Hijo de Monarcas
Pedro Salmerón Sanginés
El tema recurrente en mis columnas de La Jornada es la historia y su relación con la política. A veces más inclinado hacia el pasado, otros, más hacia el presente, pero siempre en ese eje. Hoy, sin embargo, quiero hablar de otro asunto, aunque quizá no es otro tema, pues como dicen que dijo Marx en alguna parte, sólo conocemos una ciencia, la ciencia de la historia. Es decir, todo lo humano es histórico.
Este año, las mariposas monarca llegaron a México antes de tiempo: desde mediados de octubre. Se atribuye este fenómeno a los efectos del clima por la entrada del huracán Delta a Estados Unidos. Año tras año inician la migración desde Canadá para pasar el invierno en los bosques de Michoacán y del estado de México. Un punto especial de su destino, Angangueo, fue el sitio elegido para desarrollar una historia fascinante en la película de ficción Hijo de Monarcas, dirigida por el biólogo y cineasta franco-venezolano Alexis Gambis; estrenada el 31 del pasado octubre en el 18 Festival Internacional de Cine de Morelia.
La historia hilvana la compleja metamorfosis personal de un biólogo oriundo de Angangueo, de nombre Mendel, que dedica sus solitarias, persistentes y apasionadas horas de estudio a las mariposas monarca, identificando la composición de los espléndidos patrones (matemáticos) en sus alas y la disposición de los colores en las mismas, obteniendo información genética que da luz acerca de elementos claves para la comprensión de la evolución. Todo esto en un laboratorio universitario en la ciudad de Nueva York, al que llegó como estudiante de doctorado.
La historia familiar lo llama de vuelta a Angangueo, donde observa los pedazos de bosque pelones que anuncian el grave daño que enfrentará la población de mariposas monarca, de continuar la tala indiscriminada de los bosques de oyamel en la región. Pero la tala del monte y la reactivación de la minería, ahora a cielo abierto, amenazan no sólo a la mariposa, sino a la vida entera. La tala y la mina, escenarios de todos los días en regiones y comunidades que siguen siendo sacrificadas por intereses económicos depredadores. La mina mata: de hecho, ya ha matado. Mata y divide, pues enfrenta entre sí a los personajes: hace 15 días escribí de la lucha del pueblo de Loma de Bacum contra el gasoducto y hace un mes de la lucha de las comunidades del municipio de Gómez Palacio, Durango, contra la fábrica de cianuro, pero no escribí –no cabe todo en un artículo– que algunos de los pobladores han sido comprados, literalmente, por las trasnacionales para aceptar el despojo o la fábrica. También ocurre así en esta ficción no tan ficticia en Angangueo.
En fin, la migración de Mendel de vuelta a su tierra, a su familia, lo obliga a enfrentar traumas pasados y a reflexionar sobre su nueva identidad híbrida, lanzándolo a una metamorfosis personal y espiritual. El protagonista se llama así en memoria del padre de la genética, que buscaba respuestas al origen de la vida.
Las mariposas monarca han dado imágenes espléndidas para construir metáforas sociales y políticas en distintos planos, el más sensible lo encontramos en las tradiciones orales de esta región biocultural. Metáfora de las migraciones en el continente americano, para las que la disolución de las fronteras –y no la construcción de muros, ni en el Bravo ni en el Suchiate– debería ser un imperativo; metáfora de una historia que nos recuerda lo insondable y especial del patrimonio natural de México. Metáfora también de un patrimonio biocultural que se asienta en esa región compartida gracias a la llegada de las mariposas monarca, en Michoacán y el estado de México, poniendo a nuestro país una vez más al frente de una tarea extraordinaria: la defensa de un patrimonio universal que brinda claves para comprender la evolución natural que cada día nos arroja con urgencia sus cuestionamientos: lo vemos en los efectos cotidianos del cambio climático. Además de tratar la pasión por el estudio de esta asombrosa especie, es la historia de un patrimonio que se encuentra bajo la amenaza constante de su pérdida. ¡Nos dicen animales para insultarnos!, comenta uno de los amigos de Mendel, pues ¿qué no lo somos?
No se la pierdan en la plataforma de Cinépolis Hijo de Monarcas (Alexis Gambis, 2020), es una ficción con contenido profundo.
Pd: Este artículo es para Pablo. Y también para María. Ellos saben por qué.
