Erich Fromm:
Padre del psicoanálisis humanista.
Autor imprescindible para entender el psicoanálisis.
Normalmente se ha asociado el psicoanálisis con una visión pesimista del ser humano, según la cual nuestro comportamiento y pensamientos están dirigidos por unas fuerzas inconscientes que no podemos controlar y que nos anclan a nuestro pasado. Esta idea tiene que ver con la concepción psicoanalítica de Sigmund Freud, pero esta no es la única. Una vez que el psicoanálisis se había asentado en Europa, fueron apareciendo otras propuestas de esta corriente psicológica, algunas de las cuales enfatizaban nuestra capacidad para llegar a ser libres y decidir nuestra trayectoria vital. El psicoanálisis humanista de Erich Fromm es un ejemplo de ello.
Erich Fromm nació en Frankfurt en el año 1900.
Pertenecía a una familia relacionada con el judaísmo ortodoxo, lo cual hizo que durante su juventud se inclinó a empezar estudios talmúdicos, aunque más tarde prefirió formarse tanto en el psicoanálisis de Sigmund Freud como en el legado teórico de Karl Marx, lo cual le hizo acercarse a las ideas del socialismo y doctorarse en sociología.
Durante los años 30, cuando los nazis se hicieron con el control de Alemania, Erich Fromm se trasladó a Nueva York, donde abrió una consulta clínica basada en el psicoanálisis y empezó a dar clases en la Universidad de Columbia. A partir de ese momento fue popularizando un psicoanálisis con fuertes influencias de la filosofía humanista, que ponía énfasis en la capacidad del ser humano para llegar a ir volviéndose más libre y autónomo mediante el desarrollo personal.
El psicoanálisis humanista
Cuando nació la psicología en la segunda mitad del siglo XIX, los primeros esfuerzos de esta primera generación de investigadores estuvieron orientados a entender el funcionamiento básico de los procesos mentales.
Esto implicaba preguntarse por temas como el origen de la enfermedad mental, el funcionamiento de los umbrales de consciencia, o los procesos de aprendizaje.
Hasta la consolidación del psicoanálisis en Europa, los psicólogos dejaron de lado los problemas relacionados con el modo en el que nos planteamos nuestra trayectoria vital, nuestro pasado y nuestro posible futuro nos afecta emocionalmente y en nuestra toma de decisiones.
La importancia del inconsciente
El psicoanálisis, de algún modo, había introducido un enfoque más metapsicológico o cercano a la filosofía, en la práctica psicoterapéutica. Sin embargo, la corriente inicial de pensamiento desde la que arrancó esta, subrayaba mucho el poder de lo inconsciente sobre el individuo, por un lado, y estaba muy enfocado a dar explicaciones acerca de los traumas y los trastornos mentales. Pero Erich Fromm partió del enfoque del psicoanálisis para hacerlo virar hacia una visión mucho más humanista del ser humano. Para Fromm, la psique humana no podía explicarse simplemente proponiendo ideas acerca de cómo lo hacemos para conjugar nuestros deseos inconscientes con la presión del entorno y la cultura, sino que para entenderla, hay que saber, también, cómo lo hacemos para encontrar el sentido de la vida, tal y como proponían los existencialistas.
La vida no está hecha para sufrirla
Erich Fromm se distanciaba de la perspectiva centrada en la enfermedad, como la de otros psicoanalistas, porque pensaba que se puede vivir la vida al margen de las molestias y el sufrimiento. El optimismo de su visión humanista de las cosas no se expresaba a través de la negación del dolor, sino a través de una idea muy potente: que podemos hacerlo soportable dándole significado. Esta idea, por cierto, la compartía con otros psicólogos humanistas de la época como por ejemplo Viktor Frankl. La vida, decía Fromm, está irremediablemente ligada a los momentos de frustración, dolor y malestar, pero nosotros podemos decidir cómo hacer que eso nos afecte. El proyecto más importante de cada persona consistiría, según este psicoanalista, en hacer que estos momentos de incomodidad encajen en la construcción de nosotros mismos, es decir, el desarrollo personal.
