas al trabajo, el interés académico a finales del siglo XX en el texto ha influido en su reputación pública actual como una pieza notable por su innovación técnica y política social progresista. Influenciados por el campo crítico emergente de los estudios literarios homosexuales o «queer», los críticos contemporáneos han quedado impresionados por el tratamiento complejo y sensible de Capote sobre la sexualidad humana y los roles de género. Si bien la erudición anterior se centró, a menudo negativamente, en el personaje de Holly como una personificación de las opiniones poco ortodoxas de Capote sobre el sexo y el género, los críticos modernos han excavado las sutiles referencias de la novela incluso a las identidades y prácticas sexuales alternativas de los personajes masculinos del texto, como en el caso del personaje de Rusty Trawler, lo que sugiere que Capote pensaba Desayuno en Tiffany’s como una exploración de las poderosas y amorosas relaciones que a menudo existen entre mujeres heterosexuales y hombres gay, lo cual vivió de primera mano con sus numerosas amigas que incluían a la escritora Harper Lee y a Marilyn Monroe. A medida que sigue aumentando el interés en las comunidades gay clandestinas de principios del siglo XX, es probable que Breakfast at Tiffany’s y el propio Capote sigan recibiendo atención de la crítica.
A pesar de que las relaciones homosexuales siguieron siendo ilegales en el estado de Nueva York hasta 1978, Capote mostró su homosexualidad abiertamente en una época en la que los gays y las lesbianas eran considerados «desviados» o incluso criminales, el escritor disfrutó de una relación íntima y no exclusiva con el también novelista Jack Dunphy desde su primer encuentro en 1948 hasta la muerte de Capote por insuficiencia hepática en Los Ángeles, California el 24 de agosto de 1984, lo cual nunca le permitió publicar su autodenominada gran obra, duramente criticada y nunca terminada, la ambiciosa versión americana de “En Busca del Tiempo Perdido” de su tan admirado Proust; un enorme lienzo de la América de los ricos y los poderosos, cuyo título decidiría incluso mucho tiempo antes de empezar a escribirlo “Oraciones Escuchadas” y cuyo epígrafe basado en la obra de Santa Teresa de Ávila dicta: “Se derraman más lágrimas por las plegarias escuchadas que por las que no tienen respuesta”.
Hoy en día, la vida y obra de Capote continúan capturando el interés público, con versiones cinematográficas de “Otras voces, otros ámbitos”, “A sangre fría” y “El arpa de hierba”. En 2005, la película biográfica que lleva por título “Capote”, dramatizó el complejo proceso que durante cinco años llevó a cabo el autor para elaborar la investigación para escribir “A sangre fría”. El filme fue nominado a numerosos premios, otorgando el Óscar como Mejor Actor a Phillip Seymour Hoffman por el matizado retrato de la lucha de Truman Capote por mantener la integridad profesional en el rostro de su creciente afecto por los sujetos de su obra, irónica suerte con la cual no corrió Hoffman tras su aparente suicidio en su lujoso departamento precisamente en el barrio de Upper East Side.
Nota: Natt, recuerda omitir el nombre de Jeffrey Epstein en la lista de vecinos de Upper East Side, toda vez que podrían confundirse tus lectores y considerarte a partir de aquí en una pésima persona.