Twitter: @HistoriaPedro
Hijo de Monarcas
Pedro Salmerón Sanginés
E
l tema recurrente en mis columnas de La Jornada es la historia y su relación con la política. A veces más inclinado hacia el pasado, otros, más hacia el presente, pero siempre en ese eje. Hoy, sin embargo, quiero hablar de otro asunto, aunque quizá no es otro tema, pues como dicen que dijo Marx en alguna parte, sólo conocemos una ciencia, la ciencia de la historia. Es decir, todo lo humano es histórico.
Este año, las mariposas monarca llegaron a México antes de tiempo: desde mediados de octubre. Se atribuye este fenómeno a los efectos del clima por la entrada del huracán Delta a Estados Unidos. Año tras año inician la migración desde Canadá para pasar el invierno en los bosques de Michoacán y del estado de México. Un punto especial de su destino, Angangueo, fue el sitio elegido para desarrollar una historia fascinante en la película de ficción Hijo de Monarcas, dirigida por el biólogo y cineasta franco-venezolano Alexis Gambis; estrenada el 31 del pasado octubre en el 18 Festival Internacional de Cine de Morelia.
La historia hilvana la compleja metamorfosis personal de un biólogo oriundo de Angangueo, de nombre Mendel, que dedica sus solitarias, persistentes y apasionadas horas de estudio a las mariposas monarca, identificando la composición de los espléndidos patrones (matemáticos) en sus alas y la disposición de los colores en las mismas, obteniendo información genética que da luz acerca de elementos claves para la comprensión de la evolución. Todo esto en un laboratorio universitario en la ciudad de Nueva York, al que llegó como estudiante de doctorado.
La historia familiar lo llama de vuelta a Angangueo, donde observa los pedazos de bosque pelones que anuncian el grave daño que enfrentará la población de mariposas monarca, de continuar la tala indiscriminada de los bosques de oyamel en la región. Pero la tala del monte y la reactivación de la minería, ahora a cielo abierto, amenazan no sólo a la mariposa, sino a la vida entera. La tala y la mina, escenarios de todos los días en regiones y comunidades que siguen siendo sacrificadas por intereses económicos depredadores. La mina mata: de hecho, ya ha matado. Mata y divide, pues enfrenta entre sí a los personajes: hace 15 días escribí de la lucha del pueblo de Loma de Bacum contra el gasoducto y hace un mes de la lucha de las comunidades del municipio de Gómez Palacio, Durango, contra la fábrica de cianuro, pero no escribí –no cabe todo en un artículo– que algunos de los pobladores han sido comprados, literalmente, por las trasnacionales para aceptar el despojo o la fábrica. También ocurre así en esta ficción no tan ficticia en Angangueo.
En fin, la migración de Mendel de vuelta a su tierra, a su familia, lo obliga a enfrentar traumas pasados y a reflexionar sobre su nueva identidad híbrida, lanzándolo a una metamorfosis personal y espiritual. El protagonista se llama así en memoria del padre de la genética, que buscaba respuestas al origen de la vida.
Las mariposas monarca han dado imágenes espléndidas para construir metáforas sociales y políticas en distintos planos, el más sensible lo encontramos en las tradiciones orales de esta región biocultural. Metáfora de las migraciones en el continente americano, para las que la disolución de las fronteras –y no la construcción de muros, ni en el Bravo ni en el Suchiate– debería ser un imperativo; metáfora de una historia que nos recuerda lo insondable y especial del patrimonio natural de México. Metáfora también de un patrimonio biocultural que se asienta en esa región compartida gracias a la llegada de las mariposas monarca, en Michoacán y el estado de México, poniendo a nuestro país una vez más al frente de una tarea extraordinaria: la defensa de un patrimonio universal que brinda claves para comprender la evolución natural que cada día nos arroja con urgencia sus cuestionamientos: lo vemos en los efectos cotidianos del cambio climático. Además de tratar la pasión por el estudio de esta asombrosa especie, es la historia de un patrimonio que se encuentra bajo la amenaza constante de su pérdida. ¡Nos dicen animales para insultarnos!, comenta uno de los amigos de Mendel, pues ¿qué no lo somos?
No se la pierdan en la plataforma de Cinépolis Hijo de Monarcas (Alexis Gambis, 2020), es una ficción con contenido profundo.
Pd: Este artículo es para Pablo. Y también para María. Ellos saben por qué.
