Entrevista con Astor Piazzolla en su centenario
Fragmentos de una conversación con Piazzolla, quien falleció el 4 de julio de 1992 en Buenos Aires, se reproducen aquí con motivo de los cien años del natalicio del innovador del tango argentino en el mundo.
Entrevista con Astor Piazzolla en su centenario Piazzolla..
Roberto Ponce
(apro).-
En agosto de 1984, cuando el compositor, bandoneonista e innovador del tango argentino Astor Piazzolla regresó para ofrecer un par de conciertos en el viejo Auditorio Nacional del entonces Distrito Federal, fue entrevistado por Proceso, acompañado del folclorista Juan Dalera de los grupos Los Chasquis y Alpasinche.
Fragmentos de esa conversación con Piazzolla, quien falleció el 4 de julio de 1992 en Buenos Aires, se reproducen aquí con motivo de los cien años del natalicio del innovador del tango argentino en el mundo, momento en el cual el bandoneonista César Olguín, radicado en nuestro país, elabora una historia del tango en México:
Es un soleado domingo 19 de agosto cuando entramos a la habitación 607 del Hotel Sheraton, donde Astor Piazzolla nos recibe con gesto adusto.
Nacido el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata, la imagen más lejana que tengo sobre Piazzolla con mi acompañante Juan Dalera, músico de Tandil fundador de Alpasinche, era aquella cuando aparece de niño en la película El día que me quieras, la última que protagonizó Carlos Gardel en 1935, el año de su muerte.
Enfático, Piazzolla habla de los dos conciertos que acaba de ofrecer:
“Yo me doy el gusto de hacer lo que yo quiero. Y a veces, me doy
también el gusto de hacer lo que la gente quiere. Si vos te ponés a analizar al público anoche y antes de anoche, yo creo, no sé si exagero, que 40% viene porque vieron que el programa decía ‘Libertango’ o ‘Piazzolla y su quinteto de tango’. Hay público que no me conoce y viene por el tango, porque no conocen lo aleatorio ni lo elaborado que hago. Entonces toco ‘Caminito’, ‘La cumparsita’ y ‘Mi Buenos Aires querido’, que hice por primera vez en París con Plácido Domingo.
“Y lo hago, porque cuando vine la vez pasada a México una buena parte del público me pedía ‘Balada para un loco’. Y otra parte me pedía ‘Chiquilín de Bachín’. Terminé tocando ‘Volver’, un tango de Gardel. El otro día me llamó Alberto Cortés y me pidió grabar con él ‘Mi Buenos Aires querido’ en su disco de Gardel, así que aproveché el arreglo que había hecho con Plácido. Para el pueblo latinoamericano el tango es sinónimo de canto y yo me doy el lujo de hacer lo mío; pero después hago lo que ellos me piden con un cantante. Porque hacer un repertorio de dos horas de música instrumental es inaguantable para la gente que no le gusta la música”.
–¿Usted escribe toda la música que interpreta?
–El 30% está escrito. Lo demás es lo que cada uno de mi quinteto pone de sí. No hay margen de improvisación, sino de libertad. En Europa jamás hago música cantada; pero voy a París en septiembre y hago un espectáculo con la cantante italiana Milva, gran intérprete de Brecht, llamado El tango, con puesta en escena de Peter Brook, que empieza con el poema de Borges sobre el tango y hago música con mi quinteto. Pero después voy a Argentina, entonces sólo hago instrumental; ni siquiera en París hago canto; al parisino no le interesa pues ellos tuvieron un Jacques Brel, un Charles Aznavour o un Léo Ferre.
El rock contra Piazzolla
En 1928, su padre Vicente Nonino Piazzolla (a quien le dedicó Astor su “Adiós Nonino”) le regala un primer bandoneón. En 1931, Piazzolla graba su primer disco en Nueva York y dos años después comienza lecciones con el húngaro Bela Wilda.
En 1939 ingresa como bandoneonista a la orquesta de Aníbal Troilo Pichuco, y un par de años más tarde estudia con el prestigiado compositor de música de concierto argentino Alberto Ginastera. Tras realizar tangos como “El desbande”, hacia 1949 se empapa de jazz y decide proseguir sus estudios. En 1954 obtiene una beca para estudiar en París con Nadia Boulanger, quien le recomendó tornar al tango y al bandoneón, así:
“Sus obras eruditas están bien escritas, pero al verdadero Piazzolla no lo abandone nunca”.
