Si matan a campesinos nada se dice, pero si son sacerdotes, la gente voltea a ver
El jardín de las rosas, película de Alberto Pla que documenta la masacre perpetrada por el ejército de El Salvador en 1989
Emiliano Balerini Casal
La Jornada
El 16 de noviembre de 1989 el ejército de El Salvador asesinó a ocho personas dentro de la Universidad Centroamericana (UCA) de ese país. Cinco eran jesuitas españoles y uno salvadoreño. Además, había dos mujeres –madre e hija–, que ayudaban a los curas en las labores de la casa donde vivían.
Como un homenaje a los llamados Mártires de la UCA, la universidad creó el jardín de las rosas, justo en el lugar donde fueron acribillados Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín Baró, Segundo Montes Mozo, Amando López Quintana, Juan Ramón Moreno Pardo, Joaquín López y López, así como Julia Elba Ramos, y su hija de 16 años, Celina Mariceth Ramos.
En el lugar hay ocho rosas para cada una de las víctimas: seis son rojas y dos amarillas. Estas últimas representan a las mujeres. Juntas forman una corona, cuenta don Obdulio, esposo de Julia Elba Ramos, y cuidador del sitio, en el documental El jardín de las rosas, del cineasta y periodista español Alberto Pla.
La película se estrenó el 11 de febrero en el Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Valencia y coincidió con la ratificación, el 3 de febrero, del Tribunal Supremo de España de la sentencia a Inocente Montano, ex coronel del ejército salvadoreño, a más de 130 años de prisión por la masacre contra los jesuitas españoles.
La cinta, de 40 minutos, surgió a raíz de que Pla trabajaba en El Salvador un reportaje sobre prevención de la violencia, y al buscar información del contexto histórico del país, el caso llamó su atención por la forma como ocurrieron los hechos y la impunidad que reinó años después.
Decidimos investigar y documentar la masacre para mostrar lo que en El Salvador es algo muy conocido y en su día lo fue en el mundo, pero quizá más de tres décadas después ya no se habla mucho sobre el tema, señaló el realizador.
El asesinato de los jesuitas y las dos mujeres mostró el sinsentido de la guerra. Cuando se mata a campesinos y a gente de a pie parece que a nadie le importa y no se dice nada, pero si matan a sacerdotes las personas voltean a ver los hechos. Es triste, pero es así. La masacre en la UCA potenció el final de la guerra, explicó en entrevista con La Jornada.
En este sentido, las consecuencias del conflicto armado salvadoreño han sido diversas. Por ejemplo, en la actualidad algunos de los responsables de la masacre de El Mozote –perpetrada del 10 al 12 de diciembre de 1981–, son diputados. Los acuerdos de paz hicieron que se prolongara la agonía de las víctimas. Éstas buscan respuestas, quieren saber quiénes fueron los culpables y encontrar justicia, destacó.
No se ha invertido en políticas educativas y laborales en El Salvador; en cambio, se ha reforzado la seguridad, se han destinado recursos al ejército, las policías y a la compra de armamento. Eso hace un caldo de cultivo en cualquier cosa, menos en algo constructivo. Ronald Reagan (ex presidente de Estados Unidos) apoyó al ejército salvadoreño con un millón de dólares diarios durante la guerra, destacó el también autor del documental Atu, el rostro de un pueblo olvidado, que retrata la vida en los campamentos de refugiados saharauis.
Supongo que por eso Reagan abrió las fronteras a tantos jóvenes salvadoreños en Los Ángeles, donde se formaron las pandillas en las calles 13 y 18. Pero aquello se le fue de las manos a las autoridades estadunidenses, pues esos jóvenes venían de un proceso tremendo, de deshumanización muy potente, por lo que como el plan fracasó, los devolvieron a El Salvador, sostuvo el cineasta.
En el documental, Pla entrevista a Serafín, guía del Museo de la Revolución salvadoreña, y combatiente entre los 10 y 22 años, quien afirmó: Un conflicto puede durar 10 años, pero sus consecuencias se extienden más de 40 si no son bien atendidas.
Por ello, para el cineasta la derogación de la Ley de Amnistía que estuvo vigente entre 1993 y el 13 de julio de 2016, permite a las víctimas desahogarse y contar lo que vivieron. Poner cara, nombre y apellido a los culpables de las masacres ante un tribunal lo cambia todo.
En la actualidad el único ex militar procesado por la masacre en la UCA es Montano, quien fue detenido en Estados Unidos y extraditado a España. Sin embargo, en El Salvador el resto de los responsables se encuentran protegidos por el gobierno, viviendo dentro de una base militar, destacó Alberto Pla.