Erich Fromm y la capacidad de amar
Erich Fromm creía que la principal fuente de malestar humano proviene del roce entre el individuo y los demás.
Esta tensión constante parte de una contradicción aparente:
Por un lado, en queremos ser libres en un mundo en el que convivimos con muchos otros agentes.
Y por el otro queremos trazar lazos afectivos con los demás, estar vinculados a ellos.
Puede decirse que una parte de nuestro yo está hecha para estar en unión con los demás.
Pero nuestra propia naturaleza de seres con un cuerpo distinto al de los demás, nos vemos separados del resto y, hasta cierto punto, aislados.
Erich Fromm creía que este conflicto puede ser abordado desarrollando nuestra capacidad de amar.
Amar del mismo modo a los demás y todas aquellas cosas que nos convierten en una persona única, con todas sus imperfecciones.
Esta ambiciosa empresa es en realidad, un único proyecto:
Consistente en desarrollar amor hacia la vida en sí misma,
Lo dejó plasmado en su famosa obra «El arte de amar», publicada en el año 1956.
Psicoanálisis para explorar el potencial humano
En definitiva, Fromm dedicó su obra a examinar el abanico de posibilidades que la concepción humanista de la vida podía aportar no solo a las técnicas para reducir el sufrimiento en situaciones específicas generadoras de malestar, sino también a las estrategias para modificar estos episodios de sufrimiento en un proyecto vital lleno de sentido.
Sus propuestas psicoanalíticas se alejan así del primer psicoanálisis orientado a hacer que las personas sufran lo menos posible, y prefieren enfocarse hacia el desarrollo del máximo potencial de las personas en un proceso que, en sí mismo, podríamos llamar «felicidad».
Es por eso que, aún hoy en día, la lectura de las obras de Erich Fromm goza de mucha popularidad por considerarse inspiradoras y con un trasfondo filosófico rico.
El concepto de salud mental en la obra de Erich Fromm
Fromm fue uno de los precursores de una visión que hoy día se denominaría holística e integradora del Hombre y de su salud.
Fromm buscó en particular una síntesis de la sociología y el psicoanálisis.
Aplicado esto a la salud mental significó, entre otras cosas, que Fromm nunca perdió de vista la sociedad detrás de cada individuo y su psicoanálisis del paciente individual siempre fue al mismo tiempo análisis de la sociedad en la cual este vive.
Erich Fromm formula en su libro póstumo «La patología de la normalidad», interrogantes básicas que serán el tema de este trabajo.
¿Cuáles son estás preguntas?
Primero: ¿Es la salud mental un fenómeno relativo y que depende de la definición que da la sociedad correspondiente?
Segundo: ¿Es el criterio de normalidad, es decir del estado mental colectivo o general el canon por el cual se define la salud mental?
Tercero: ¿Son ciertas manifestaciones mentales necesariamente signos de enfermedad?
Cuarto: ¿Es la adaptación a las circunstancias reinantes en una sociedad un signo obligatorio de salud mental?
Quinto: Si la salud mental fuera un fenómeno que sólo puede ser definido en el marco de una sociedad y época específica a analizar, esto llevaría al conocido relativismo sociológico.
Si por el contrario el Hombre estuviera determinado biológicamente y su desarrollo sólo fuera mostrando lo que ya está programado de antemano en él nos encontraríamos con un determinismo biologista absoluto.
¿Qué posición asume Fromm entre estos dos extremos?
Sexto: ¿Es posible llegar a una definición general y válida para diferentes sociedades y épocas?
Esto último significaría que sería posible hablar de una psicología objetiva o como lo diría Erich Fromm, una Ciencia del Hombre.
La base humanista del concepto de salud mental en Fromm
Su concepto presupone un fundamento básico que se contrapone a la idea relativista-sociológica.
Fromm desarrolla al contrario la idea del Hombre universal.
Él estaba profundamente convencido que el Hombre es básicamente idéntico en todos lados y épocas en cuanto a sus necesidades básicas. Ésta es una convicción que Fromm cree poder deducir de su experiencia clínica.
A partir del supuesto anterior Fromm llega a otro más, según el cual:
«Existen en la realidad juicios de valor objetivamente válidos y que no se supeditan a cuestiones de gusto o creencia».