Creador del neotango, Piazzolla habla rock argentino como música extranjerizante. Se le pide ahondar, en el pensamiento de que también al jazz se le pudiese acusar de lo mismo. O a quien toque Bach. Piazzolla alza la voz:
“Un pianista que toque Bach lo tiene que tocar a la manera de Bach, que es compositor alemán. Pero si oímos rock argentino, el 90% está ya en el sonido country & western norteamericano, imitando a Joan Báez o a Bob Dylan…»
–¿Conoce al grupo Yes?
–Sí, yo conozco todo, es fantástico. Conozco a Blood, Sweat & Tears, a Weather Report, a Herbie Hancock. Me gusta inclusive Michael Jackson, porque los arreglos de Quincy Jones son fascinantes; además, Michael Jackson es fascinante porque tiene una voz sensacional. Imaginate vos que me gusta más Michael que Julio Iglesias…
Sonríe por única vez en la charla, y prosigue:
“Dicen que sólo le interesan los dólares, pero ¿qué quieren que le interese si lo construyeron así a Michael Jackson? Es preferible lo que hace él que los dólares de Julio Iglesias”.
Regresa al rock argentino:
“Los roqueros argentinos tienen una gran desgracia. Salieron y empezaron a ganar dinero. Y el que no lucha en esta vida no logra nada. Ganan dinero, se van a grabar a Estados Unidos y de lo único que se preocupan es de mejorar el sonido, comprar sintetizadores, teclados, las mejores baterías, logrando cada equipo que me dejan con la boca abierta; en vez de estudiar.
“Pero después, el mensaje poético y musical no existe. Cantando son todos muy mediocres, no hay un tipo realmente del que se pueda decir qué maravilla de cantante”.
–¿No hay mensaje en las letras de Luis Alberto Spinetta, por ejemplo, o de Charly García?
–Cuando empezó Spinetta con el grupo Almendra (en 1967) era muy positivo; pero Charly García me revienta porque es muy poseur: una pose; o sea, se baja los pantalones cuando se enoja y todas esas cosas que en este mundo, si vos escribieras bien te las permito. Sé genio y después bájate los pantalones.
“… O se pone a decir groserías que a mí no me parece, porque yo a veces tomo los ejemplos de los grandes divos del mundo, como Frank Sinatra, Tony Bennett, Barbara Streisand, Ella Fitzgerald, Sarah Vaughan o un Jacques Brel; nunca tuvieron necesidad de esas tonterías. Ellos subían, cantaban y decían las cosas más lindas del mundo”.
–¿Por qué no se dio la fusión de roqueros argentinos con Piazzolla?
–Es exactamente lo que declaré. Me tuvieron miedo y es lo peor que me pudieron haber hecho. Yo hubiera preferido que me dijeran: “¡Cómo no, maestro! Yo no sé mucho, pero me gustaría intentarlo…”. Yo les di la oportunidad, a pesar de que no sabían música, de que trabajaran conmigo.
“Se negaron totalmente. Fue de esas cosas que quería unir la juventud con la no juventud, ¿te das cuenta? O sea, la vieja generación, la música contemporánea argentina que soy yo, con los músicos que se inician. Darles un chance, como si cuando Leonard Bernstein comenzaba le hubiera dicho Maurice Ravel: ‘Vamos a hacer algo juntos’. A eso voy”.
Brasil, el gran ejemplo
“Yo tengo la gran experiencia porque llevo 40 años escribiendo y escribiendo como un loco, soy un profesional. No es que no me falte aprender, pero yo sé todo con respecto a mi profesión de ser músico…
“Lo que pasó es que me acerqué al manager de Charly García, David Greenbach, quien también dirigía a Mercedes Sosa y tuvo problemas con ella. Es un joven prepotente y es prepotente porque es mediocre; ellos creen que Charly García es lo máximo. Me tomó el teléfono y me dijo que no creía que Charly tuviera tiempo para mí, que estaba muy ocupado, que tenía que irse a Nueva York”.
