Muestra Chamakili, la palabra de los pueblos indígenas no necesita papel
Mónica Mateos-Vega
La poeta zapoteca, Natalia Toledo, recordó que los pueblos indígenas escribieron en las paredes de los templos y los palacios, sobre corteza o piel, y el lápiz siempre fue el tizne de los fogones, la sangre azul del añil o los tintes naturales.
Ciudad de México.
Las lenguas indígenas se pueden escribir en papel, pero también en tierra, agua, lodo, fuego y textiles; en los árboles, las piedras, con tintas de flores o listones, carbón, botones, chaquiras. Tan diversa es la escritura como los mundos que se crean con las infinitas palabras del México originario.
Una muestra de lo anterior se puede apreciar en la exposición virtual Chamakili: contar la vida, dibujar la palabra, que presenta el trabajo que realizaron los niños y jóvenes de diversas comunidades indígenas del país que participaron en los talleres de escritura creativa promovidos por la Secretaría de Cultura federal (SC), por conducto de la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas (Dgcpiu).
La muestra, que se inauguró hace unos días, presenta 54 libros fabricados con diversos materiales, además de los testimonios de los alumnos que fueron fundamentales para este proyecto que busca la recuperación y fortalecimiento de las lenguas indígenas del país, entre ellas el náhuatl, totonaca, maya, rarámuri, o’dam, zapoteco, me’phaa, tzeltal, mixteco, mazateco, wixárika, huave, ayuuk, amuzgo y chinanteco.
Durante la inauguración de la exposición virtual, la poeta zapoteca Natalia Toledo, subsecretaria de Diversidad Cultural y Fomento a la Lectura de la SC, dijo que la palabra y la escritura de los pueblos indígenas nunca ha tenido necesidad del papel: Escribieron en las paredes de los templos y palacios, sobre corteza o piel, y el lápiz siempre fue el tizne de los fogones, la sangre azul del añil o los tintes naturales.
Destacó el compromiso de los instructores que, con la asesoría y seguimiento de la Dgcpiu y el Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), trabajaron con los niños, con quienes hay que esforzarse más. Es con los pequeños donde hay que atacar muy duro para que nuestras lenguas y culturas sigan floreciendo como hasta ahora, insistió Toledo.
El director de la Dgcpiu, Mardonio Carballo Manuel, explicó que este programa educativo que se llama Chamakilo: anticuentos y antipoemas, es un canto libertario. Más que la letra nos interesa la vida, más que la ortografía nos interesa la realidad que devela la forma de escritura, pero por sobre todas las cosas, nos interesa luchar contra el estigma, el prejuicio discriminatorio, que asegura que las lenguas indígenas no se escriben.
Agregó que se tomó el nombre para el proyecto de Chamaquili, personaje creado por Alexis Díaz Pimienta, escritor, poeta y dramaturgo cubano.
“En Cuba, Chamaquili es un héroe de historietas, un niño que ya acusa la inteligencia del poeta, el poeta se recrea en su personaje niño y el niño se vuelve diáspora de la vida y de sus dichos.
“Si sustituimos la ‘q’ por la ‘k’, instantáneamente se nahuatliza, un chamaco chamacalea con libertad y esa es nuestra apuesta: Chamakili, hacer de la poesía un juego, esgrimir ingenio para aventar flores, pero al vuelo”, detalló Carballo.
Espacio de experimentación
Los talleres Chamakili: anticuentos y antipoemas fueron posibles gracias a una alianza entre la Dgcpiu y el Conafe. Se realizaron entre septiembre de 2019 y febrero de este año, primero con la capacitación de mil 116 docentes, en su mayoría hablantes de 33 lenguas indígenas, provenientes de 15 entidades del país y 463 localidades.
Se trabajó en localidades de mayor vulnerabilidad de Baja California, Chiapas, Chihuahua, Durango, Guerrero, Hidalgo, Jalisco, Nayarit, Oaxaca, Puebla, Quintana Roo, San Luis Potosí, Tlaxcala y Veracruz.
Los temas que se abordaron para la elaboración de los libros fueron: Los mayores, los principales y los sabios; El fuego; El agua; Las fuerzas de la naturaleza; Los muertos; La milpa; Trabajo voluntario y comunitario; La asamblea comunitaria y el consenso; Los cargos; El respeto; Los pedimentos; Las fiestas, y Los compromisos y valor de la palabra.
Chamakili es un taller, sí; es un método también, pero, sobre todo, es un espacio de experimentación en la lengua de aquel, de aquella que se interna en el mundo de la libertad que promete, consigna y designa, un juego para perderse y así encontrarse. No es la escritura ni sus reglas el corazón de Chamakili, sino el juego que permite una suerte de alebrije combinado con pintura cubista, pero disfrazado de nahual, concluyó Mardonio Carballo.
Estas actividades son sólo el inicio del programa, ya que los docentes que participaron tienen la tarea de implementar el taller Chamakili con niños y adolescentes de sus comunidades para, con ello, iniciar la temprana formación de los escritores indígenas del futuro.