Diotima de Mantinea: del amor y de la peste
Por Elisur Arteaga Nava
(Proceso).-
Muchos mexicanos ya estamos hartos de Trump, de que no acepta su derrota, de la elección en los Estados Unidos de América y del no reconocimiento oportuno o inoportuno del triunfo de Biden de parte de AMLO y su gobierno. Me propongo escribir de otras cosas: del amor.
Pocos son los datos que se conservan de Diotima o Diótima de Mantinea. La referencia a ella, la más conocida, es la que aparece en el diálogo El banquete de Platón. Para algunos es un personaje inventado por ese autor y que lo creó con el propósito de poner en sus labios uno de los conceptos de Eros o del amor que él desarrolló en esa obra.
Según Platón, Diotima era una sacerdotisa que en el año 440 antes de nuestra era fue llamada por Pericles para que, con sus conjuros, acabara con la peste que asolaba la ciudad de Atenas. Lo logró parcialmente; obtuvo que se difiriera 10 años. En el 430 la peste volvió con toda su furia. Es la peste de la que habla Tucídides en su Historia de la guerra del Peloponeso (libro II, 47 a 54), que acabó con la vida de miles de griegos, entre otros con la del propio Pericles. Esa peste, al igual de lo que está sucediendo en estos días, volvió a asolar a Atenas tres años después, en el 427.
Insisto, no hay nada firme respecto de la existencia de Diotima y mucho menos de su presencia en Atenas para que, con sus conjuros, acabara con la peste. Hay algo que sí es cierto, en la amena Mantinea, como la califica Homero (Ilíada II, 607), de donde supuestamente era originaria la sacerdotisa, había un santuario dedicado a Posidón Hipio, que era famoso; estaba prohibido que entraran los hombres.
Pausanias, que pasó por Mantinea en el siglo II de nuestra era, refiere que con un hilo de lana se impedía a los hombres el acceso al santuario; agrega que éste infundía temor en los que creían en las cosas divinas; refiere que en alguna ocasión Épito, hijo de Hipótoo, cortó el hilo y entró en el santuario; como castigo, una ola apareció en el lugar, le alcanzó los ojos y lo dejó ciego; enseguida murió. (Descripción de Grecia, libro VIII, 5, 5, y 10, 3 a 4).
En la actualidad Mantinea es una insignificante población que se halla en un valle, al lado derecho de la carretera que corre de Corinto a Esparta. En ella se conservan algunas ruinas de sus santuarios y murallas. La mayor parte de las ruinas que se ven son del periodo romano. Merece una mirada desde lejos y sin bajarse del automóvil. El valle es hermoso y bien cultivado. En las proximidades de ella se halla Tegea, menos ignorada, pero igual de insignificante; y Trípoli, que en un tiempo fue una ciudad importante.
Luciano de Samosata menciona a Diotima; la ubica entre las mujeres aficionadas a la filosofía; la coloca entre Aspasia, la inteligente amante de Pericles, y Targelia de Mileto, amante de Antíoco, rey de Tesalia (El eunuco, 7, en Obras, tomo III, Gredos).
Respecto del diálogo el Banquete de Platón, en el que se alude a Diotima, se pueden decir muchas cosas. Todas se han dicho. No sobra reiterar alguna. Por el tema que desarrolla, es una de las obras más conocidas y comentadas de ese autor. Por razón de que lo sucedido sea referido, y con todo detalle, por alguien que no estuvo presente en la comida celebrada en la casa de Agatón, con motivo del triunfo que había obtenido con una tragedia de su autoría y que ese suceso había tenido lugar hacía muchos años, han llevado a suponer que las intervenciones de los participantes y los detalles son invención de Platón.
El Banquete es una de las obras más geniales escritas por Platón. Comienza lentamente con ideas generales respecto de lo que es Eros o el amor. Lentamente avanza, sube en conceptos; alcanza niveles de belleza inesperados. Hay un detalle que interrumpe la exposición que hacían los presentes; éste da oportunidad a que el lector digiera lo que ha leído hasta ese momento: el ataque de hipo que sufre Aristófanes, el gran autor de comedias; por razón de ese ataque cede su turno en el uso de la palabra a Erixímaco. En este detalle Platón se anticipa a la técnica teatral de Bertold Brecht. Una vez que aquél concluye su exposición y de que Aristófanes se ha recuperado, da comienzo a su exposición (189c). El tema que desarrolla el comediante ha sido muy comentado. Afirmaba que:
“… tres eran los sexos de las personas, no dos, como ahora, masculino y femenino, sino que había, además, uno tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre sobrevive todavía aunque él mismo ha desaparecido. El andrógino, en efecto, era entonces una cosa sola en cuanto a forma y nombre, … Eran tres los sexos y de estas características, porque lo masculino era originalmente descendiente del sol, lo femenino de la tierra, y lo que participaba de ambos, de la luna, pues la luna participaba de uno y de otro.” (189e y 190a, Gredos).