Twitter: @HistoriaPedro
Hijo de Monarcas
Pedro Salmerón Sanginés
E
l tema recurrente en mis columnas de La Jornada es la historia y su relación con la política. A veces más inclinado hacia el pasado, otros, más hacia el presente, pero siempre en ese eje. Hoy, sin embargo, quiero hablar de otro asunto, aunque quizá no es otro tema, pues como dicen que dijo Marx en alguna parte, sólo conocemos una ciencia, la ciencia de la historia. Es decir, todo lo humano es histórico.
Este año, las mariposas monarca llegaron a México antes de tiempo: desde mediados de octubre. Se atribuye este fenómeno a los efectos del clima por la entrada del huracán Delta a Estados Unidos. Año tras año inician la migración desde Canadá para pasar el invierno en los bosques de Michoacán y del estado de México. Un punto especial de su destino, Angangueo, fue el sitio elegido para desarrollar una historia fascinante en la película de ficción Hijo de Monarcas, dirigida por el biólogo y cineasta franco-venezolano Alexis Gambis; estrenada el 31 del pasado octubre en el 18 Festival Internacional de Cine de Morelia.
La historia hilvana la compleja metamorfosis personal de un biólogo oriundo de Angangueo, de nombre Mendel, que dedica sus solitarias, persistentes y apasionadas horas de estudio a las mariposas monarca, identificando la composición de los espléndidos patrones (matemáticos) en sus alas y la disposición de los colores en las mismas, obteniendo información genética que da luz acerca de elementos claves para la comprensión de la evolución. Todo esto en un laboratorio universitario en la ciudad de Nueva York, al que llegó como estudiante de doctorado.
La historia familiar lo llama de vuelta a Angangueo, donde observa los pedazos de bosque pelones que anuncian el grave daño que enfrentará la población de mariposas monarca, de continuar la tala indiscriminada de los bosques de oyamel en la región. Pero la tala del monte y la reactivación de la minería, ahora a cielo abierto, amenazan no sólo a la mariposa, sino a la vida entera. La tala y la mina, escenarios de todos los días en regiones y comunidades que siguen siendo sacrificadas por intereses económicos depredadores. La mina mata: de hecho, ya ha matado. Mata y divide, pues enfrenta entre sí a los personajes: hace 15 días escribí de la lucha del pueblo de Loma de Bacum contra el gasoducto y hace un mes de la lucha de las comunidades del municipio de Gómez Palacio, Durango, contra la fábrica de cianuro, pero no escribí –no cabe todo en un artículo– que algunos de los pobladores han sido comprados, literalmente, por las trasnacionales para aceptar el despojo o la fábrica. También ocurre así en esta ficción no tan ficticia en Angangueo.
En fin, la migración de Mendel de vuelta a su tierra, a su familia, lo obliga a enfrentar traumas pasados y a reflexionar sobre su nueva identidad híbrida, lanzándolo a una metamorfosis personal y espiritual. El protagonista se llama así en memoria del padre de la genética, que buscaba respuestas al origen de la vida.
Las mariposas monarca han dado imágenes espléndidas para construir metáforas sociales y políticas en distintos planos, el más sensible lo encontramos en las tradiciones orales de esta región biocultural. Metáfora de las migraciones en el continente americano, para las que la disolución de las fronteras –y no la construcción de muros, ni en el Bravo ni en el Suchiate– debería ser un imperativo; metáfora de una historia que nos recuerda lo insondable y especial del patrimonio natural de México. Metáfora también de un patrimonio biocultural que se asienta en esa región compartida gracias a la llegada de las mariposas monarca, en Michoacán y el estado de México, poniendo a nuestro país una vez más al frente de una tarea extraordinaria: la defensa de un patrimonio universal que brinda claves para comprender la evolución natural que cada día nos arroja con urgencia sus cuestionamientos: lo vemos en los efectos cotidianos del cambio climático. Además de tratar la pasión por el estudio de esta asombrosa especie, es la historia de un patrimonio que se encuentra bajo la amenaza constante de su pérdida. ¡Nos dicen animales para insultarnos!, comenta uno de los amigos de Mendel, pues ¿qué no lo somos?
No se la pierdan en la plataforma de Cinépolis Hijo de Monarcas (Alexis Gambis, 2020), es una ficción con contenido profundo.
Pd: Este artículo es para Pablo. Y también para María. Ellos saben por qué.
