Economía: año dos del virus
León Bendesky
Estamos en un momento álgido de la pandemia. En todas partes en España se habla de una tercera ola, en Estados Unidos el número de fallecimientos se acerca a 400 mil y en el mundo son 2 millones.
La posibilidad de desbordamiento de la pandemia se ilustra con el caso del Reino Unido Simon Stevens, jefe del Servicio Nacional de Salud, declaró a la BBC que el sistema nunca ha estado en una situación tan precaria. Añadió que cada 30 segundos se admite a un nuevo paciente de coronavirus. Hay suficientes casos como para llenar un hospital cada mañana y una cuarta parte de los ingresados es menor de 55 años. El 16 de enero había 3.5 millones de dosis de vacunas y, claro, sólo un proceso de vacunación que sea más rápido que el de contagio podría, en el mejor de los casos, abatir la situación de crisis y en un periodo largo.
La reseña de este asunto puede extenderse. La evolución de la pandemia en México es alarmante en todos los sentidos: saturación hospitalaria, afectación del personal de salud, creciente número de contagios y decesos. A esto hay que agregar la escasa organización para proteger a la gente y el abasto oportuno de vacunas suficientes y su efectiva aplicación. La complicación en este escenario es enorme y el panorama es desalentador.
Añadido a la cuestión de salud pública está, por supuesto, el severo impacto económico del Covid-19. Hay datos y muchas opiniones, las que no parecen tener mucho sustento a la hora de prefigurar una situación de mediano plazo; 2021 será un año muy complicado en todos los frentes.
Según un muy reciente estudio de la OCDE (https://www.oecd-ilibrary.org/ docserver/6b9c7518-en.pdf?) que, en general, apunta en la dirección de la mayoría de los planteamientos de los organismos internacionales y de los grandes bancos comerciales, se señala que en abril pasado el nivel de la actividad económica en el mundo había caído 20 por ciento, principalmente debido al confinamiento.
Desde entonces, señala que el repunte en los contagios ha provocado nuevas restricciones a las actividades económicas, pero que se espera que no sea tan intenso como el anterior. Esto, según el estudio, se sustentaría en tres cuestiones: un menor temor de la gente, una política pública mejor calibrada y la adaptación de los negocios.
Tomo esos tres puntos como referencia para la siguiente reflexión. Hay que reconocer que la gente se ha ido adaptando a las condiciones de la pandemia y actúa en consecuencia, pero también hay que admitir que tiene como contrapartida la mayor diseminación del virus con todas sus consecuencias privadas y colectivas. Para muchos no hay opción para no estar en la calle.
En cuanto a la aplicación de las políticas públicas se observa, primero, que han vuelto con distintas modalidades los confinamientos y el cierre de negocios, con repercusiones adversas en materia económica.
Las medidas de política pública han consistido primordialmente en el uso muy extendido de diversas formas de gasto para apoyar a los trabajadores que pierden el empleo y a un conjunto de empresas principalmente medianas y pequeñas. La recaudación de impuestos ha caído y, así, los déficits fiscales se han abultado en grande. En este proceso hay que distinguir claramente entre los gobiernos que cuentan con una moneda soberana en la que contratan su deuda (Estados Unidos, por ejemplo) y los que no la tienen (como es el caso de la mayoría). Así que está aún pendiente la cuenta del mayor endeudamiento público o, en su caso, de la austeridad impuesta ante la crisis económico-sanitaria como ocurre en México y que es ya muy onerosa y lo será aún más.
Parte mayor de esta situación es el gran nivel de desempleo, subempleo e informalidad, así como la caída de la productividad y, no por señalarlo al último es menos relevante, la brutal pérdida de patrimonio familiar que en muchos casos será irrecuperable y, en otros, tendrá efectos negativos durante mucho tiempo. Todo esto genera un entorno de profunda fragilidad social que se agrava.
Por lo que hace a la adaptación de los negocios, la inmensa mayoría no tiene mucho espacio para hacerlo. Esta puede ser la situación del amplio espectro de las actividades turísticas, de parte relevante del sector servicios y varios tipos de actividades industriales. Los que mejor se adaptan hasta ahora son los que usan extendidamente las tecnologías electrónicas y modifican el servicio que ofrecen. La desigual capacidad de innovación va a segmentar aún más el universo de las actividades económicas, de las empresas y de las personas involucradas; el costo será enorme y no sólo en pesos y centavos.
Hay que decirlo abiertamente, no hay cabida hoy para las fantasías acerca de una recuperación económica y, sobre todo, de un saneamiento social que haga la vida colectiva más decente. Aquí nos vanagloriamos del crecimiento de las remesas, cuando es un indicador de la cantidad de mexicanos que durante años han sido expulsados por falta de oportunidades. También lo hacemos con el superávit comercial que indica, por un lado, la dependencia de la industria automotriz y, sobre todo, la caída en las importaciones, necesarias para el aumento de la producción interna. En México hay que repensar con claridad y rapidez las decisiones de política pública que exige una situación que se desborda.