Presencia perenne
Ángeles González Gamio
Ya hace un año que partió de este mundo Miguel León Portilla, el hombre sabio, generoso y profundamente humano cuya magna obra nos permitió conocer a fondo las culturas prehispánicas. El conocimiento de esta herencia ancestral nos dio identidad y orgullo. Sacó a la luz la filosofía, religión, poesía, cantos; en pocas palabras, la cosmovisión de los antiguos mexicanos y develó la grandeza que guardaba.
El legado que deja en sus múltiples libros será faro de muchas generaciones por venir y por un tiempo veremos obras nuevas que trabajaba hasta poco antes de su muerte.
Unas semanas antes de su partida se presentó Mesoamérica. Grandes creaciones de una civilización originaria, que reune los 34 artículos que, a lo largo de 26 años, publicó en las páginas de la revista Arqueología Mexicana, coproducida por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Editorial Raíces.
En la introducción, León Portilla explica que la temática de los artículos es muy variada; sin embargo, en ella hay un común denominador que tiene que ver con el marco conceptual a cuya luz los ha reunido.
El concepto de civilización originaria es el marco teórico que propicia el acercamiento a los diversos temas. Recordemos lo que dice al respecto: Una civilización es una forma más desarrollada de la cultura; hay vida urbana, es decir, ciudades y formas más complejas de organización social, política, económica y religiosa, especialización en el trabajo y creaciones tales como precisos cómputos del tiempo, escritura, centros educativos y producción de lo que hoy llamamos arte.
Explica que en los procesos civilizatorios que ha desarrollado la humanidad hay algunos que deben reconocerse como originarios, es decir, que en su origen se han producido autónomamente. Todas las otras civilizaciones, por muy desarrolladas que hayan llegado a ser, deben considerarse como derivadas o encaminadas por distintos núcleos civilizatorios.
En la historia universal son pocos los casos de civilizaciones originarias. En Egipto y Mesopotamia surgieron dos importantes núcleos que influyeron luego en el ámbito del cercano Oriente, en las islas del mar Egeo y otros lugares.
Otros fueron India y China, que influyeron entre otros a Indonesia, Indochina, Corea y Japón. En el continente americano surgieron dos centros civilizatorios originarios: los pueblos andinos y lo que ahora conocemos como Mesoamérica.
Ese texto aparece en el libro con otros que describen varias de las grandes creaciones que se produjeron en tal contexto geográfico e histórico.
La antología está organizada en siete apartados, en el que se refiere a los códices –de los que fue gran lector– se advierte su profundo conocimiento de la lengua y cultura náhuatl. Destaca que la escritura y los libros son patrimonio propiamente exclusivo de la civilización mesoamericana en el continente americano.
En el apartado de las creaciones culturales-espirituales nos da a conocer los dioses de los pochtecas, que eran los grandes mercaderes que recorrían largas distancias. El contacto con otros pueblos de culturas y lenguas distintas lo lleva a proponer la posible multiculturalidad y multilingüismo del náhuatl.
Particularmente bello es el de las creaciones culturales-materiales en que habla del chalchihuitl, que eran las preciadas piedras verdes, llenas de significados y un texto está dedicado a las flores y a la poesía náhuatl. Pone varios ejemplos primorosos que hay en esa lengua y en castellano.
Quisiéramos seguir comentando cada uno de los apartados, pero no tenemos espacio, así que lo mejor es que adquieran el libro, que les dará varias horas de una lectura fascinante y con el gozo adicional de las múltiples ilustraciones de gran calidad que dan vida a los textos.
Frecuentemente había un motivo para celebrar al insigne humanista: otro doctorado honoris causa, un reconocimiento, homenaje o cumpleaños. Habitante de los rumbos del sur, con frecuencia se llevaban a cabo en el restaurante San Ángel Inn. En su recuerdo vamos a su lindo patio a brindar con su bebida favorita: un whisky, wisquilucan, le llamaba con su delicioso sentido del humor. !Salud!, queridísimo don Miguel. Siempre estarás presente.