La base de ambos postulados está dada por la perspectiva desde la cual Fromm ve al Hombre y ésta no es otra que la situación en la cual el Hombre llega al mundo por un lado y por otro lado las necesidades básicas que se derivan de su condición físico-mental y social.
Por lo tanto, Fromm entiende al Hombre desde una perspectiva materialista y define la salud mental desde una visión primariamente ética, es decir, se pregunta que es lo que hace bien al Hombre y que lo daña.
Erich Fromm fue un pensador que no dejó de lado el aspecto biológico de la vida humana, como se le ha criticado a veces.
Su crítica a la teoría de la libido, por ejemplo, como modelo para la explicación de la motivación y del comportamiento, se basa -al contrario de la teoría freudiana-, en su concepto más amplio y menos mecanicista, que le otorga un espacio relativamente importante a la teoría de la libido, pero que no se queda en ella y la excede.
El homo eroticus de Freud, es parte del hombre universal, de la naturaleza humana, pero no alcanza a explicarlo en toda su dimensión.
Fromm se remonta a dos cuestiones biológicas primarias de mucha importancia respecto del transcurso del desarrollo tanto filogenético como ontogenético.
La primera de estas cuestiones es el debilitamiento del instinto, cuya posición está en relación inversa al desarrollo de la complejidad del sistema nervioso central.
Cuanto más alto se posiciona un animal en la escala taxonómica, tanto más débil es su instinto afirma Fromm.
Este hecho tiene por lo menos dos caras: una, que los automatismos instintivos en los seres vivos superiores no se dan según un modelo rígido de estímulo-reacción, sino que aquí existe una cierta flexibilidad.
Esto podría ser en el peor de los casos peligroso, pero, y esta es la otra cara, esta situación posibilita al mismo tiempo un proceso de importancia decisiva:
El aprendizaje, el cual se caracteriza por un amplio espectro de posibilidades, que pueden surgir durante el desarrollo del mismo.
El debilitamiento del instinto por sí solo sería fatal, si no se hubiese desarrollado al mismo tiempo otra dimensión en la filogénesis, lo cual es para Fromm la segunda cuestión biológica básica:
El desarrollo del cerebro. Éste alcanza su desarrollo máximo en los seres humanos, por lo cual el hombre es capaz de compensar los mecanismos instintivos menos desarrollados y desplegar a partir de ahí según Fromm dos fenómenos específicamente humanos:
Cultura e historia.
El otro aspecto es la ontogénesis.
Fromm afirma que no hay en todo el reino animal ninguna forma de vida tan desamparada e incapaz de sobrevivir -visto desde un punto de vista fisiológico- como el bebé humano.
La inmadurez en todos los aspectos que un recién nacido manifiesta, es extrema.
Un recién nacido librado a su suerte podría sobrevivir apenas un par de días.
Esta falta de madurez no dura un corto lapso de tiempo, como en los animales, sino años.
El humano recién nacido es extremadamente sensible a las temperaturas, no puede si quiera coordinar sus movimientos, ni reconocer un peligro determinado.
El niño humano es más dependiente en comparación que cualquiera de sus escasos coetános -salvando todas las distancias dentro del reino animal-, ya que le falta el armamento instintivo indispensable y la madurez neuroana-tómica.
A pesar del gran tamaño del cerebro de un recién nacido, éste no le sirve de mucho a causa de su inmadurez.
Es necesario crear determinadas condiciones para el desarrollo del cerebro.
El niño es al nacer el ser más débil de todos.
Esta debilidad representa a la vez su fortaleza.
Ningún otro ser viviente posee una capacidad semejante de aprendizaje, ningún otro puede desplegar tantas posibilidades y alternativas en el transcurso de su desarrollo, ningún otro puede alcanzar tan alto grado de libertad.
Que todos estos potenciales puedan ser desarrollados o no, esto depende de una serie de condiciones del entorno que lo rodea.
De manera crítica habría aquí que mencionar la abundante bibliografía existente en las últimas décadas de la investigación del lactante y de la primera infancia que muestran de manera contundente las habilidades comunicativas y emocionales (en especial la teoría del vínculo de John Bowlby y las investigaciones de Daniel Stern), que permiten al infante crear lazos afectivos fuertes que lo protegen del desamparo y del abandono.