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Hijo de Monarcas
Pedro Salmerón Sanginés
E
l tema recurrente en mis columnas de La Jornada es la historia y su relación con la política. A veces más inclinado hacia el pasado, otros, más hacia el presente, pero siempre en ese eje. Hoy, sin embargo, quiero hablar de otro asunto, aunque quizá no es otro tema, pues como dicen que dijo Marx en alguna parte, sólo conocemos una ciencia, la ciencia de la historia. Es decir, todo lo humano es histórico.
Este año, las mariposas monarca llegaron a México antes de tiempo: desde mediados de octubre. Se atribuye este fenómeno a los efectos del clima por la entrada del huracán Delta a Estados Unidos. Año tras año inician la migración desde Canadá para pasar el invierno en los bosques de Michoacán y del estado de México. Un punto especial de su destino, Angangueo, fue el sitio elegido para desarrollar una historia fascinante en la película de ficción Hijo de Monarcas, dirigida por el biólogo y cineasta franco-venezolano Alexis Gambis; estrenada el 31 del pasado octubre en el 18 Festival Internacional de Cine de Morelia.
La historia hilvana la compleja metamorfosis personal de un biólogo oriundo de Angangueo, de nombre Mendel, que dedica sus solitarias, persistentes y apasionadas horas de estudio a las mariposas monarca, identificando la composición de los espléndidos patrones (matemáticos) en sus alas y la disposición de los colores en las mismas, obteniendo información genética que da luz acerca de elementos claves para la comprensión de la evolución. Todo esto en un laboratorio universitario en la ciudad de Nueva York, al que llegó como estudiante de doctorado.
La historia familiar lo llama de vuelta a Angangueo, donde observa los pedazos de bosque pelones que anuncian el grave daño que enfrentará la población de mariposas monarca, de continuar la tala indiscriminada de los bosques de oyamel en la región. Pero la tala del monte y la reactivación de la minería, ahora a cielo abierto, amenazan no sólo a la mariposa, sino a la vida entera. La tala y la mina, escenarios de todos los días en regiones y comunidades que siguen siendo sacrificadas por intereses económicos depredadores. La mina mata: de hecho, ya ha matado. Mata y divide, pues enfrenta entre sí a los personajes: hace 15 días escribí de la lucha del pueblo de Loma de Bacum contra el gasoducto y hace un mes de la lucha de las comunidades del municipio de Gómez Palacio, Durango, contra la fábrica de cianuro, pero no escribí –no cabe todo en un artículo– que algunos de los pobladores han sido comprados, literalmente, por las trasnacionales para aceptar el despojo o la fábrica. También ocurre así en esta ficción no tan ficticia en Angangueo.
En fin, la migración de Mendel de vuelta a su tierra, a su familia, lo obliga a enfrentar traumas pasados y a reflexionar sobre su nueva identidad híbrida, lanzándolo a una metamorfosis personal y espiritual. El protagonista se llama así en memoria del padre de la genética, que buscaba respuestas al origen de la vida.
Las mariposas monarca han dado imágenes espléndidas para construir metáforas sociales y políticas en distintos planos, el más sensible lo encontramos en las tradiciones orales de esta región biocultural. Metáfora de las migraciones en el continente americano, para las que la disolución de las fronteras –y no la construcción de muros, ni en el Bravo ni en el Suchiate– debería ser un imperativo; metáfora de una historia que nos recuerda lo insondable y especial del patrimonio natural de México. Metáfora también de un patrimonio biocultural que se asienta en esa región compartida gracias a la llegada de las mariposas monarca, en Michoacán y el estado de México, poniendo a nuestro país una vez más al frente de una tarea extraordinaria: la defensa de un patrimonio universal que brinda claves para comprender la evolución natural que cada día nos arroja con urgencia sus cuestionamientos: lo vemos en los efectos cotidianos del cambio climático. Además de tratar la pasión por el estudio de esta asombrosa especie, es la historia de un patrimonio que se encuentra bajo la amenaza constante de su pérdida. ¡Nos dicen animales para insultarnos!, comenta uno de los amigos de Mendel, pues ¿qué no lo somos?
No se la pierdan en la plataforma de Cinépolis Hijo de Monarcas (Alexis Gambis, 2020), es una ficción con contenido profundo.
Pd: Este artículo es para Pablo. Y también para María. Ellos saben por qué.
