Julio Boltvinik
La cadena de decisiones que fue tomando la Cepal para construir sus largas series de la pobreza en América Latina (AL), publicadas desde 2000 hasta 2019 con datos de muchos países, supusieron, en el caso de México, y probablemente también en toda AL, la minimización de los niveles de pobreza y la construcción de una narrativa histórica de disminución de la pobreza entre 1992 y el presente, que puede no reflejar la realidad.
En nuestro libro Medición de la pobreza de México: análisis crítico comparativo de los diferentes métodos aplicados (Cepal, México, 2020), Araceli Damián y yo, como lo narré en la entrega de enero 29, simulamos cuáles hubiesen sido los resultados de la evolución de la pobreza si, en cada paso del procedimiento, se hubiesen tomado distintas y a nuestro juicio mejores decisiones. Dicha entrega incluyó una gráfica que compara la evolución 2000-2012 de la pobreza de ingresos, como la publicó la Cepal (baja de 9 puntos porcentuales, pp, entre 2000 y 2006 y aumento de 5 pp entre 2006 y 2012; termina en 2012 4 pp por debajo de 2000, 37 por ciento vs. 41 por ciento), y la evolución que hubiese tenido si tres de esas decisiones hubiesen sido distintas: sin cambio entre 2000 y 2006 (65 por ciento) y aumento rápido de 14 pp entre 2006 y 2012 (terminando en 79 por ciento). No es sólo la tendencia la que cambia de baja a alza, sino que el nivel final es más del doble en la serie alternativa que en la de Cepal (79 por ciento vs. 37 por ciento). Según Panorama Social para América Latina de la Cepal 2019, entre 2002 y 2014 la pobreza en AL bajó de 45.4 por ciento a 27.8 por ciento y tuvo un leve repunte a 2018 (30.8 por ciento).
La baja de 2000 a 2014 es de casi 40 por ciento. Después de dicho análisis minucioso de los cálculos de pobreza de México, surge la legítima duda de si los datos para AL tendrán también ambos sesgos. En la gráfica de hoy se simula el efecto individual, sin combinarlas, de tres decisiones de la Cepal que fueron adoptadas no sólo para México, sino para toda AL: 1) Congelar E, el coeficiente de Engel (proporción del gasto en alimentos) en 0.5 en el medio urbano y 2) en 0.57 en el rural, lo que congela las líneas de pobreza (LP) y supone una LP más baja en el medio rural, incluso si el costo de la canasta alimentaria (CNA) fuese igual en ambos medios (en los hechos la Cepal definió CNA más baratas en el medio rural). Cepal calcula la LP dividiendo el costo de la CNA entre E. 3) No incluir en la CNA el consumo de alimentos fuera del hogar (CAFH), subestimando su costo.
En la gráfica se observa que las incidencias de la pobreza ( por ciento) son más bajas en todos los años con las LP utilizadas por la Cepal (37 por ciento en 2012), aumentan 5 pp (a 42.3 por ciento) usando el mismo valor de E en ambos medios, casi 12 pp (a 48.7 por ciento) incluyendo CAFH en la CNA, y casi 22 pp (a 58.9 por ciento) usando el valor de E observado cada año en vez de los valores congelados. En el libro no calculamos el impacto combinado de estas tres decisiones: dos de ellas son claramente sumables: la inclusión de CAFH y el cálculo observado cada año de E. El primero aumenta el costo de la CNA, mientras la baja de E aumenta la LP. En México, el costo de la CNA urbana en 2012 (que la Cepal identifica como línea de indigencia, LI) sin CAFH fue de $1,361 y de $1,725 con CAFH (una diferencia de 26.7 por ciento); el valor observado de E en 2012 fue de 0.36 (en vez del 0.5 congelado), por lo cual la LP (con los dos cambios) fue LP’= $4,791= $1,725/0.36, en vez de LP= $2,722= $1,361/0.5. LP’ es 1.76 veces LP, por lo que se esperaría un aumento tan grande de la pobreza que podría anular la baja calculada por la Cepal en AL de 2002 a 2014. Si estas dos cifras fuesen similares para el conjunto de AL, la baja descrita sería falsa. La historia social de la región sería distinta al panorama optimista narrado por el organismo. En el libro recomendamos a la Cepal:
Adoptar un método de medición multidimensional combinado que incluya ingresos, tiempo libre y necesidades básicas insatisfechas (NBI) y remplazar, en el componente de ingresos, el método de la CNA por el de una canasta normativa completa, como la construida en Coplamar. La CNA, señalamos, se basa centralmente en un parámetro empírico, E, que no puede hacer el milagro de identificar y valorar el costo de las necesidades no alimentarias. El sueño de los economistas de eludir los juicios de valor normativos observando la conducta del mercado es inalcanzable e indeseable”.
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