Sin embargo, estos estudios no ponen en cuestión la observación básica de Fromm de la inmadurez psico-motora y la dependencia frente al entorno físico-emocional del niño.
La situación humana específica
El hombre se encuentra en una situación particular, que lo define específicamente.
Fromm la llama la «Situación Humana» y con eso quiere decir lo siguiente:
Como el Hombre puede pensar gracias a la capacidad de su cerebro, ocurre con él algo que va a determinar gran parte su vida:
Trascender la naturaleza. Él es parte de la naturaleza, pero a la vez puede reflexionar sobre ella y es consciente de sí mismo y de su situación de separación de la naturaleza. El viene de la naturaleza y no obstante, no forma con ella una unidad.
El nacimiento corporal representa así el paradigma de su separación de ella. Fromm entendió precisamente de esta manera el mito bíblico del paraíso. Dice: «El hombre, que vive en el jardín del edén en absoluta armonía con la naturaleza, pero sin consciencia de sí mismo, inicia su historia con el primer acto de libertad, con la desobediencia de un mandamiento. Al mismo tiempo se transforma en él mismo, consciente de su particularidad y de su desamparo, es expulsado del paraíso y dos ángeles con espadas de fuego le impiden su regreso».
El Hombre es parte de la naturaleza, no obstante, está separado de ella, porque la trasciende.
Podría intentar recrear la armonía perdida, que tanto anhela. Pero esto resulta imposible. Puede, sin embargo, intentar crear una nueva armonía.
De esto resultan según Fromm dos tendencias básicas:
El hombre tiende como ser bio-psi-cológico al crecimiento, Pero a causa de su origen tiende a regresar al seno materno.
«Progresión y regresión» representan los polos a los que el hombre se inclinará, según el tejido personal y social.
Esta contradicción no puede quedar sin resolver. El Hombre intenta resolverla. Las soluciones estarán condicionadas nuevamente por el contexto socio-histórico y natural. Estas son limitadas, ya que el hombre no es ilimitadamente moldeable y sus necesidades tienen que ser resueltas de alguna manera.
El hombre tiene que, al igual que los animales, sobrevivir físicamente y luchar por eso. Sin embargo, según Erich Fromm, existe para el hombre un peligro específico. Fromm escribe: «Él (el Hombre) no solamente tiene que luchar contra el peligro por sobrevivir, también lucha por no morir de hambre y ser herido, y lo específicamente humano, contra: El peligro de volverse loco. No sólo tiene que protegerse del peligro de perder la vida, sino también del peligro de perder la razón».
Fromm es de la opinión, que el hombre está obligado a crear una nueva armonía con la naturaleza, ya que no podría soportar su separación ni un segundo, o bien podría enloquecer a causa de lo insoportable de este estado.
La consciencia de estar separado es una de aquellas contradicciones a las que Fromm denomina existenciales.
A ella se le suma otra, la muerte. Fromm escribe: «El hombre es consciente de la muerte, y esta consciencia influye decisivamente en su vida […] Le es algo sumamente extraño, que no puede asociar con ninguna experiencia de la vida». También esta contradicción existencial tiene consecuencias significativas.
Otros dos hechos se encargan de que el hombre se diferencie de los animales y que a través de eso se vuelva específicamente humano: «La razón y la capacidad de abstracción».
Todos estos factores, que determinan definitivamente la conditio humana, llevan a que el Hombre tenga ciertas necesidades, que, si bien no pueden percibidas directamente, pueden ser explicadas a partir de sus actos. Esta es la consecuencia más importante que saca Fromm de su análisis y que fundamenta finalmente su concepto de salud mental:
Producto de su situación específicamente humana con la cual el Hombre llega al mundo, esta determina en él ciertas necesidades que son insoslayables, pues deben ser satisfechas.
De qué manera estas necesidades son satisfechas es algo que dependerá sobre todo del contexto histórico-social y natural. La forma en que estas necesidades sean adecuadamente satisfechas o no determinarán finalmente el grado de salud mental que el Hombre pueda desarrollar.
