La medición de los precios señala que en abril y mayo de 2020 y por efecto de la pandemia y el confinamiento, la tasa de inflación se redujo a 2.15 y 2.84 respectivamente, desde el promedio de 3.4 por ciento del primer trimestre. Durante los cinco primeros meses de este año las tasas han ido en aumento y con una aceleración desde enero. El fenómeno, ciertamente, exige una interpretación.
De acuerdo con el anuncio de política monetaria del Banco de México fechado el día 24 de junio, las expectativas de la inflación general han aumentado nuevamente para el resto del año y se espera que sea hacia el tercer trimestre de 2022 que la tasa se aproxime a la meta de 3 por ciento.
Lo primero que habrá que observar es qué tanto crecen o no los precios, cuáles lo hacen, por qué ocurre y, luego, cómo será el proceso por el que irían bajando hasta la meta fijada. Esto es así puesto que detrás de los precios está el amplio conjunto de circunstancias que comprenden la producción, el empleo, el financiamiento y la estructura de la generación y distribución del ingreso, las previsiones de rentabilidad de las empresas, las muy distintas pautas de consumo de la población y la forma en que el gobierno establece el nivel de gasto y lo financia.
Entre las consideraciones que se hacen sobre las presiones inflacionarias que se advierten en la economía mundial y repercuten en México están: las distorsiones en las cadenas internacionales de producción, comercio y abasto; las expectativas sobre las tasas de interés que se han mantenido bajas en los más grandes mercados para soportar la recuperación luego de la caída del producto y el empleo por la pandemia y, derivado de ello, las expectativas de alza en las tasas, en especial las de la Reserva Federal en Washington; el impacto en el aumento del gasto provocado por la expansión del gasto público como ha ocurrido muy ostensiblemente en Estados Unidos. Esto y otros fenómenos crean las condiciones que inciden sobre los precios y de ahí muy distintos tipos de distorsiones en los mercados.
La nota del anuncio de política monetaria aludida antes advierte que las previsiones que hace están asociadas con cuestiones como la transmisión inflacionaria del exterior; la composición del gasto público y privado; el efecto del tipo de cambio del peso frente al dólar, los precios agropecuarios; la evolución de la brecha del producto, lo que el banco usualmente llama la holgura de la economía y que significa que la demanda puede crecer con un impacto contenido sobre los precios por el exceso de capacidad instalada; por un rebrote de la pandemia.
O sea que esta manera de plantear el asunto admite que cualquier cosa puede pasar y supone que los efectos de lo que ocurre tienden siempre en las direcciones previstas. Es entendible que se exponga así la situación pues no se sabe lo que va a pasar. Este es, precisamente el asunto de la incertidumbre y en este caso se espera que ella se contenga dentro de los márgenes de lo previsible. Ya se verá si es así y luego, cómo se interpreta técnica y políticamente y, también, cómo se presenta al público.
La nota del banco central es para informar de una cuestión muy específica: la decisión de la Junta de Gobierno de elevar la tasa de interés interbancaria, que sirve de referencia a las tasas que rigen en el mercado financiero. Dicha tasa se elevó en un cuarto de punto porcentual, hasta 4.25 por ciento. Así, se impacta de modo directo en dos variables muy relevantes en materia del dinero. Una es el costo del crédito y otra es el tipo de cambio. El primero crece y el segundo se aprecia –el dólar se abarata– pues es más rentable tener pesos.
El incremento de la inflación y el hecho de que se espera que se mantenga por algún tiempo es un asunto significativo. Tiene que ver con en el contexto del crecimiento esperado este año por el rebote de la recesión asociada con la pandemia y la incertidumbre sobre una recuperación sostenida en el resto del sexenio. Lo es, asimismo, porque obviamente el costo de la inflación se reparte de modo diferente entre los estratos de ingreso. Tiene un impacto social que hay que considerar obligadamente.
Una de las cuestiones que se debaten cuando crece la tasa inflacionaria tiene que ver con las circunstancias en que ese fenómeno afecta el proceso en el que se forman los precios de los distintos tipos de productos, de servicios y sobre todo los salarios. Del mismo modo incide el peso que tienen en el gasto de consumo e inversión, lo mismo ocurre con la posición de los deudores y acreedores, lo que tiene que ver con el efecto real del alza de los precios. Se habla demasiado poco de la estructura productiva del país y de los altos grados de monopolio en muchos mercados.