El ojo se pierde el mar: Manuel Vilariño y Antonio Gamoneda
– Alejandro García Abreu –
La Jornada Semanal
Antonio Gamoneda y Manuel Vilariño
En este ensayo se celebra el vínculo entre dos creadores españoles: el fotógrafo Manuel Vilariño (La Coruña, 1952) y Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931), este último, uno de los más grandes poetas de nuestra lengua y ganador del Premio Cervantes 2006.
Ha de llover,
tiene que caer la lluvia suavemente
sobre los suicidas del amanecer.
Antonio Gamoneda
Un mundo de soledad y silencio
Me precipito al mar desde una colección de series fotográficas. “Las cosas son el espejo en el que contemplamos nuestra propia desintegración”, escribió el artista visual y poeta Manuel Vilariño citando a Bruce Chatwin, se constata en Manuel Vilariño. Fío e sombra (Xunta de Galicia/ Centro Galego de Arte Contemporánea, Santiago de Compostela, 2002).
A través de la cámara, Vilariño (A Coruña, 1952) –ganador en España del Premio Nacional de Fotografía 2007 y representante de su país en la 52ª Bienal de Venecia el mismo año– se consolidó como un artista extraordinario que ha creado series que reflejan desolación. Sus dos primeras exposiciones –en la Casa da Cultura de Vigo y en el Palacio Municipal de Exposiciones Kiosco Alfonso, en A Coruña– datan de 1984.
Absolutamente volcado hacia el mar, contemplo uno de sus trabajos más recientes, Mar de afuera, “un mundo de soledad y silencio, un espacio de inminencias que responde al sueño activo de la imaginación”, según el arquitecto Juan Miguel Hernández León, presidente del Círculo de Bellas Artes de Madrid, recinto que albergó la exhibición fotográfica de Vilariño.
“El mar es la naturaleza llevada al paroxismo”, coligió Simon Leys en La felicidad de los pececillos. Cartas desde las antípodas. La perspectiva del escritor belga es compatible con Mar de afuera, exposición de Vilariño comisariada por Alberto Ruiz de Samaniego –doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid–, que se distinguió por el trabajo realizado por el artista entre 2010 y 2012. Ruiz de Samaniego aseveró en el catálogo de la muestra: “Ese espacio de indecisión es el mar de afuera: un sueño de pálidos fulgores y blancuras, rumores de hielos y derrames. Un torbellino de vapores, ondas y mareas, de auras y nubes trémulas. Ese espacio, vibrátil, incierto, inseguro, tan sólo existe en tanto que tránsito y metamorfosis. Territorio de visualidad flotante donde el ojo se pierde en el mar, como se pierde el deseo en un imposible. Para dejarse ir en trayectorias líquidas y turbulencias. Para sumergirse en un sueño dulce detrás del cual está la muerte y está la nada.” Pienso que a Vilariño le atañe directamente el pasaje de Simon Leys perteneciente a La felicidad de los pececillos. Suspendo momentáneamente la lectura mientras las olas del mar asaltan la orilla.
La conversación marítima entre Vilariño y Gamoneda
En el poema “Conversación marítima con Manuel Vilariño”, prolegómeno de Mar de afuera (Círculo de Bellas Artes, Madrid, 2012) y futuro epitafio, Antonio Gamoneda (Oviedo, 1931) –ganador del Premio Cervantes 2006 cuya obra es una constante cavilación sobre el vacío, la muerte y el dolor– escribió:
He aquí el mar alzado en un abrir y cerrar de ojos de pastor, Juan Larrea. // El mar. // “Acaricia penínsulas. ¿Conoce el mar/ la sombra azul de la nieve? ¿Qué/ sabe el mar de la mortal partícula/ oculta en la niebla? Y/ del basalto torturado,/ ¿qué sabe el mar?// También de ti/ quiero saber. De tu perfil/ insomne, Manuel, pastor/ de soledad.// Dime si escuchas/ el gemido del mar. Dime las cifras/ de la ardentía y/ de la tempestad.// En la cámara oscura/ de tus ojos, ¿inviertes/ la inmensidad?// ¿Hierve la córnea en/ los peces profundos? ¿Es/ el mar abisal aviso/ de una imposible, vacía/ eternidad?// Ceso, Manuel. Veo alzarse/ a los pájaros del mar.// Alas de sombra derrotan/ hacia el país del jamás.”
“La perfección de las imágenes de Vilariño es la perfección no de la muerte, del morir. Del acabar no de la finitud, sino de lo finito”, escribió el filósofo napolitano Vincenzo Vitiello en el catálogo de Mar de afuera. En el mismo libro, la investigadora lisboeta Maria Filomena Molder se pregunta: “¿Cómo llegar a ese silencio que acaso se confunda y tal vez no se confunda con la muerte?” Vilariño intenta encontrar la esencia del sueño dulce y del silencio que oculta la muerte y la
nada en el mar –majestuoso y solemne–, y Gamoneda, en su exquisito homenaje, intuye –como el propio Vilariño– que el mar –al igual que la lluvia– es el verdadero espejo en el que contemplamos nuestra propia desintegración l