Lo interesante de este concepto es que puede entenderse como un concepto evolutivo abierto, puesto que no sabemos si el Hombre en su evolución desarrollará nuevo tipo de necesidades básicas y si las formuladas por Fromm siempre han estado presentes.
Fromm tampoco dice en sus escritos que las necesidades básicas por él mencionadas sean las únicas y eternas.
Las necesidades básicas resultantes de la condición humana
Fromm define estas como las siguientes:
La necesidad de vínculo, de un marco de orientación, de poder entregarse a algo, de arraigo, de identidad y de trascendencia.
La necesidad de vínculo
Como ya hemos visto, el hombre ha perdido para siempre la unidad original.
Ahora es libre, pero se encuentra solo y ese estado lo angustia.
Una completa y eterna separación no solamente lo torturaría, sino que lo llevaría también a la locura.
Necesita crear nuevos lazos, nuevos vínculos con el mundo.
La manera, en la que busca relacionarse depende de muchos factores históricos, culturales, familiares, socio-económicos y políticos.
Si el modo específico de relacionarse que él desarrolla le permite crecer o coarta su libertad es en principio secundario.
No es que la libertad no tenga importancia, pero libertad y vínculo pueden contraponerse dentro de un marco social determinado, lo que es demostrado por la historia y nuestro presente.
La necesidad de un marco de orientación y de un objeto de entrega
Fromm ve al Hombre en su situación primaria como ser desorientado.
Lo que otorga a los animales un marco de orientación son sus automatismos de origen biológico, algo que el hombre no posee de manera tan desarrollada.
El Hombre tiene que decidir continuamente para poder alimentarse, protegerse, procrearse etc., pero la brújula instintiva no le fue concedida al nacer y tiene que intentar orientarse de otra manera.
El hombre dispone de «razón y capacidad de abstracción e imaginación».
Estas capacidades «lo llevan a orientarse en el mundo, no sólo de manera física, sino también espiritual y sensorial«.
«La razón» es el instrumento que le sirve para comprender la realidad objetivamente y llegar así a la verdad.
En relación a las necesidades de orientación y de entrega Fromm distingue dos planos.
El primero y más importante es: «El existencial» el segundo define «La calidad de vida».
El existencial tiene que ver con la necesidad de algún tipo de marco de referencia. Si este es correcto o no, no es de importancia primaria. Y justamente, porque la necesidad es tan grande, la sociedad puede darle al hombre un marco de referencia inadecuado a sus necesidades básicas. Éste será, sin embargo, siempre mejor a que no pueda darle ninguno.
Este primer plano «lo existencial» determina, según Fromm, la salud o la enfermedad mental.
El segundo plano la «calidad de vida» define la felicidad o la desgracia, es decir la calidad de vida.
Aquí se trata de la cuestión del contacto con la realidad a través de la razón. Cuanto más desarrollada sea la razón, tanto más objetivo será el contacto con la realidad y tanto menos, tenderá el hombre a enajenarse. La orientación se volverá por tanto más amplia.
Fromm es de la opinión, que no basta únicamente el marco de referencia para ser capaz de actuar. Él escribe: «El hombre necesita también una meta, que le indique hacia donde tiene que ir».
Aquí se trata de la entrega, de su fervor o pasión por algo. El entregarse de lleno a algo hace al hombre capaz de actuar, porque integra y canaliza la energía humana en una dirección determinada. A partir de ahí el hombre supera su existencia aislada, con todas sus dudas e inseguridades y le otorga sentido a su vida. «Cuando se entrega fuera de su yo aislado, se trasciende a sí mismo y abandona el encierro de su relación absoluta con sí mismo».
La necesidad de arraigo
Si continuamos con la metáfora del paraíso, llegaríamos a una nueva afirmación: Cuando el hombre es expulsado del paraíso, pierde su patria, sus raíces naturales. No puede volver, sólo le queda buscar y encontrar una nueva tierra, echar nuevas raíces.
Exactamente así es la situación fisio-anatómica del ser humano.