En el Diálogo, enseguida hizo uso de la palabra Sócrates (469/399 antes de la era actual); respecto de Eros o el amor, él refiere lo que le dijo Diotima de Mantinea:
“Cuando nació Afrodita, los dioses celebraron un banquete, y, entre otros, estaba también Poros (Expediente, Recurso u Oportuno), el hijo de Metis (Prudencia). Después de que terminaron de comer, vino a mendigar Penia (Pobreza), como era de esperarse en una ocasión festiva, y estaba cerca de la puerta. Mientras, Poros, embriagado de néctar –pues aún no había vino–, entró en el jardín de Zeus y, entorpecido por la embriaguez, se durmió. Entonces Penia, maquinando, impulsada por su carencia de recursos, hacerse un hijo de Poros, se acuesta a su lado y concibió a Eros. Por esta razón, precisamente, es Eros también acompañante y escudero de Afrodita, al ser engendrado en la fiesta del nacimiento de la diosa y al ser, a la vez, por naturaleza amante de lo bello, dado que también Afrodita es bella. Siendo hijo, pues, de Poros y Penia, Eros se ha quedado con las siguientes características. En primer lugar, siempre es pobre y, lejos de ser delicado y bello, como cree la mayoría, es, más bien, duro y seco, descalzo y sin casa, duerme siempre en el suelo y descubierto, se acuesta a la intemperie en las puertas y al borde de los caminos, compañero siempre inseparable de la indigencia por tener la naturaleza de su madre. Pero, por otra parte, de acuerdo con la naturaleza de su padre, está al acecho de lo bello y de lo bueno; es valiente, audaz y activo, hábil cazador, siempre urdiendo alguna trama, ávido de sabiduría y rico en recursos, un amante del conocimiento a lo largo de su vida, un formidable mago, hechicero y sofista. No es por naturaleza ni inmortal ni mortal, sino que el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otras muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de su padre. Mas lo que consigue siempre se le escapa, de suerte que Eros nunca ni está falto de recursos ni es rico, y está, además, en el medio de la sabiduría y la ignorancia.” (203b a e.)
Después de la exposición de Sócrates, que es sublime, elevada y conceptuosa, en un lector cuidadoso surge la duda, que llega a preocupación, de cómo puede Platón darle fin sin que se venga abajo todo. Su genialidad está en el hecho de hacer llegar al disoluto, traidor y bello Alcibíades (450/404 antes de la era actual) totalmente borracho; éste, en un principio, no se da cuenta de la presencia de su maestro Sócrates. Tan pronto lo ubica comienza a referir acciones y omisiones de su maestro. Todas buenas; aunque para quienes son de moral estricta, otras no tan buenas. Habla extensamente de las virtudes del filósofo, de su castidad, desinterés, valor y fortaleza. De cómo un joven que tenía fama de ser bello, rico, noble y conquistador de hombres y mujeres, trató de seducir a Sócrates, 19 años mayor que él. También refiere que Sócrates no cayó en las trampas que su alumno le había tendido. Un busto que se conserva de Alcibíades, ya mayor, no es un testimonio de que efectivamente haya sido bello, como se afirmaba.
Al final de la lectura del Diálogo queda la duda: con la presencia de Alcibíades y lo que refiere de Sócrates, ¿la obra subió o cayó?
De nuevo la peste nos ha dado pretexto para hablar de Eros o del amor. Quienes nos hemos enamorado reconocemos, con Diotima, que el amor siempre está al acecho de lo bello y de lo bueno; que es valiente, audaz y activo; que siempre está urdiendo alguna trama; que es ávido de sabiduría y rico en recursos; un formidable mago, hechicero y sofista. No es inmortal ni mortal, sino que el mismo día unas veces florece y vive, cuando está en la abundancia, y otra muere, pero recobra la vida de nuevo gracias a la naturaleza de Poros, su padre. Lo que consigue siempre se le escapa; nunca está falto de recursos ni es rico; está, a no dudarlo, en el medio de la sabiduría y la ignorancia
Sobre Eros o el amor hay muchas cosas más que decir y opinar. Algunos se han arrepentido de haber amado; otros, los más, agradecen a la vida el haber pasado por esa experiencia. En esta materia es válido lo que dice Petrarca y que repite Maquiavelo: “Más vale hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse”. (Carta de N. Maquiavelo a Francesco Vettori, de 25 de febrero de 1514).