Cortés y los españoles conquistaron México.
Con su libro, Salmerón le coloca una lápida a esta tesis. Y rechaza su implicaciones: la inferioridad de los pueblos mesoamericanos frente a la energía, altura de miras, capacidad organizativa, superioridad del armamento y de las supersticiones de los indígenas que habrían sucumbido a unas decenas de jinetes a caballo, unos centenares de ballesteros y menos de 2 mil españoles incorporados al ejército vencedor paulatinamente. Nada más falso, dice Salmerón. Los mexicas eran un pueblo guerrero que extendía sus dominios, para obtener tributos, personas para los sacrificios rituales y bienes de distinto tipo. El descontento con esta situación provocó la sublevación de los pueblos oprimidos que aprovechó el arribo de Cortés. Fueron ellos quienes proporcionaron las tropas, el sustento, las guías y los traductores, la mano de obra que construyó los bergantines que arrebataron a los mexicas el control de los lagos. Su rebelión y su alianza con los españoles provocó la destrucción de la civilización mexica. Después de este libro será muy difícil revivir el mito que nos contaron de la Conquista de México por los españoles.
Pero esto no concluye el debate sobre los acontecimientos de 1521. Abre otro panorama acerca de cómo interpretar la alianza de unos pueblos indígenas contra otros. Evidentemente es un problema complejo que afectará no sólo a los historiadores, sino que ha puesto en la mesa de la discusión para el amplio público, para los lectores del libro y para los innumerables interesados en la historia nacional. ¿Hicieron lo correcto los tlaxcaltecas y los otros pueblos en aliarse con Cortés? Para algunos no habrá duda: los pueblos indígenas oprimidos se aliaron contra su enemigo común, los mexicas, para acabar con el avasallamiento, la explotación y los sacrificios de su población a los dioses.
Para otros, la cuestión se plantea en función de, no sólo en los resultados de la guerra, sino en los antecedentes de lo que practicaban Cortés, Alvarado y su ejército y permitían entender sus ambiciones: la matanza de Cholula, la matanza del Templo Mayor. Para algunos nobles tlaxcaltecas, como Xicoténcatl, El Mozo, era clara la necesidad de una alianza con los mexicas. Otra parte de la nobleza de Tlaxcala reservaba tanta ira y odio que la rechazaron. Al final los tlaxcaltecas obtuvieron algunas prerrogativas: montar a caballo, vestir como los españoles, portar armas y un remedo de autogobierno. Tlaxcala fue considerada un reino aliado de la corona española. El resto de las poblaciones indígenas quedaron sujetas al látigo y a los golpes. Los tlaxcaltecas formaron parte sustancial del ejército conquistador en la guerra chichimeca
, es denominada así la conquista de las regiones del norte de lo que hoy es México que provocó la extinción de innumerables tribus seminómadas.
Hoy, la mayoría de la población reconoce el heroísmo de Cuauhtémoc, Cuitláhuac y Xicoténcatl, El Mozo, y este relato de los nobles tlaxcaltecas aliados con Cortés para derrotar una tiranía mexica no ha sido aceptada. La caída de Tenochtitlan y su defensa es una epopeya a los ojos de la mayoría de nuestro pueblo. ¿Cambiará la conmemoración de la derrota española y sus aliados conocida como la Noche Triste, por la frase la Noche de la huida
. Pronto, el 30 de junio, se cumplirán 500 años de la última victoria mexica sobre los españoles y sus aliados en la batalla por Tenochtitlan, después de ella Cortés ordenó destruir casa por casa de la ciudad y así triunfó sobre sus ruinas.
La historia de México conoce tres grandes sitios: el de Tenochti-tlan, que duró 79 días ha sido el más sangriento y destructor; el sitio de Cuautla, en 1812, fue de 74 días, y Puebla, en 1863, estuvo sitiada 62 días. Ha sido olvidado el sitio de Huajapan, Oaxaca, en 1813 defendieron la ciudad Valerio Trujano y sus habitantes del ejército realista, el sitio se prolongó 111 días, el más largo de la historia nacional.
Las consecuencias de la destrucción del imperio mexica dieron paso a una opresión mayor, que duró 300 años y sus beneficiarios inmediatos fueron los encomenderos que además implantaron el repartimiento y la esclavitud, el trabajo en las minas que exigía el sacrificio de centenares de los descendientes de toda la población indígena que habitó lo que hoy es México.
* Profesor de la UAM, autor del libro Los brazos de Morelos