Obra barroca del siglo XVIII, fue en sus principios una humilde y pequeña capilla, tan antigua que en documentos de 1710 ya se menciona dedicada a la virgen de la Soledad, patrona de la entonces Congregación de Irapuato. Poco después, sin conocerse la fecha precisa, se inició la construcción de este Santuario. Su planta es cristo céntrica, de una sola nave y en forma de cruz latina que remata en el presbiterio, y cuyo eje longitudinal pasa por el centro del retablo y altar principales. Todos sus muros son de piedra y cal, manifestándose aparente la piedra braza negra en sus fachadas norte y poniente.
La fachada principal, cuyo pórtico fue mutilado por un edificio adosado a ella a principios del siglo XlX conserva una cresta o espadaña de elevada calidad; pero lo que sobresale por sus excepcionales proporciones y armonía es su notabilísima única torre que la convierte en soberbio ejemplo del barroco al cual pertenece su estilo manierista.
Este inmueble ha sufrido muchas modificaciones: entre 1800 y 1804 su atrio fue tomado para construir el Colegio de la Enseñanza, obra con la cual quedaron unidos los edificios y por la cual desapareció su fachada principal. Por necesidades de espacio, en 1839, el presbiterio fue recorrido hacia atrás, movimiento que produjo un cuerpo adicional, la ampliación de tres metros en relación al anchor de la nave y la elevación mayor de su bóveda con respecto a los originales del Templo.
La nave y cruceros están cubiertos por bóvedas de crucería y soportadas transversalmente en cada eje de columnas adosadas a los muros por, extrañamente poco usados, arcos estilo mudéjar.
Los retablos originales del presbiterio y altares laterales, seguramente hechos de madera dorada y con la riqueza y forma de los retablos barrocos del siglo XVIII, fueron destruidos en el siglo MX y en su lugar levantados otros con el estilo neoclásico.
Mención aparte debe hacerse de la sobresaliente calidad del retablo mayor en el presbiterio y de su excelsa representación iconológica e iconográfica del tema que representa la soledad de María. Todo él es el calvario, su drama: en la parte superior se encuentra Cristo crucificado; un poco abajo el corazón de María traspasado por los siete dolores o dagas; e inmediatamente abajo, a la misma María en su soledad y a los pies de su hijo, bajo esa advocación; en nichos laterales se ve a Maria Magdalena y a María, la madre de Santiago, compañeras inseparables de María; y finalmente, un poco más abajo y a los lados, las figuras de San Juan, el discípulo compañero, y José de Arimatea sosteniendo la cruz del descendimiento; un coro de ángeles cubre y acompaña el pasaje bíblico por todo el presbiterio.
Claro y hermoso el mensaje; la iconología y la iconografía en proceso lógico creador; el arte, libre y racional a la vez.
Es esta construcción, en suma, un bello ejemplo del barroco sobrio, tan utilizado en esta parte del Bajío.