El niño abandona el seno materno contra su voluntad, pierde su tierra madre, es separado de su madre y pierde sus raíces. «Únicamente puede prescindir de sus raíces naturales, al encontrar nuevas raíces, y sólo después de haber encontrado ese nuevo arraigamiento, puede volver a sentirse en el mundo como en casa».
Así explica Fromm dos fenómenos a la vez. El primero es el fuerte vínculo del niño con su madre y el segundo es el complejo de Edipo, el cual Fromm somete a una relativización considerable. Sin renegar de los elementos sexuales en el complejo de Edipo, Fromm cree que la tendencia incestuosa del niño hacia a su madre es la expresión de una necesidad profunda: De la necesidad de seguridad y arraigo primordialmente, que alguna vez le fueran otorgadas al niño a través de su madre y no una necesidad sexual primaria hacia la madre.
Tan importante como el vínculo hacia la madre es la creación de nuevos vínculos.
La fijación del vínculo con la madre bloquea el desarrollo del individuo.
No lo deja crecer. La psicopato-logía nos muestra cantidades de ejemplos acerca de las consecuencias de tal fijación.
El hombre tiene una sola posibilidad, si quiere ser sano, poder desarrollarse y sentirse como en casa postula Fromm: Encontrar una nueva tierra, crearla y echar nuevas raíces. Esto se logra relacionándose con otros.
La necesidad de identidad
Esta necesidad tiene su origen en las bases de la propia naturaleza humana:
El Hombre experimenta un proceso de individualización, es decir, se torna consciente de sí mismo y de su separatidad, porque ya no conforma una unidad con la naturaleza y posee razón y también capacidad de abstracción.
Puede decir «yo» y puede también diferenciarse de otros hombres.
El animal, al no trascender la naturaleza, no tiene necesidad de identidad.
Según Fromm: «El animal es vivenciado, el Hombre, por el contrario, se vivencia a sí mismo». Justamente por ese motivo necesita «sentirse el sujeto de sus propios actos».
El término identidad describe un proceso complejo.
En las distintas sociedades que conocemos hasta hoy, el Hombre ha encontrado o descubierto diferentes caminos para satisfacer su necesidad de identidad.
El proceso de identidad está condicionado históricamente.
Para ilustrar esto, Fromm da un ejemplo: «En el mundo medieval cada individuo era identificado a través de su rol social dentro de la jerarquía feudal. El campesino no era un hombre, que casualmente se hubiese vuelto campesino; el señor feudal no era un hombre que por casualidad hubiese llegado a señor feudal. Eran campesinos o señores feudales, y ese sentimiento de estado constante era parte esencial de su sentimiento de identidad. Luego, con el derrumbe del sistema feudal, ocurre una conmoción en el sentimiento de identidad y se suscita la profunda cuestión:
¿Quién soy?».
El segundo plano del sentimiento de identidad abarca otra dimensión, la de la relación.
Tan pronto como el niño pueda decir «yo», se volverá consciente de su separatidad.
Este estado no está libre de angustia.
El Hombre dispone en este plano sólo de algunas alternativas.
En condiciones ideales puede desarrollar el sentimiento de identidad a través de la afirmación de la propia individualidad.
En condiciones algo más desfavorables el Hombre creará un sentimiento de identidad a través de la identificación con su raza, nacionalidad, religión, etc. Abandonará su individualidad y dirá «yo soy nosotros».
Si el hombre no puede superar el estado preindividual, porque, por ejemplo, su madre no estimula y permite su tendencia a la autonomía, entonces ese hombre no podrá decir «yo».
Su sentimiento de identidad existe únicamente en comunión con la madre y en el fondo no se podrá hablar de individualidad, ya que ese hombre no se percibe como un ser distinto.
Se sentirá protegido y seguro en presencia de su madre, pero será incapaz de desarrollar las capacidades que lo definen como Hombre.
El precio de la simbiosis es la falta de desarrollo de su unicidad y de la humanidad que lo habita.
En nuestra sociedad muchos hombres exteriorizan un tipo de identidad, que, según Fromm, está constituida sobre el conformismo de masas. Esta percepción de identidad le otorga al hombre también seguridad y una cierta protección.
