«Cielo de Medianoche»: una reflexión incómodamente oportuna

«Cielo de Medianoche»: una reflexión incómodamente oportuna

En lo que parece ser un pronunciamiento personal de George Clooney, activista y filántropo, en tiempos de la pandemia viral, la cinta de ciencia ficción se mueve entre los terrenos del drama y la aventura, con un toque melancólico y fatalista sobre el futuro de la humanidad.

Por Luciano Campos Garza

(apro).-

Cielo de Medianoche (The Midnight Sky, 2020) es una reflexión incómoda y oportuna sobre los tiempos actuales, en los que el planeta se ve amenazado por causas naturales.

En lo que parece ser un pronunciamiento personal de George Clooney, activista y filántropo, en tiempos de la pandemia viral, la cinta de ciencia ficción se mueve entre los terrenos del drama y la aventura, con un toque melancólico y fatalista sobre el futuro de la humanidad.

Basada en la novela de Lily Brooks-Dalton, la acción ocurre en un futuro no tan lejano, en el que la Tierra ha sido devastada por lo que parece ser un experimento científico que se descontroló y que ocasionó que la atmósfera se volviera irrespirable.

Clooney, director y protagonista, se encuentra solo en el planeta. Enfermo, desilusionado, deprimido y con un sentimiento de culpa mortal, decide permanecer de pie, en un observatorio del Ártico, para alertar de la catástrofe a un equipo de astronautas que regresa luego de una larga misión, en la que encontró otro sitio habitable y que está listo para ser colonizado.

Aunque la propuesta es interesante, Clooney batalla para mantener coherentes los múltiples frentes que abre, para mostrar un panorama completo de la situación. El esfuerzo narrativo parece demasiado disperso, pues el propósito del científico se concentra, únicamente, en comunicarse con la nave que viene de regreso. El objetivo parece desenfocarse, pues este ermitaño hace muy poco, al punto de que por algunos lapsos se extravía su intención.

En Tierra, este hombre desesperado debe lidiar con la soledad abrumadora, que alivia con un encuentro imprevisto que lo auxiliará en el paso de las incontables horas vacías, que transcurren mientras espera, pacientemente, comunicación del espacio exterior. El recurso del visitante sorpresa ha sido explotado hasta el infinito en historias de náufragos y seres abandonados. Por lo menos aquí funciona.

Allá arriba, durante el retorno, se encuentra el equipo, que hace su propio esfuerzo por enterarse lo que ha ocurrido abajo, entre los suyos, pues nadie les da indicaciones sobre las condiciones de vuelta, y desconocen la situación postapocalíptica que prevalece en el sitio al que aspiran llegar y que ya no es el mismo.

El arte es extraño. Hay escenas en el espacio exterior y la nave parece un modelo a escala demasiado obvio, aunque, por eso mismo, parece un propósito estilístico de la producción. Lo mismo los sets del habitáculo, que parecen diseñados con una moda antigua, como si rivalizaran con 2001: Odisea en el Espacio.

Al final queda una historia con paisajes bellos, y tomas que hacen poesía visual, pero con una anécdota de nula tensión. La temática queda como una idea abstracta en la que un hombre de ciencia, vencido por las circunstancias, está dispuesto a sacrificarse para salvar a personas que, aún en la distancia, pueden ser la última esperanza de la especie.

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