La Guadalupana, según Cabrera
Teresa Martínez
El pintor de la virgen
La historia de la imagen de la Virgen de Guadalupe va más allá del milagro ocurrido entre el 9 y el 12 de diciembre de 1531, cuando se apareció en el ayate del indígena San Juan Diego.
La mirada del pintor novohispano Miguel Cabrera avaló su origen divino, convirtiéndola desde entonces en imagen de devoción e ícono de la cultura nacional.
Todo comenzó el 30 de abril de 1751, cuando Manuel José Rubio y Salinas, entonces Arzobispo de México, citó a un grupo de pintores a inspeccionar el ayate, el 30 de abril de 1751, en la ahora Basílica de Guadalupe en Ciudad de México.
Asistieron los artistas Cabrera, Juan Patricio Morlete Ruiz, José de Ibarra y José de Alcíbar, entre otros.
Sus opiniones se recopilan en la publicación Maravilla americana y conjunto de raras maravillas, de Cabrera, publicado hasta 1756. Un documento original está en Capilla Alfonsina de la UANL, disponible en digital.
«La larga duración de más de docientos y veinte y cinco años, que goza la admirable Pintura de Nuestra Señora de Guadalupe y las cualidades opuestas a esta duración, de que abunda esta región Mexicana, dentro de cuyos términos está el Templo, donde se venera de todo este nuevo Orbe, me hacen reflexar desde luego en ella», dice el artista en el documento.
La exposición en el Museo de Historia Mexicana dedicada al artista novohispano, «Miguel Cabrera. Las tramas de la creación», exhibe una copia antigua del tratado.
Ahí, Cabrera resalta la buena conservación del ayate, pese a que no hay una preparación del lienzo que proteja la pintura de la naturaleza orgánica de la tela.
«Todo aquello que parece erróneo está justificado, en función de generar un mejor efecto en la pintura», destaca Alberto Soto, historiador de arte y académico de la Universidad Iberoamericana, en la Ciudad de México.
Tras la inspección, el Arzobispo de México le encarga a Cabrera en 1752 una pintura para él mismo y otra para el Papa Benedicto XIV, detalla Verónica Zaragoza, investigadora del Museo Nacional del Virreinato del INAH, de donde proviene la expo.
«A partir de este momento, la fama de Miguel Cabrera va a crecer profundamente, porque es el pintor de la imagen de la Virgen de Guadalupe con la que fue nombrada Patrona de la Nueva España», explica la especialista.
Entre las pinturas de la muestra está «Representación de la Virgen de Guadalupe con la Santísima Trinidad, San Ignacio de Loyola y San Antonio como testigos».
El lienzo de 1767 fue un encargo de la Compañía de Jesús, congregación con la que Cabrera trabajó de cerca y por años.
Aunque actualmente las obras del pintor novohispano son consideradas piezas de arte, la imagen de la Virgen es un vehículo para la devoción, considera Soto.
El artista tuvo la capacidad para plasmar escenas completas del milagro con un aura distinta a otras pinturas, dándole rostro a personajes como San Juan Diego, que quedan establecidos en su iconografía
Y desde entonces, su imagen es parte de la esencia cultural de América Latina. Además, Soto detalla que existen incontables pinturas atribuidas al taller de Cabrera en Guatemala, Colombia, Perú y Filipinas.
«No se requiere ser católico para reconocer el valor icónico de la Virgen. Los chicanos la utilizan de forma integrada a su construcción cultural sin reconocer el discurso religioso. Sencillamente quedó adoptado como un ícono identitario», opina.
«A eso contribuyó Cabrera sin pretenderlo».
Miguel Cabrera
– Nació en Antequera (hoy Oaxaca). Se desconoce la fecha exacta.
– Estudió en 1751 el ayate donde se apareció la imagen de la Virgen María de Guadalupe a San Juan Diego.
– Fue el gran pintor de la Nueva España. Tuvo una amplia obra sacra por encargo de la orden jesuita y el Arzobispado de México.
– «Miguel Cabrera. Las tramas de la creación», en el Museo de Historia Mexicana, estará abierta hasta el 22 de enero.