El precio a pagar es en la mayoría de los casos, la limitación de la propia libertad y del desarrollo, y con esto también de la salud mental y la felicidad.
La necesidad de trascendencia
El Hombre trasciende la naturaleza a través del simple hecho de ser Hombre.
Es una forma fáctica, pero también pasiva de trascender.
Fromm es de la opinión, que el hombre tiene, como criatura, la necesidad de trascender la naturaleza también de manera activa. «El «Hombre», escribe, «es introducido en el mundo sin saberlo, sin su consentimiento, sin su deseo, y es vuelto a sacar de ahí, sin haberlo consentido ni deseado» y continúa «no puede darse por satisfecho con el papel pasivo de criatura; con el papel de dado, que fuera arrojado del cubilete. El papel de ser creado lo oprime tanto, así también como el azar y la pasividad de su existencia como criatura que trata de superar este estado de cosas convirtiéndose en su propio creador».
Fromm reconoce en esta necesidad una de las raíces humanas del fenómeno creativo: el arte, la religión y la producción material. También el amor, entre otras cosas, tiene aquí su fundamento.
Lo creativo no es considerado aquí un mecanismo de defensa en el sentido psicoanalítico (llamado sublimación), sino más bien una necesidad humana específica, que es entonces despato-logizada.
La necesidad de trascender puede aparecer como un aspecto creativo-productivo.
En cambio, el hombre que por algún motivo no puede ser creativo-productivo, necesitará satisfacer esa necesidad de otro modo.
Se le ofrece entonces otra posibilidad: Si no puede producir vida, ni arte, ni ninguna otra cosa, entonces puede alcanzar la satisfacción de la necesidad de trascender a través de la destrucción de la vida y de lo vivo.
Individuo versus Sociedad
A diferencia de Sigmund Freud, Erich Fromm no parte de un conflicto o de un antagonismo inmanente entre individuo y sociedad. Freud era de la idea, de que el Hombre es naturalmente un ser asocial, que debe ser domado, para que la vida social le sea posible. El Hombre freudiano libra una batalla contra la sociedad, quien lo imposibilita de satisfacer sus impulsos y sus pasiones sin demora alguna y sin tomar en consideración a los otros.
La cultura es, por lo tanto, el resultado de un proceso represivo que afecta especialmente a la vida sexual. Fromm no reconoce a ningún hombre no socializado y la cultura no es necesariamente la consecuencia de una represión de las pulsiones según él.
El Hombre establece desde muy temprano un vínculo con otros.
La investigación de las últimas décadas sobre la primera infancia ha hecho valiosos aportes al respecto. Remitámonos a los trabajos de Rene Spitz, John Bowlby, Margaret Mahler, Daniel Stern y otros quienes han revolucionado nuestra percepción de la vida durante la primera infancia.
El Hombre llega a una sociedad determinada, que lo moldea en gran parte.
El niño incorpora no sólo de una forma pasiva las costumbres y valores de su sociedad. También necesita adaptarse activamente a las condiciones socio-económicas y culturales, si quiere tener alguna chance en su sociedad de satisfacer sus necesidades.
El resultado de este proceso es la formación del carácter de un individuo, que, según Fromm, puede entenderse como una suplantación de lo instintivo y así de un instrumento para su vida en sociedad.
Fromm formuló el concepto del carácter social, derivándolo del concepto freudiano del carácter individual, partiendo de la hipótesis, que la sociedad moldea a sus integrantes de un modo específico para esa sociedad, de manera tal que se puede hablar de una matriz común, la cual por su parte tiene su origen en las exigencias socioeconómicas propias de esa sociedad.
A diferencia de Freud el concepto del carácter social permite precisamente establecer la interacción entre el individuo y su sociedad y como esta última plasma la personalidad individual. De ahí se deduce la idea de que una separación tajante entre individuo y sociedad no sólo sea sostenible.
La salud mental
«Nuestro concepto de salud mental depende de nuestro concepto de la naturaleza del Hombre», dice Fromm. Esta frase parece haber sido copiada por los autores del libro antes citado (Der Krankheitsbegriff in der modernen Psycho-therapie), en el cual se lee que ha de tenerse presente: «La visión del Hombre y la teoría de la personalidad…de los fundadores de teorías y escuelas psicoterapéuticas».