Twitter: @HistoriaPedro
Hijo de Monarcas
Pedro Salmerón Sanginés
E
l tema recurrente en mis columnas de La Jornada es la historia y su relación con la política. A veces más inclinado hacia el pasado, otros, más hacia el presente, pero siempre en ese eje. Hoy, sin embargo, quiero hablar de otro asunto, aunque quizá no es otro tema, pues como dicen que dijo Marx en alguna parte, sólo conocemos una ciencia, la ciencia de la historia. Es decir, todo lo humano es histórico.
Este año, las mariposas monarca llegaron a México antes de tiempo: desde mediados de octubre. Se atribuye este fenómeno a los efectos del clima por la entrada del huracán Delta a Estados Unidos. Año tras año inician la migración desde Canadá para pasar el invierno en los bosques de Michoacán y del estado de México. Un punto especial de su destino, Angangueo, fue el sitio elegido para desarrollar una historia fascinante en la película de ficción Hijo de Monarcas, dirigida por el biólogo y cineasta franco-venezolano Alexis Gambis; estrenada el 31 del pasado octubre en el 18 Festival Internacional de Cine de Morelia.
La historia hilvana la compleja metamorfosis personal de un biólogo oriundo de Angangueo, de nombre Mendel, que dedica sus solitarias, persistentes y apasionadas horas de estudio a las mariposas monarca, identificando la composición de los espléndidos patrones (matemáticos) en sus alas y la disposición de los colores en las mismas, obteniendo información genética que da luz acerca de elementos claves para la comprensión de la evolución. Todo esto en un laboratorio universitario en la ciudad de Nueva York, al que llegó como estudiante de doctorado.
La historia familiar lo llama de vuelta a Angangueo, donde observa los pedazos de bosque pelones que anuncian el grave daño que enfrentará la población de mariposas monarca, de continuar la tala indiscriminada de los bosques de oyamel en la región. Pero la tala del monte y la reactivación de la minería, ahora a cielo abierto, amenazan no sólo a la mariposa, sino a la vida entera. La tala y la mina, escenarios de todos los días en regiones y comunidades que siguen siendo sacrificadas por intereses económicos depredadores. La mina mata: de hecho, ya ha matado. Mata y divide, pues enfrenta entre sí a los personajes: hace 15 días escribí de la lucha del pueblo de Loma de Bacum contra el gasoducto y hace un mes de la lucha de las comunidades del municipio de Gómez Palacio, Durango, contra la fábrica de cianuro, pero no escribí –no cabe todo en un artículo– que algunos de los pobladores han sido comprados, literalmente, por las trasnacionales para aceptar el despojo o la fábrica. También ocurre así en esta ficción no tan ficticia en Angangueo.
En fin, la migración de Mendel de vuelta a su tierra, a su familia, lo obliga a enfrentar traumas pasados y a reflexionar sobre su nueva identidad híbrida, lanzándolo a una metamorfosis personal y espiritual. El protagonista se llama así en memoria del padre de la genética, que buscaba respuestas al origen de la vida.
Las mariposas monarca han dado imágenes espléndidas para construir metáforas sociales y políticas en distintos planos, el más sensible lo encontramos en las tradiciones orales de esta región biocultural. Metáfora de las migraciones en el continente americano, para las que la disolución de las fronteras –y no la construcción de muros, ni en el Bravo ni en el Suchiate– debería ser un imperativo; metáfora de una historia que nos recuerda lo insondable y especial del patrimonio natural de México. Metáfora también de un patrimonio biocultural que se asienta en esa región compartida gracias a la llegada de las mariposas monarca, en Michoacán y el estado de México, poniendo a nuestro país una vez más al frente de una tarea extraordinaria: la defensa de un patrimonio universal que brinda claves para comprender la evolución natural que cada día nos arroja con urgencia sus cuestionamientos: lo vemos en los efectos cotidianos del cambio climático. Además de tratar la pasión por el estudio de esta asombrosa especie, es la historia de un patrimonio que se encuentra bajo la amenaza constante de su pérdida. ¡Nos dicen animales para insultarnos!, comenta uno de los amigos de Mendel, pues ¿qué no lo somos?
No se la pierdan en la plataforma de Cinépolis Hijo de Monarcas (Alexis Gambis, 2020), es una ficción con contenido profundo.
Pd: Este artículo es para Pablo. Y también para María. Ellos saben por qué.
Twitter: @HistoriaPedro