El sotocoro de la iglesia en Nurío, joya cultural y metáfora de un universo musical: historiador
El programa visual, cuya intención era enfatizar el papel espiritual y sonoro del espacio, se plasmó tal vez hacia 1681, explica Antonio Ruiz Caballero // Su función no era sólo estética, sino que buscaba transmitir un mensaje, agrega el especialista
Los ángeles pintados en las franjas que caían hacia el muro tenían el papel clave para que el mensaje llegara a los feligreses: ese cielo que representa al paraíso está poblado de ángeles y tocan música; eso era fácilmente comprensible para los feligreses, en este caso de Nurío, refiere Ruiz Caballero en entrevista.
Reyes Martínez Torrijos
La Jornada
La joya cultural del templo de Santiago Apóstol de Nurío es el sotocoro, que incluía una serie de pinturas y la estructura de madera que estaba pensada como un complejo programa visual que comunica un mensaje, sostiene el historiador Antonio Ruiz Caballero.
En el sotocoro se plasmó probablemente hacia 1681 un programa visual que pretende enfatizar el papel ritual y musical de este espacio, de tal manera que es una metáfora de un universo musical. El centro estaba formado por un pinjante (una especie de protuberancia) dorado, formado por un círculo que representaba a Dios y rodeado de ángeles músicos, explica el docente en entrevista.
La figura, incluso en la geometría sagrada, representa la eternidad, lo divino porque no tiene principio ni fin. Después de ese círculo había un cuadrado que representa la naturaleza humana de Cristo y la luz que emite ese centro, que es Dios, y se comunica a los cuatro puntos cardinales del mundo.
Concepción de inspiración neoplatónica
La representación pictórica respondía a una concepción inspirada en autores neoplatónicos, raíz teológica muy interesante de una tradición que estuvo presente en la Nueva España en obras literarias y musicales. Se trataba de la apropiación que el cristianismo hizo de las ideas del filósofo griego Platón con autores muy importantes como Dionisio Areopagita o el propio San Agustín.
Antonio Ruiz menciona que el primer elemento que nos señala que existe música en este programa visual son los ángeles pintados en las franjas que caían hacia el muro, algunos cantores, uno de ellos tenía una partitura en el tipo de notación sonora de la época.
También “llamaba la atención es que estaban representados los instrumentos musicales, de un lado estaban los de viento, como el bajón, que es un antecesor del fagot; un sacabuche, antecedente del trombón de vara, y un pequeño órgano.
“Del lado contrario, además de otros cantores, estaban un pequeño violín, un instrumento de cuerda, que podría haber sido vihuela o guitarra barroca, y un arpa.
Tenían el papel clave para que el mensaje llegara a los feligreses: ese cielo que representa al paraíso está poblado de ángeles y tocan música; eso era fácilmente comprensible para los feligreses, en este caso de Nurío.
El papel del arte sonoro en la evangelización
El investigador recuerda que la música tuvo un papel fundamental entre las estrategias de evangelización que usaron los frailes franciscanos y agustinos, y los clérigos seculares. Todos ellos usaron la música, primero como estrategia de evangelización y después para sustituir a los antiguos rituales que se celebraban con las religiones mesoamericanas.
El sotocoro, la parte en la edificación bajo el coro, probablemente fue encargado por el obispo Francisco de Aguiar y Seijas hacia 1681, quien habría concebido un programa visual muy complejo con raíces teológicas muy profundas, pues el clérigo había sido rector de la Universidad de Santiago de Compostela.
El docente e investigador hace hincapié en que durante el virreinato el arte no solamente tuvo una función de estética para ser contemplada como si fuera una esfera autónoma de la cultura, sino que generalmente hablamos de artefactos que transmiten un mensaje y, en el caso de Nurío, todo va dirigido a exaltar un imaginario que tenía que ver con la religión católica.
Según el especialista, estas ideas fueron plasmadas por pintores criollos o españoles formados en una tradición académica, dada la complejidad del programa visual. A diferencia de otros lugares, agrega, no fueron realizadas por indígenas.