Universidad, poder y humanismo
Miguel Concha
Presentamos un libro más del doctor Francisco Piñón Gaytán. Hace un año comentamos en estas mismas páginas su texto Ética y modernidad en la era de la tecnociencia, donde reflexiona sobre estos tiempos de zozobra y tinieblas, de individualismo y nihilismo. Hoy el objetivo de su reflexión es una de nuestras instituciones más antiguas, de origen medieval: la Universidad.
La Universidad siempre ha sido expresión de su propio tiempo histórico. Ha acompañado, para bien y para mal, gestas históricas, revolución y decadencia. Ha estado detrás de las bayonetas de Napoleón y de la ideología de la ilustración; en pro de la libertad, al mismo tiempo que de elitismos, aristocratismos, e incluso racismos, durante los siglos XVIII y XIX.
En América, la conquista y la evangelización, con sus luces y sombras, serán acompañadas por las instituciones universitarias. Francisco Cervantes de Salazar y su contraparte, Alonso de la Vera Cruz, dan fiel testimonio de ello. Lo mismo Bartolomé de las Casas y Vasco de Quiroga versus Nuño de Guzmán. En ese sentido, la Universidad no sólo ha sido piel del propio tiempo, ha sido su tiempo.
En este tenor, Francisco Piñón se pregunta por la esencia de una institución que no puede estar aislada de su historia, cuestionándose por su quehacer y su insustituible función de hoy. De ahí su título, La Universidad, Ciencia, Poder y Humanismo (Ser y Quehacer), publicado en edición electrónica por la Universidad de San Luis Potosí, con una presentación del rector de dicha casa de estudios. El libro constituye una reflexión del doctor Piñón sobre una institución que ha acompañado la historia de la cultura occidental.
Con sus pros y sus contras, con sus tradiciones y sus claudicaciones. Pero, sobre todo, con esa fundamental presencia, como creadora y recreadora de cultura, que hoy una vez más debe ocupar el escenario de un mundo que pide a gritos un cambio ético y humanístico. Piñón se cuestiona por la esencia de ese ideal universitario que, ante el pesimismo del poder, debe conservar su independencia y su función crítica frente a una sociedad que parece haber perdido el rumbo, encerrándose en el gueto del individualismo y el hedonismo.
Conviene recordar, ante todo, que la Universidad como tal, en particular la pública, ha sido de las pocas instituciones que ha criticado y al mismo tiempo se ha autocriticado. Se ha visto a sí misma desde dentro, y no siempre ha visto su propio retrato con rostro benevolente.
Se ha puesto la pregunta por el sentido de la existencia y, sobre todo, si es posible un cambio de sociedad, una utopía social por cumplir. Más aún, si ahora puede ello concretarse en un nuevo y más humanitario horizonte.
Se ha puesto a discutir el problema de la convivencia humana, el nivel, naturaleza y valor de la así llamada civilización. Y de ésta el supuesto progreso, y si no esconde un buen sesgo de racismo y marginación.
Ha obligado y presionado a discutir esto a sus reyes y príncipes, criticando al poder, sea político o religioso. Ha puesto todos los temas en el foro de la conciencia y en el tapete de las discusiones. Es ciertamente su mérito. Pero al mismo tiempo ha practicado los silencios; se ha sometido al poder; se ha acomodado muchas veces a los tiempos, aunque éstos sean hedonistas, positivistas, liberales, o inclusive revolucionarios. También, como valiente y heroica, ha sido cómplice y canalla.
En resumen, el libro de Piñón nos ofrece las pautas necesarias para indagar en clave histórica acerca de los problemáticos vínculos que la Universidad guarda con el poder y la formación humana. Se trata por lo tanto de una invitación a todos los lectores, pero sobre todo a los estudiantes e integrantes de las comunidades universitarias –académicos y administrativos por igual– a reflexionar en tono critico acerca de la esencia de nuestro quehacer científico y humanista.
Así como de un llamado a la resistencia ante el poder desde la cultura, la ciencia y el humanismo. Tema de profunda actualidad ante la crisis sanitaria que hoy enfrentamos, ya que sin duda la Universidad vuelve a enfrentar tiempos obscuros que la han colocado ante el inminente desafío de replantear sus objetivos en un entorno que impide el encuentro pedagógico cara a cara.
Sin olvidar, desde luego, que vivimos en un país donde históricamente se ha propiciado la debacle de las instituciones de educación pública, como resultado directo de las desastrosas políticas neoliberales puestas en marcha desde la última década del siglo XX. Lo que ha llevado a la negación sistemática de uno de los derechos humanos indispensables: la educación, particularmente la media y superior.
El libro de Francisco Piñón constituye sin más el umbral hacia una reflexión crítica que tiene por objetivo algo más que la erudición libresca o la descripción de una historia ya olvidada. Pretende poner el dedo en la llaga, no para sumirnos en el pesimismo, sino para invitarnos a actuar, como universitarios y ciudadanos, conscientes de nuestra historia.