La pandemia exacerba la pobreza oculta en Japón

La pandemia exacerba la pobreza oculta en Japón

AFP .

Voluntarios preparan comida para personas con necesidad en el distrito Ikebukuro de Tokio, el pasado 9 de enero de 2021.

Tokio.

Yuichiro recoge con los ojos llorosos un paquete de comida durante un acto de distribución de alimentos en Tokio para ayudar a las personas con dificultades para llegar a fin de mes en la tercera economía mundial debido a la pandemia.

«No hay trabajo. ¡Nada de nada!», dice a la AFP este obrero de la construcción de 46 años, que prefiere no dar su apellido.

«En Japón, los medios de comunicación no suelen hablar de ello, pero muchas personas duermen en estaciones de tren y entre cajas de cartón. Algunas se mueren de hambre», asegura.

En comparación con muchos otros países, Japón se ha librado relativamente de la pandemia, con unos cuatro mil 500 muertos desde enero de 2020, y no ha impuesto un confinamiento estricto. Pero afecta a los más vulnerables, afirman las asociaciones.

«La pandemia, el aumento del desempleo y la caída de los salarios han afectado directamente a los trabajadores pobres, a gente que apenas se mantenía a flote hasta entonces», explica Ren Ohnishi, presidente de Moyai, una oenegé local que lucha contra la pobreza.

Visto desde el extranjero, Japón parece mejor equipado para amortiguar el impacto económico de la pandemia, con una tasa de desempleo de alrededor del 3 por ciento y un sistema de seguridad social que funciona.

Pero estas estadísticas ocultan la magnitud del subempleo y del trabajo a tiempo parcial: el 40 por ciento de los trabajadores tienen empleos precarios.

«La clase media se hunde»
Puede ser complicado acceder a las ayudas sociales: Yuichiro dice que cada entidad gubernamental lo remitía a otras, en vano. Al final le explicaron que daban prioridad a las familias con niños.

«Pero hay muchos adultos que no tienen qué comer», lamenta.

Más de 10 millones de personas viven en Japón con el equivalente a menos de 16 mil euros (19 mil 300 dólares, unos 385 mil pesos) al año, y una de cada seis vive en «la pobreza relativa», con unos ingresos inferiores a la mitad del salario medio, según cifras oficiales.

Medio millón de personas han perdido el empleo en los últimos seis meses, según Kenji Seino, dirigente de una oenegé local. «Ya no afecta solo a los hombres mayores, sino también a las mujeres y los jóvenes», señala.

«La clase media se derrumba» y «los que ya estaban en la cuerda floja la vieron romperse bajo sus pies», agrega Seino en otro evento solidario en el distrito de Ikebukuro de Tokio, donde unas 250 personas vinieron a buscar comida, ropa, sacos de dormir o medicamentos.

Una situación que a veces conduce a actos desesperados: un aumento de 1 por ciento en el índice de desempleo se traduce en tres mil suicidios adicionales por año, según Taro Saito, del instituto de investigación NLI.

El suicidio afecta a una proporción creciente de mujeres, cada vez más afectadas por los empleos precarios.

Y se está viendo a más mujeres con sus hijos en los actos de distribución de alimentos, según Seino.

Vergüenza
Con el estado de emergencia actualmente en vigor en 11 de los 47 departamentos de Japón, el gobierno intenta mantener un equilibrio entre el riesgo de infección y medidas demasiado estrictas.

Las asociaciones son conscientes de que muchos países tienen niveles de pobreza mucho más elevados que Japón, pero destacan la dificultad de encontrar ayuda para quienes la necesitan y el estigma que sufren.

«El sistema decreta que se dé prioridad a las familias. Por lo tanto, las familias reciben cartas que les dicen que su hijo ha pedido ayuda», afirma Ren Ohnishi.

Pero «mucha gente no quiere que su familia sepa que reciben asistencia social», porque les parece vergonzoso.

«Es un sistema muy japonés. Todo el mundo tiene derecho a él, pero la sociedad no lo tolera necesariamente», explica.

En el reparto de Ikebukuro, un obrero de la construcción cuenta que su salario equivalente a 966 (unos 19 mil 300 pesos) dólares hace un año se ha desplomado hasta poco más de 181 dólares (unos tres mil 600 pesos).

«Tengo lo justo para pagar el alquiler una vez. No quiero acabar en la calle. Hace mucho frío», dice. «No sé qué voy a hacer».

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