Hemos visto, que la vida psíquica -así como la fisiológica- están sujetas a ciertas leyes determinadas.
También hemos establecido que la adaptación a los requerimientos de una sociedad determinada no son siempre sinónimo de salud mental. El mero hecho de funcionar en la sociedad nada nos dice respecto del estado mental de sus miembros.
Si los integrantes de una sociedad funcionan bien y se adaptan, pero al mismo tiempo se aburren, beben demasiado, pasan largas horas frente a la televisión y no pueden gestar su vida de manera creativa y espontánea, entonces la conclusión es que ocurre algo poco saludable. En analogía al concepto de carácter social versus carácter individual Fromm formuló un concepto, que posibilita hacer una distinción entre neurosis individual y aquellos fenómenos colectivos, que no son considerados en principio neuróticos. Algunas escuelas psicoterapéuticas distinguen en este sentido entre «patología clínica» y «patología de la normalidad».
En el caso de una sociedad, en la que los Hombres manifiestan ciertos síntomas colectivos, pero que no se manifiestan por ejemplo como neurosis, Fromm habla de un defecto solamente predeterminado. Si todos o la mayoría de los miembros de una sociedad manifiestan ese tipo de defecto, entonces ocurre lo siguiente: «él (el individuo) no lo percibe como un defecto, y su seguridad no peligra por tener la sensación de sentirse diferente, un marginal. Lo que puede perder en cuanto a su riqueza interior y a su verdadero sentimiento de felicidad será compensado por la seguridad que le da el sentimiento de pertenecer al resto de la humanidad «así como él la conoce».
Toda sociedad crea, en todo caso, determinados antídotos, que le permiten al hombre «vivir con un defecto sin enfermarse».
Fromm emplea aquí la palabra enfermo en un sentido corriente. Si sacáramos de circulación por un tiempo estos antídotos en nuestra cultura, la televisión o el fútbol, entre otros, entonces presenciaríamos la manifestación de muchos problemas que entonces calificaríamos de neuróticos.
Esta hipótesis fue confirmada empíricamente.
En el marco de una investigación sobre el papel de la televisión en la comunicación dentro de la familia, se les pidió a diferentes familias sencillas, que pasaran una semana sin la televisión. El resultado fue sorprendente: No sólo se manifestaron cantidades de problemas de comunicación en las familias, sino también, paralelamente a eso, se dio una serie de fenómenos psicosomáticos, que llegaron inclusive hasta ataques de nervios. Luego de una semana, al ser devuelto, el aparato fue recibido como un hijo perdido.
Este ejemplo abre una interesante dimensión, que fácilmente es pasada por alto. El Hombre puede adaptarse a muchas situaciones incómodas, pero si sus necesidades básicas no están siendo satisfechas, reacciona.
El hombre reacciona a través de manifestaciones funcionales o psicosomáticas, reacciona a través de la apatía o del mal humor.
Su reacción muestra, que posee un núcleo, que no es infinitamente moldeable.
La televisión es un antídoto, cuya presencia pone en claro, lo que ocurre bajo la superficie del conformismo y de la adaptación. Si alguien es sometido a insomnio, probablemente manifestará irritabilidad, una conducta agresiva, impulsos descontrolados. Si alguien manifiesta esas mismas reacciones, porque el televisor se ha descompuesto, entonces esto significa algo bien diferente.
¿Y qué es lo que ocurre con la neurosis?
¿Con la psicosis?
Si la adaptación y el funcionar de un individuo fallan en el marco de una sociedad determinada, se está frente a una de estas dos enfermedades.
Fromm hace aquí la siguiente distinción:
Neurosis es una falla parcial
Psicosis una total en la adaptación y en el funcionar.
Cuando un hombre -en un sentido corriente- enferma de neurosis, cabe preguntarse
¿qué factores lo llevaron a manifestar esta problemática?
Enrique Ubilla
Consulta privada en Hamburgo. Miembro de la Sociedad Internacional Erich Fromm desde su fundación en 1985 en Tubingen, Alemania.
Arturo Torres