–Es decir, usted no rechazó a Charly García…
–No. Si vos no tuvieses una cultura musical, pero fueses con ánimo intuitivo y me dijeses: “Piazzolla, yo tengo una letra” y me la cantaras, y si yo viera que tenés condiciones… Por ejemplo, a mí Spinetta me gustaba; me trató muy cordialmente, pero se asustó. Y yo no iba a usar “Mi Buenos Aires querido” con él.
“Yo quería hacer un disco llamado ‘Spinetta con Piazzolla’. Hubiera sido fabuloso, como lo hizo Mercedes Sosa con Juan Carlos Baglietto. Hay gente que está comenzando que tiene muy buenas letras; pero los jóvenes argentinos están con los roqueros y ahí no hay nada que hacer. Ésa es mi preocupación. Porque hay una juventud que me sigue, que se ha ido totalmente del tango, y con lógica razón, que es la que está conmigo.
“A los primeros no les interesa Gardel y no saben ni quién fue Aníbal Troilo, son jóvenes y no aceptan esa solemnidad”.
–¿Por qué?
–Ellos ven a un cantor de tango que sale con saco y corbata, todo engominado, la cara blanca que parece un muerto, viejo, necrológico, una momia… Los tangueros no le dan nada a la juventud. Y hay quienes se acercan a mi música porque yo salgo con jeans a la calle y a ellos les gusta eso.
“El folclore está todavía más atrasado que el tango. Es un poco el ‘no te metás’, un poco la idiosincrasia del provinciano, de los autores salteños y todo eso. Están ellos ahí, con su empanadita y su vasito de vino.
“Y para hacer cosas en esta vida se necesitan motivaciones: no podés estar todo el día con un tipo que come empanaditas y bebe vino, mientras habla bobadas. Tenemos que estar rodeados de un mundo que te mueva.
“Brasil es el gran ejemplo de cómo se deben hacer las cosas, son poetas cantantes. Te dejan con la boca abierta. Todo me gusta, desde Joao Gilberto para adelante… Vinícius de Moraes, Chico Buarque, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Simone Bittencourt de Oliveira, Ellis Regina, me canso de nombrar…”.
–¿A qué lo atribuye?
–A que en Brasil los únicos discos que se venden son los brasileiros. Fijate vos en Ellis Regina, Simone, Chico Buarque, inclusive un Roberto Carlos (quien tampoco me gusta, pero es mejor que Julio Iglesias): venden millones. Todos los brasileños venden. Y yo en Argentina, si vendo 4 mil discos es exagerado. No te compran Piazzolla, yo no soy comercial. La cultura argentina en los últimos diez años ha caído mucho”.
El autor de “María de Buenos Aires” visualiza el futuro del bandoneón en las manos del músico argentino Dino Saluzzi, “extraordinario en folclore salteño”, a pesar de que “tocaba tango antes, pero no tenía personalidad”. Y menciona a El chango Farías Gómez, Manolo Juárez, Jaime Torres y su charango…
“El problema es que no tenemos competencia. Ya estamos todos viejos, el mismo Atahualpa Yupanqui sigue siendo ‘El padrino en la guitarra’. Ése fue el problema del bandoneón de Rodolfo Mederos, que para no imitar a Piazzolla él se inventó un estilo; pero los estilos no se inventan. Creo que vienen solos. No se puede uno proponer en este mundo ser distinto, vos nacés distinto”.
–Una pregunta final, hablando de miedos: ¿Ha pensado en la muerte?
–No, no, no… No se me ocurre. Lo único que le tengo miedo a la
muerte es el no poder seguir tocando. Pero morirme no me da miedo, ninguno, al contrario. Como estuve tan cerca de la muerte tantas veces…
“Yo creo que cuando toco también la muerte está presente. Tuve un infarto en el año 1973, pero estoy bien de salud, me curé totalmente. Subo al escenario y me olvido que tuve un infarto. La vez pasada me quedé casi ciego porque yo me dedico a pescar tiburones; estoy loco, me quedé sin sombrero y me agarró una insolación”. (Proceso, 2323, entrevista con César Olguín, A cien años del nacimiento de Astor Piazzolla).